Chile cambió pero sigue en pie el problema
En Chile ganó electoralmente la protesta de la juventud, después de una tradición en la cual la diferencia entre tiranía militar y democracia burguesa en medio siglo ha sido sólo de represión uniformada o sostenimiento de las costumbres.
Hace algunos años la incomodidad de un amplio sector, especialmente los más jóvenes, fue un timbrazo de alarma que asustó a varias democracias y a una población económicamente exitosa que vive algo mejor, pero igual que siempre. La sociedad chilena sigue siendo la misma de siempre. La izquierda y la derecha se respetan democráticamente pero se odian humanamente. Y ninguno olvida las represiones.
Una mayoría chilena quiere cambios que la importante minoría busca pero teme. Boric no es una solución, es otro grito de alarma. Un grito que por su fanatismo e ignorancia puede destruir el Chile actual porque los chilenos seguirán sin entenderse entre sí. Cada extremo tiene sus propias reglas de juego, una división que ha derrotado al estupor de Piñera y a los reclamos de la juventud.
Un país dividido entre una poderosa izquierda democrática y una poderosa derecha democrática, que se alternan pero no se tragan. Que Boric sea un cambio no significa que eso cambie y que no termine tragándose a Boric con una economía que entra en problemas.