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Política y «servicio público»

La moderna politología -que duda cabe- ha contribuido a despertar interés por 1a política, strictu sensu así como a transmitir un mejor conocimiento de la misma, sobre todo en sus aspectos teóricos.

Nuestras sociedades contemporáneas se han beneficiado de tan encomiable diligencia pero, valga la paradoja, la difusión de esos conceptos doctrinarios ha servido también para alimentar las posturas de la anti-política que hoy día se extienden en la mayor parte de nuestros países, merced, entre otros factores, a la prédica anticorrupción y al formidable apoyo que a ese respecto le conceden los diversos medios masivos de comunicacion. Desde esa óptica, el ejercicio de la política aporta el caldo de cultivo a la corrupción, la promueve y la fortalece y los políticos, salvo contadísimas excepciones, son personajes nefastos que se valen del soborno y el tráfico de influencias, entre otras prácticas, para su enriquecimiento personal. En tal virtud, dentro de este predicamento, los partidos políticos deben ser erradicados del seno de la sociedad y reemplazados por otras estructuras sociales mas cónsonas con la modernidad para así alcanzar la ansiada meta de eliminar la corrupción y sus funestas secuelas. Esta clase de planteamientos, aplicados al caso específico de Venezuela, cobran mayor fuerza en la medida en que nos acercamos al proceso electoral que deberá tener lugar el entrante año. Las encuestas de opinión no cesan de indagar sobre el particular y aseguran buena parte de ellas que en diciembre del 98 se consagrará la extirpación de los «malvados partidos políticos». Sin mayores análisis, desprejuiciadamente, observo en ese discurso una contradicción evidente: la totalidad de los países que conforman el Primer Mundo, o sea, las naciones desarrolladas del planeta, están regidas por gobiernos democráticos; son estados de derecho, donde los partidos políticos son instituciones fundamentales para la buena marcha de la sociedad. No son sociedadaes perfectas, la perfección en política linda con la utopia pero funcionan con apego a los criterios conocidos, antiquísimos por lo demás, que señalan que la democracia es el «menos malo» de los sistemas de gobierno. La corrupción existe en todas ellas, en mayor o menor medida, al igual que la política pero a nadie se le ocurre el despropósito de que para combatir a la primera y adecentar la segunda, es menester liquidar a 1a democracia y eliminar los partidos políticos. Por ello, estimo que nuestros países en vias de desarrollo, con aspiraciones a transformarse en desarrollados, a ingresar en el exclusivo club del Primer Mundo, lograrían su objetivo fortaleciendo la democracia y no, debilitándola y en ese sentido la política y la clase política constituyen elementos de primer orden a tomar en cuenta.

En este orden de ideas creo que se hace necesario rescatar 1a noción de la política como «servicio público», que era como la entendíamos quienes hace ya más de cincuenta o mas años nos acercamos a militar en las nacientes agrupaciones políticas de entonces que, sin duda, contribuyeron a moldear buena parte de las instituciones de la Venezuela contemporánea. Ese «servicio público» es el que debiera reclamar la ciudadanía a fin de garantizar el ejercicio de la soberanía, fortalecer el estado de derecho, promover y respetar los derechos humanos, dar la cara frente a la corrupción y afinar los mecanismos democráticos para que la gestión pública sea más transparente y trascienda los diferentes estratos de la sociedad.

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