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El secuestro de la Embajada de Japón en Perú y la Mediación como Mecanismo de Solución de Controversias

Elementos de la crisis:

No es menester poner en duda la importancia de lograr la liberación de 72 rehenes capturados inocentemente. Es indudable que los secuestradores al actuar al margen de la ley se arriesgan a tener respuestas tan violentas como su acción. El secuestro de la residencia del Embajador de Japón en Lima, Perú, constituye uno de los hechos de violencia más significativos a nivel Hemisférico en los últimos años, tanto por su magnitud como por el proceso de democratización por el que han transitado nuestros países y sobre todo dados los importantes avances que en materia de lucha contra el terrorismo había logrado Perú, considerándose un proceso muy exitoso.

La realidad pareció ser otra a lo largo de las 18 semanas que duró el asedio a la residencia diplomática, en lo que resultó un complejo proceso lleno de especulaciones, presiones de la opinión pública, incidentes y acusaciones sobre la viabilidad de las conversaciones. El Movimiento Revolucionario Tupac Amaru – MRTA, logró captar la atención de la opinión pública internacional a lo largo de estos meses sobre la situación política y social de Perú, acción que fue capitalizada a través del uso de diferentes medios de comunicación, con una red de contactos a nivel internacional que funcionó de manera eficiente.

No es menester detallar el desarrollo de la crisis, sin embargo es importante recordar que desde su inicio se estableció una Comisión de Garantes, conformada por el Monseñor Juan Luís Cipriani, el Embajador de Canadá Anthony Vincent y Michel Minning representante de la Cruz Roja, que tenía el cometido de mediar entre los secuestradores y el Gobierno Peruano, representado por el Ministro de Educación Domingo Palermo, con el objeto de facilitar una solución al problema.

Valdría la pena caracterizar el conflicto con el objeto de definir qué posibilidades reales existían para su solución y hasta que punto la acción facilitadora o mediadora de la Comisión de Garantes era una empresa sin destino. Los elementos que presentaremos a continuación conforman lo que sería el ámbito de la negociación y definen el marco de referencia en que se desarrolló el conflicto.

En este conflicto existían una serie de elementos negativos que presentaron obstáculos no sólo al diálogo directo entre las partes, sino que tuvieron un efecto negativo sobre la acción mediadora de los garantes, los cuales parecen haber tenido poco margen de maniobra de cada parte. De acuerdo con los elementos definidos por Deutsch y en base a las informaciones de prensa y percepciones que se han podido definir a lo largo del conflicto, el Gobierno Peruano y el MRTA tuvieron las siguientes percepciones que pesaron en toda la crisis y que debieron ser evaluadas con el objeto de ajustar la acción mediadora a la realidad que presentaba el conflicto:

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Elemento MRTA Gobierno Peruano
Proceso competitivo: objetivos en oposición de carácter excluyente. Secuestro como instrumento de negociación y presión. Liberación de rehenes como instrumento de orden y control.
Percepciones erradas y opiniones preconcebidas: Distorsión de opiniones. Interpretación maniquea de los hechos. Uso de estereotipos. Alta percepción del Gobierno como opresor y violador de derechos humanos y de las minorías desposeídas. Alta percepción del movimiento terrorista como enemigo de la paz y del progreso, sin justificación ética ni moral.
Carga emocional: ansiedad, molestia, irritación, frustración. Pérdida de la racionalidad. Alta carga emocional contra el Gobierno que encarna y es culpable de los males de la sociedad. Alta carga emocional contra el MRTA, quien viene a suspender los progresos que en todos los ámbitos se han logrado en el Perú.
Aspectos Difusos: los aspectos centrales de la disputa pierden claridad y comienzan las generalizaciones. Muchas veces se introducen nuevos aspectos sin relación. Se pierde claridad de como se inició la controversia.
El objetivo está claro. Existe un aspecto central.
Comunicación decreciente: las partes dejan de comunicarse con aquellos que no están de acuerdo con ellos. Bajo nivel de comunicación. El diálogo a través de los garantes fue suspendido en diversas ocasiones. Comunicación deficiente con la otra parte.
Compromisos rígidos: las partes se encierran en sus posiciones. Pierden la voluntad de ceder por miedo a perder credibilidad o ser percibidos como débiles. Alto nivel de rigidez. Posiciones cerradas e intransigentes.
Diferencias magnificadas, similitudes minimizadas: se resaltan los aspectos que separan y minimizan los que unen. Percepción de lejanía superior a la realidad.  Alto nivel de magnificación de diferencias que conlleva a un diálogo sobre premisas falsas y más dependientes del prestigio que dirigidas a la solución del conflicto.

Los elementos anteriores definen entonces una situación donde existían pocos aspectos que permitieran vislumbrar una solución negociada debido al alto nivel de conflictividad que presentaban.

