Cotidianidad sofocante
Tras el colapso del socialismo del siglo XXI se consolidó una economía despiadada y contrastante. La cotidianidad de pensiones simbólicas, salarios precarios, ausencia de garantías sociales y una clase media proletaria convive con nichos de crecimiento y consumo incapaces de crear bienestar para la mayoría.
Las leyes para maniatar al mercado siguen vigentes, pero en la práctica Nicolás Maduro enterró la ilusión en el socialismo del siglo XXI: no hay regulación de precios, el dólar circula como medio de pago, se acabó el control de cambio y hay diálogo con los empresarios.
Pero la vuelta en U del chavismo, necesaria para devolverse de la calle ciega de los controles y la guerra contra el sector privado, carece de voluntad para acabar con el déficit de democracia y facilitar unas elecciones creíbles. Sin esto, difícilmente habrá financiamiento internacional y renegociación de la deuda externa, por citar dos elementos clave.
Sin reformas políticas seguirá habiendo una economía con pocos arriba, una mínima franja en el medio y muchos descolgados por debajo.