El Editorial

El Leninismo: Una sombra que aún nos persigue

Lenin no solo fue el arquitecto de la Revolución de Octubre, sino también el creador de un modelo de Estado policial cuya lógica represiva sentó las bases del totalitarismo moderno. Bajo su mando, la libertad de expresión fue la primera víctima, y en su lugar nació la hegemonía comunicacional: un aparato diseñado para controlar la narrativa oficial y silenciar cualquier forma de disidencia.

Modificó el código penal e introdujo delitos cuya esencia radicaba en la sospecha permanente: todo ciudadano podía ser acusado de sabotaje, especulación o traición a la patria, sin necesidad de pruebas concluyentes. Lenin instauró embargos de provisiones como mecanismo de castigo social y creó la temida policía política, la Cheka, germen de los posteriores campos de concentración que Stalin perfeccionaría con los tristemente célebres Gulags.

Fue también Lenin quien implantó sin ambages el uso sistemático del terror como método de gobierno y desarrolló la doctrina de la “responsabilidad colectiva”, que permitía encarcelar no solo al presunto “enemigo del pueblo”, sino también a su familia e incluso a sus vecinos.

Las diferencias entre el leninismo y el estalinismo fueron de escala, no de naturaleza. Stalin llevó el terror a dimensiones industriales, ordenando la ejecución de millones, incluidos los propios bolcheviques que habían compartido la revolución.

En América Latina, y de manera particular en Cuba, el modelo leninista se replicó bajo su versión más cínica: el personalismo estalinista, que combinó la represión sistemática con una política económica tan ineficiente como generadora de élites corruptas. Allí donde el leninismo se impuso, la libertad fue sacrificada en nombre de un poder absoluto que, hasta hoy, sigue dejando su huella en muchas sociedades.

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Un comentario

  1. Del comunismo y el leninismo ya todo está escrito, y no hay nada distinto a la persecución y al crimen contra los pueblos que los regímenes comunistas han repetido a lo largo de la historia. En todas las latitudes y en todos los idiomas. Pero las atrocidades de los comunistas se renuevan indefinidamente y así, después de cada tragedia colectiva que ha escrito su abrupto final, causado por los comunistas, surgen otros pueblos que sueñan con un futuro mejor que les ilumina la magia comunista.

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