El Editorial

¿De nuevo otra rebelión de náufragos?

«La rebelión de los náufragos» es el extraordinario libro de Martha Rivera en el que desmenuzó los diversos factores de la sociedad venezolana que se conjuraron en contra del presidente Carlos Andrés Pérez y que lograron sacarlo del poder mediante un golpe de estado judicial. Tal vez los llamados «notables» de aquel nefasto periodo de nuestra historia pensaban que sacando a CAP del poder iban a poder gobernar y reconstruir al país con base en un pasado que fue frustrado el 18 de octubre de 1945.

No vamos a entrar en determinar quiénes fueron los responsables del «caracazo», lo único que puede decirse es que convergieron intereses muy disímiles, que provenían tanto de sectores de la izquierda radical, como de la derecha.

Lo cierto es que no fueron los naúfragos los beneficiarios del derrocamiento de CAP, y a fin de cuentas de la democracia, sino un carismático Teniente Coronel, cuya labor principal fue derribar las columnas que habían -mal que bien- sostenido una democracia representativa, un estado de derecho y la alternancia en el poder.

Ahora resurgen nuevos náufragos que pretenden, bajo diversas excusas y argumentos, defenestrar a Guaidó, como si fuese él y no Maduro el obstáculo para recuperar la democracia en nuestro país. Tal vez algunos de ellos se creen que son los auténticos y necesarios salvadores de la patria, sólo que no toman en cuenta que Guaidó no está ahí por ser Juan Guaidó, sino por ser la única representación legítima de la constitucionalidad mancillada por el régimen y, en tal sentido, la reconocida por 60 naciones.

Al igual que con CAP, algunos logreros o ingenuos creen que sacando a Guaidó del poder la crisis va resolverse, y que la comunidad internacional va mansamente a plegarse y aceptar a quien este grupito decida poner en su lugar.

Pero la realidad es otra y sería bueno que los que así piensan se bajen de esa nube, ya que ni los EEUU, ni Europa, ni América Latina, van a aceptar algo producto de maniobras en las redes sociales, en algunos medios de comunicación fuera de Venezuela y de ciertos analistas políticos, y hasta empresarios, que quieren una salida rápida a su situación sin importarles con quien.

Dicen que la historia no se repite pero en la nuestra ya son demasiados los casos en el que la conspiración de algunos integrantes de las élites económicas, políticas e intelectuales han querido derribar al que estaba en la cima, para que alguno de ellos ocupase el sitial de honor.

Esperamos que por el bien de Venezuela no vuelva a prosperar otra Cosiata, u otra Rebelión de los náufragos, que impida el retorno a la democracia y con ella la recuperación y reconstrucción de nuestra nación.

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2 comentarios

  1. Se ha afirmado que existe una triple distinción entre poder racional, tradicional y carismático. Muchos países han admitido al carisma como la mejor condición del gobernante, y ha dado poder a quien solo ha tenido la apariencia. Se recuerda que la apariencia se emplea para reafirmar la realidad o actuar como su aval. Así sucede cuando al hablar de la mujer del César se dice que “además de ser honrada tiene que parecerlo”.
    El gobierno de Chávez, heredado por Maduro, ha disfrazado sus intenciones populistas, y el pueblo ha creído en la farsa de quien promete la Arcadia, lugar imaginado donde reina la felicidad, la sencillez y la paz en un ambiente idílico.
    La fragilidad de algunos políticos ha dañado el proyecto que propuso el presidente interino, apoyado por países democráticos y políticos honestos. La ambición los ha tocado y ahora no rectificarán, creyendo que el poder surge de un carisma que no existe.

  2. Hábil retorcimiento pero asnina la retórica. Decir que Maduro ha sido el obstáculo es como si Napoleón le echara la culpa a Wellington porque no se dejó vencer. Si Guaidó no ha logrado nada (absolutamente nada) en todo este tiempo (y con todo el apoyo nacional y extranjero) para recuperar la democracia, la culpa no es de su examinadores, y ciertamente no es de quienes dudaron de sus capacidades, intenciones, sus estrategias, asociaciones y la manera en la que manejó tanto los recursos como sus opciones morales. ¿Defenestrar a Guaidó, para qué? Se defenestró solo. Das Selbstverteidigung.
    Si Guaidó, que no está allí por ser Juan Guaidó, considera su gran logro ser reconocido por 60 naciones, bravo, buen trabajo. Yo pensaba que estaba allí no por ser Juan Guaidó sino por ser la única representación de la única (y última) institución republicana y legítima existente, y si, en efecto, esperaba que se creyera en algún nivel un auténtico y necesario salvador de la patria.
    Pero no seamos tan severos, después de todo, ¿para qué contratar a un médico cuando con un enfermero te sale más barato? ¿Para qué darle mando a un Mariscal cuando un sargento…

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