El Editorial

Condenados sin debido proceso

A lo largo de la historia, los regímenes totalitarios —como la Unión Soviética, la Alemania nazi, la China de Mao, la Cuba castrista y otros países que han adoptado modelos similares— han compartido una característica común: la persecución de quiénes resultan incómodos al poder, mediante juicios amañados y la ausencia de un debido proceso.

En la Rusia soviética, los juicios se convirtieron en herramientas de eliminación política. Con resultados predeterminados, servían para reforzar el poder del Estado, subordinando la legalidad a los intereses del partido. El debido proceso no existía: las condenas eran una mera formalidad para legitimar la represión.

En la Alemania nazi, la manipulación ideológica y legal sustentaba la condena de opositores. Se les acusaba de formar parte de una supuesta «conspiración judeo-marxista», utilizada como excusa para justificar la persecución. Los tribunales no buscaban justicia, sino consolidar el poder absoluto de Hitler y su régimen.

En América Latina, el caso de Cuba bajo el régimen de Fidel Castro es especialmente representativo. La represión del disenso se amparó en una combinación de retórica revolucionaria y un marco legal restrictivo. Tras el triunfo de la revolución, se implementaron juicios sumarios y ejecuciones extrajudiciales, en los que cientos de personas fueron fusiladas sin garantías legales.

Estos tres modelos aberrantes de negación de justicia no son un legado del pasado. Por desgracia, siguen siendo prácticas comunes en muchas dictaduras contemporáneas, donde el Estado de derecho se suprime para perpetuar el poder de los tiranos.

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