Es hora de mirar hacia el frente
Vivir aferrados en lo que ocurrió en el pasado es una condición natural de los seres humanos. Nos importa mucho no olvidar lo bueno y tampoco lo malo, uno para alegrar nuestra existencia, el otro, para recordar lo que nos fue mal, o quienes nos hicieron daño.
Pero estar recordando permanentemente lo malo no sirve para enmendar, sino para anidar sentimientos de rencor y deseos de enderezar entuertos a través de la venganza.
Lamentablemente, ese sentimiento, por demás muy humano, puede convertirse en el mayor obstáculo para reconstruir un país destruido y dividido, que necesita la reconciliación de todos para avanzar hacia la creación de una nación moderna y viable, de la que se erradiquen los males del pasado y prevalezca la justicia.
Cuando se recuperen las instituciones que conforman un estado democrático, aquellos que las manejen, más que buscar vengarse del pasado, tendrán que aplicar el derecho cuando hayan ocurrido graves violaciones a los derechos humanos y crear las condiciones necesarias para que todos estemos sometidos al arbitrio de la ley.
El odio nos ciega y no nos permite ver el futuro, la esperanza, en cambio, nos une solidariamente en la construcción de un nuevo país.