La cumbre de las Américas
Desde que AMLO prendió la mecha sobre la necesaria presencia de las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela en la Cumbre de las Américas, varios países de la región que no son dictaduras han clamado que si esos tres países no son invitados ellos no asisten. A la fecha los que se han expresado de esa manera han sido, Argentina, Bolivia y las islas del Caribe.
El tema, como lo ha ratificado el subsecretario de estado Nicholson, es que la Cumbre debe ser un espacio en el que sólo participen las democracias del continente. Realmente no creemos que las amenazas de no participar van a alterar la decisión del gobierno norteamericano. Hoy el tema fundamental en la geopolítica mundial es la división que existe en el mundo entre democracias y autocracias.
Muchos países de nuestra región, después de la lucha democratizadora que impulsó Rómulo Betancourt de no convivir con dictaduras, han flexibilizado su posición inicialmente con respecto a la dictadura cubana y luego le han sumado la de sus satélites.
En la nueva realidad internacional que vivimos después de la violatoria invasión a Ucrania por parte de una de las principales autocracias, la reacción de las democracias ha sido firme y consistente y sólo queda un rebaño de países, más o menos democráticos, que no desean definirse y pretenden estar bien con Dios y con el Diablo, según se considere quien es quien.
Los países de Latinoamérica tienen perfecto derecho de escoger, pero deben estar conscientes que eso tendrá consecuencias y no pueden pensar que al hacerlo van a seguir recibiendo el apoyo del bloque que excluyeron.
La actitud de recibir de todos no va a durar mucho tiempo más y, de una u otra manera, nos guste o no, se impondrá una forma de alineación, a menos que EEUU y China lleguen a un cierto status quo.
Cuando se requiere apoyo económico para la recuperación de la economía, las ambigüedades no parecen ser la mejor fórmula para los tiempos que vienen.