El control de la información
Una de las características comunes en los regímenes totalitarios, sean estos fascistas o comunistas, ha sido imponer la hegemonía comunicacional para que la única voz que se escuche sea la del gobierno o del partido único.
En cambio en los regímenes democráticos, lo característico es la pluralidad y diversidad de medios. Los gobiernos, como tal, no pretenden ejercer un dominio comunicacional y; cuando existen medios públicos, estos no son del gobierno sino del Estado, es decir, de todos: gobierno y oposición.
En nuestro país hemos visto como existe un plan articulado desde la cima del poder para lograr la hegemonía o monopolio de los medios de comunicación para silenciar lo que no le conviene al régimen y difundir una única verdad, la oficial.
Como diría el ex Caudillo : » El Estado soy yo…y el gobierno también ». Y es que esa no distinción o separación entre dos categorías diferentes pero complementarias, son como la máxima expresión del ejercicio del poder de la manera mas absoluta y arbitraria con la única finalidad de imponer unilateralmente una hegemonía política sobre todos y cada uno de los ciudadanos, que es como decir sobre toda la nación. Y es que uno de los instrumentos mas manidos para hacer efectiva esa pretensión es controlar y manipular a su favor todo el aparato comunicacional del Estado puesto al servicio de una persona o de un proyecto político, con la única finalidad de perpetuarse en el poder.
Cuando a humanidad ve como se reduce el espacio para el libre accionar de las »hegemonías», entre nosotros observamos como se reduce a su mínima expresión la capacidad de la sociedad civil para mantener informada a la ciudadanía sobre todos aquellos problemas que le interesan y afectan. Y es que en esta especie de estalinismo trasnochado, el ciudadano ve constreñido su derecho a estar bien informado y formarse su personal criterio sobre cualquier asunto que lo afecte y que pudiese conllevar una correcta y objetiva toma de decisión en cualquier asunto público que le interese.
El problema es que tanta distorsión inducida desde el poder, no es perfecta. Y es que al no tener freno alguno suele caer en evidentes contradicciones que no escapan a la opinión pública, máxime cuando su presunto líder carece del carisma y luces como para hacer efectivo y creíble su »mensaje». Y es que al perder credibilidad pierde también en confianza y todo los recursos colocados para lograr una presunta hegemonía comunicacional, al final se vuelve contra el actor principal y debilita en esencia su poder, que no es tal, sino el producto del artificio y la manipulación. Así se inicia el declive de las tiranías hasta que las fuerzas en contrario terminan desplazándolo del poder y nuevos actores ocupan su lugar, iniciándose un nuevo ciclo en la historia de los países.
Y es que llega un momento en que el uso y abuso indiscriminado de la violencia legítima del Estado, resultan ineficaces frente a una voluntad de cambio que termina siendo superior al empleo de la fuerza y cualquier uso indiscriminado de la coacción como instrumento de dominación. Se pierde el miedo y la inventiva da lugar al uso de medios digitales, el Twitter y el Facebook, que se tornan no solo en medios que funcionan en tiempo real, sino que son gratuitos y baratos. Ideales para una guerra asimétrica de naturaleza electrónica, contra la cual no hay antídotos posibles y que gozan de credibilidad y confianza, excepto cuando es usada por los organismos del Estado.
La semilla del cambio esa sembrada y la voluntad de la mayoría se terminará imponiendo, así no haya ni papel periódico ni del otro… Tiempo al tiempo.
NOTA: esta sembrada*
Otra de las prácticas de los gobiernos totalitarios, comunistas, consiste en despojar de la nacionalidad a los ciudadanos nazcan o no en el territorio. Precisamente tiene el poder para cometer toda clase de abusos.