Entre magnicidios e hiperinflación
El mayor logro del Gobierno que nació por exigencia de Hugo Chávez y planteamiento cubano, que como primer acto de fe revolucionaria y chavista vio pajaritos dándole vueltas a la cabeza, es no lograr nada positivo y, en cambio, marcar uno tras otro logros negativos.
Maduro ha acusado a todo el mundo de querer asesinarlo, pero lo más grave que se vió fue un pequeño dron que hizo estallar la fuga desordenada de los militares que tiempo después serían derrotados por guerrilleros colombianos dentro del territorio venezolano, y fantasías a las cuales cada día se les hace menor caso.
La decepción de los pueblos, como las divisas en países con hiperinflación, crece. No se sabe cuándo ni cómo reventará, pero está ahí, creciendo, como los precios que suben con el dólar y escasean con las medidas erróneas de un régimen que prefiere arrestar por si acaso, pero es incapaz de dotar de agua, electricidad y telecomunicaciones siquiera razonables a sus ciudadanos.
Los aspavientos del régimen también crecen, como el valor de los dólares y de los productos de cualquier tipo de consumo, y su consecuencia inmediata es el derrumbe de la fe popular, el resquebrajamiento de la esperanza, que en Venezuela ya no es lo último que se pierde.