La cumbre de Amsterdam: Tópicos y equívocos en torno a la UE
Amsterdam.
En la disputa suscitada tras las pasadas elecciones franceses y la consiguiente llegada de los socialista al Gobierno con Lionel Jospin a la cabeza, se emplea a menudo con calculada astucia el lenguaje de lo políticamente incorrecto en la Unión Europea, todo un glosario de tópicos y de equívocos con los que se intenta confundir un debate intelectual con un debate moral. Pero conviene no dejarse confundir por las apariencias.
Europa de los mercaderes. La Unión Europea nació para que nunca más hubiera una nueva guerra en el continente. Ese sigue siendo su aliento profundo. Los padres de aquel proyecto creyeron que en Europa no habría mejor motor para la unidad que el mutuo interés económico y su encarnación en el mercado único. Así nació esta «Europa de los mercaderes», tal vez alicorta en sus ambiciones, pero eficaz en el cumplimiento de una misión no tan prosaica como se quiere hacer ver.
Europa del desempleo. Nadie quiere estar en contra del empleo y cualquier iniciativa con su marchamo está destinada a arrasar en ventas. Aunque no haya nada bajo su envoltorio. Hasta ahora los grandiosos titulares sobre lucha contra el paro desde la Unión han sido mera retórica. Mucha retórica contra una tragedia. No ha habido más que la repetición de recetas que, por su impopularidad, casi ningún Gobierno se ha atrevido a ejecutar. El Gobierno francés también tiene un gran éxito de ventas en empleo, pero están por descubrirse todavía sus geniales ideas.
Europa monetarista. La Unión Monetaria, por lo visto, es monetarista y, como esta redundancia suena bastante fea, hay quienes esperan una Unión Monetaria humanista. El monetarismo es una subrepticia descalificación de ese compromiso de no gastar por encima de las posibilidades -criterios de Maastricht, Pacto de Estabilidad-, suscrito, en parte, para dar credibilidad al euro y, en mucha mayor parte, por simple sentido común. Lo humanista para los enemigos del Tratado de Maastricht es gastar por encima de las posibilidades o, en caso de última consolación, refunfuñar contra la severidad de las cuentas.
Europa de los banqueros. Hay a quien parece molestarle que, en el proceso de creación del euro, se tenga muy en cuenta lo que dicen los Bancos nacionales, preocupados por el control del gasto y de la inflación. El grado de independencia del futuro Banco Central Europeo, la conveniencia de que éste tome como ejemplo al Bundesbank o de equilibrarlo con un mayor contrapeso político es un interesante debate intelectual. Pero, al margen del debate, el control de los precios y del gasto que piden los Bancos nacionales antes de lanzar el euro no tiene por que ser nefasto. El sentido común dice lo contrario. España es un ejemplo de que el control del déficit y de la inflación crean empleo.
Europa de los burócratas. Como en toda Administración, en Bruselas también hay funcionarios. En los Estados nacionales la profesión de funcionario está casi tan mal vista como la de banquero. Es un interesante debate intelectual el de si a un órgano no elegido como la Comisión se le deben otorgar más poderes políticos o si se le debe convertir en una secretaría ejecutiva.
Pero lo que molesta de Europa es que a veces tenga ideas: acertadas o no, rápidamente se las descalifica como ocurrencias de burócratas. Pero Europa es un reflejo de lo que somos y no un capricho de funcionarios: Europa está también integrada por los diputados del Parlamento, por los jueces del Tribunal de Luxemburgo, por los auditores del Tribunal de Cuentas y por todos los Gobiernos y funcionarios de los Estados miembros.
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