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La revolución que esperan los militares

El año pasado se retiró con honores de la carrera el almirante William A. Owens, vicepresidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de los Estados Unidos de América, que es como decir la junta integrada por los principales jefes ejecutivos de profesión militar de esa gran corporación de corporaciones de tierra, mar y aire que es la institución armada norteamericana, y que depende directamente del Presidente, que allá como acá en Venezuela es, en razón de su cargo, el comandante en jefe, pero que tiene un ministro civil de la Defensa y unos secretarios de Estado, también civiles, para cada rama de las Fuerzas Armadas.

El almirante Owens provocó una revolución, tal vez la más profunda y transformadora que se ha producido en el pensamiento militar norteamericano desde la época del aviador teniente-coronel Billy Mitchell. Sin embargo, William Owens logró sobrevivir profesionalmente, al contrario de lo que, según lo demuestran los casos históricos como el de Mitchell, suele sucederle en cualquier país del mundo a los oficiales atrevidamente innovadores e intelectualmente activadores de cambios, que por lo general terminan, más temprano que tarde, frenados en su carrera por las fuerzas arrolladoras y atropellantes de los detentores del statu quo.

El caso es que la nueva revolución llamada cada vez más la revolución en los asuntos militares dentro del Pentágono es el desarrollo impetuoso de lo que todos conocemos como la tecnología de la información. La contribución del almirante Owens consistió en lograr poner el crecimiento exponencial del poder de la computación, las capacidades de las telecomunicaciones y la alta precisión de los instrumentos de dirección de las armas, dentro de una estructura sistémica militar, es decir, ‘un sistema de sistemas’, como él mismo lo describió y finalmente lo vio funcionando en la guerra del golfo, en 1990.

‘La interacción de las capacidades de inteligencia y vigilancia, alta capacidad en comunicaciones, y proyectiles guiados dijo una vez Owens le dará al espacio de batalla de los Estados Unidos el dominio de una gran área estratégica permitiéndonos llevar este conocimiento rápida y seguramente a nuestras fuerzas que, equipadas con armas de largo alcance y exactitud, pueden reaccionar con gran precisión, alta velocidad y efecto’.

Lo que diferencia y distingue el nuevo pensamiento militar que emerge hoy día evangelizado por la ciencia de la información y representado en Estados Unidos por Owens y otros militares revolucionarios del pensamiento tradicinal y caduco del Pentágono y de no pocos ministerios y estados mayores alrededor del mundo, que todavía andan detrás del negocio del equipamiento y lo único que esperan de las armas es que tengan más poder de fuego, es que la nueva manera de utilizar la fuerza militar es más bien cualitativa antes que cuantitativa.

Lo que realmente interesa de estas innovadoras doctrinas y de las tecnologías militares, con sus implicaciones en las decisiones políticas nacionales o multinacionales, es que de ellas puedan emerger en el resto del mundo Fuerzas Armadas profesionales, de mucho menor tamaño que los modelos actuales, más horizontales, con menos ‘escalones de mando’ y menos escritorios (menos generales y almirantes) pero de una gran efectividad, capaces de operar tecnologías avanzadas y resultar a la larga cuerpos militares que, no obstante ser tal vez más costosos, resultan en la práctica más económicos y válidos para cumplir su misión.

En efecto, todo lo que se haga en Venezuela en el campo de la reforma del Estado, incluida la transformación de las Fuerzas Armadas, para provocar los cambios que hacen falta, a objeto de modernizar las instituciones, deben pasar por la revolución de las estructuras estratégicas y tácticas, llevadas de la mano de la informática.

Las Fuerzas Armadas Nacionales deben aprovechar que Venezuela es uno de los países con más alta densidad en equipos y aplicaciones de computación, para que la ciencia de la información contribuya a la transformación del sistema de seguridad y defensa nacional en uno de los más versátiles y de más rápida reacción de América Latina, que tendrá que adaptarse a la globalización y la capacidad de competir de la integración hemisférica, que no tarda mucho en llegar. Para esto es necesario que a todos los militares venezolanos, cualquiera que sea su grado, categoría o especialidad, se les obligue por formación, por entrenamiento y por exigencia del servicio, a conocer y practicar el empleo de los medios de información electrónicos como instrumentos de trabajo tan necesarios como las armas convencionales.

A estas ideas le salen ya al paso muchos adversarios, que finalmente tendrán que rendirse ante la evidencia de que sin el dominio de la tecnología de la información ningún ejército del mundo podrá ni siquiera dar un paso. La revolución es pues tecnológica, pero como serán siempre seres humanos los que estarán operando las máquinas, la revolución que esperan los militares venezolanos es la de que sean los principios y valores éticos y morales los que inspiren el desarrollo de la moderna competitividad de las Fuerzas Armadas y de todo el país.


El Universal Caracas, viernes 13 de junio, 1997

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