El populismo, mal de nuestra época
Con la caída del muro de Berlín, en 1989, surgieron muchos escritos que hablaban del fin de las ideologías.
Ahora bien, ¿a qué se referían al decir que habían muerto las ideologías? ¿Acaso a la estrategia del lenguaje con la que se buscaba crear atmósferas de significados y referencias de orden mental, que darían un nuevo sentido a la realidad? Eso fue lo que ocurrió cuando Rusia, en 1917, con el exitoso golpe de estado del partido bolchevique y la creación de la URSS, impuso como doctrina oficial el comunismo, lo que dio lugar en el resto del mundo a diversas reacciones y elaboraciones de carácter ideológico, siendo la principal, el fascismo.
Con el decurso de la Segunda Guerra Mundial los países capitalistas, Inglaterra y EEUU, depusieron la lucha ideológica para así poder vencer el enemigo común que era el totalitarismo nazifascista, pero al culminar la guerra, y después de los acuerdos de Yalta y Postdam, se reanudó el combate ideológico entre el consumismo y el capitalism,o que concluyó en 1989 con la caída del muro de Berlín y el consecuente derrumbamiento del comunismo soviético.
Sin alargarnos mucho, sobre lo años siguientes es evidente que los referentes ideológicos perdieron peso y dieron lugar a un mayor pragmatismo político, llevado a sus extremos con la etapa de la globalización económica.
Es justamente esa ausencia de referentes ideológicos lo que ha abierto espacio a nuevas manifestaciones políticas en contra de la globalización y a favor del rescate de un neonacionalismo excluyente, y a crear la ilusión de que los países pueden volver a ser grandes si sus líderes piensan primero en proteger su entorno nacional de los perversos daños a su presunta identidad, por la creciente tendencia a la uniformidad causada por una cada día mayor interdependencia planetaria.
De allí que, particularmente en este siglo, en Europa, Asia, África y en nuestro continente, han surgido numerosos gobiernos populistas que no tienen ideologías precisas, pero que promueven una cierta forma de autarquía, y sobre todo un rechazo cada vez mayor y más virulento a lo foráneo y a los emigrantes.
Lo cierto es que el mundo es, como dijo algún día Thomas Friedmann, cada vez más plano e interconectado y no es posible preservar las identidades nacionales erigiendo nuevos muros. Hay que entender que la interferencia es cada día más relevante y necesaria, y que poco a poco iremos avanzando hacia un concepto y una praxis mayor de lo que es y deberá ser la humanidad del futuro.
El populismo contemporáneo es un fenómeno de izquierdas y derechas que, además, últimamente no parece reconocer fronteras nacionales. Consiste En la combinación de una serie de posturas opuestas a modos de conducta social, lo que define su tono en esencia negativo.
La aparición incontenible de las ideas políticas es decir el conjunto de ideas que los grupos humanos tienen acerca de la sociedad, la cultura, la política, los derecho, la ciencia, la moral, la religión, la economía, la libertad, etc. Algunos querrán que nada cambie, que todo siga igual, que el sistema se conserve tal cual; otros buscarán la transformación; algunos pretenderán restaurar viejos sistemas; unos y otros intentarán vertebrar el sistema y transformarlo en algo que responda a intereses precisos, ya sean estos sociales, religiosos, políticos o culturales.
Las ideologías buscan influir en la comunidad en tanto que sujetos de acción de las sociedades, y ellas intentan hacer llegar sus convicciones, sus creencias, sus opiniones, manifestadas por medio del lenguaje, es decir, de las palabras de uso común.
La palabra “Populismo” representa la descomposición del lenguaje, mediante el uso por el Estado que ha tomado al pueblo como símbolo de libertad.