De hecho, si complementamos los elementos anteriores, que se refieren básicamente a la percepción de las partes y a las actitudes que dificultan el diálogo y que tienen un efecto negativo en la solución del conflicto, y pasamos a valorar los elementos intrínsecos a las partes, relacionados con definiciones más objetivas de cuales serían las características de los elementos básicos que componen la controversia y el nivel de conflictividad que reflejan a la luz de la factibilidad de ser resueltos con mayor o menor dificultad de acuerdo con su complejidad, tendríamos la siguiente situación:

 

Elemento Característica Nivel de conflcitividad
Importancia del Problema Asunto de principio y valores para ambas partes. Etica y precedente tienen un gran valor. Muy Alto para ambas partes.
Nivel de Riesgo Lo que se pierde o se gana es grande y tiene consecuencias profundas. Muy Alto para ambas partes.
Nivel de interdependencia entre las partes Grado en el cual el resultado de una parte determina el de la otra. Muy Alto. Suma cero.
Continuidad de la relación Una sola o largo plazo. Alto. A largo plazo pero con intereses opuestos.
Estructura de las partes Organizadas. Cohesionadas y con liderazgo fuerte. Medio. Facilita el diálogo eficiente.
Factibilidad de presencia de tercera parte Existencia de una Comisión de Garantes. Medio en la medida en que la tercera parte logre mantener el diálogo.
Percepción de desarrollo del conflicto y estado de balance de la relación. Desbalance. Cada quién trata de mantener su posición. Muy alto.

De nuevo tendríamos que el nivel de conflictividad del problema era muy alto, por lo que su factibilidad de ser negociado con un resultado aceptable para las partes era muy lejana. Podríamos afirmar que el diálogo entre el MRTA y el Gobierno Peruano estuvo plagado de situaciones donde la alta carga emocional, la comunicación decreciente, la rigidez de las posiciones y la magnificación de las diferencias estuvo presente. Asimismo, la importancia del problema para ambas partes, el nivel de riesgo que suponía una victoria o derrota, y las características suma cero de la situación establecían graves escollos a una solución negociada.

Este análisis, básico en cualquier acción de mediación, permite entonces vislumbrar cuáles son los verdaderos riesgos y qué posibilidades de acción se podrían ejercer para llevar la situación a una solución negociada, que evitase el uso de la fuerza.

Una serie de explosiones y la acción rápida y certera de fuerzas especiales peruanas, entrenadas durante más de 45 días bajo el nombre de Chavin de Huantar logró el cometido del gobierno: liberar a los secuestrados y aniquilar a los secuestradores.

Exito o fracaso, depende de la percepción de cuál es el bien superior que se espera lograr en una situación con estas características. Es indudable que la vida de los rehenes era la prioridad mayor. Pero también se podría afirmar que existían, o debieron existir, otros intereses tan altos como la vida humana, y son aquellos relacionados con los principios justicia en el respeto de la vida de los secuestradores que estaban negociando una solución, respeto por el papel de los mediadores que arriesgaron no solo su integridad física sino también la moral y espiritual, y el respeto a instituciones como la mediación que se ve vulnerada por la acción desarrollada.

[2]

De muchas preguntas que surgen, tal vez dos son en mi opinión muy relevantes: 1. ¿Qué costos y que beneficios tuvo esta operación para procesos similares, y sobre todo en relación con la credibilidad de instrumentos como la mediación y actores internacionales como la Cruz Roja o la Iglesia Católica?. 2. ¿En qué falló la mediación o los mediadores en el proceso que llevó al desenlace de la crisis?.

Mediación o intermediación:

Es indudable que a nivel de opinión pública la acción de la Comisión de Garantes evolucionó de una humanitaria, al actuar como canal para satisfacer las necesidades de los secuestrados, hacía una de mediación al establecer los canales de comunicación entre el gobierno y los rebeldes y participar en el diálogo. Y decimos a nivel de opinión pública, por que habría que determinar si los objetivos y los elementos de lo que se define como mediación estuvieron presentes en la crisis o si por el contrario se ejerció una simple acción de intermediación, acción que tiene objetivos y compromisos menores a la mediación.

Se considera que la mediación es una extensión del proceso de negociación que conlleva la intervención de una tercera parte aceptable por las personas o grupos en conflicto, la cual tiene un poder de decisión escaso o limitado. Esta persona o grupo de personas asisten a las partes en el logro de soluciones voluntarias y mutuamente aceptables, dejando este poder en manos de los actores del conflicto. Entonces, la mediación es un proceso voluntario en el que los participantes deben tener la disposición de aceptar la asistencia o intervención del mediador en la búsqueda de una solución, como resultado de la percepción de las partes de que ellos no pueden manejar el conflicto por sí solos.

Un mediador debería por consiguiente ser llamado a intervenir en un proceso de negociación cuando:

  • Las emociones de las partes son intensas e impiden una solución.
  • La comunicación entre las partes es pobre en calidad o cantidad y el diálogo no puede ser mejorado por las partes sin intervención externa.
  • Las percepciones falsas o los estereotipos impiden intercambios productivos.
  • Se repiten comportamientos negativos que colocan barreras al diálogo.
  • Existen aspectos múltiples en la controversia y las partes están en desacuerdo sobre la forma y la combinación en que deberían ser revisados.
  • Existe percepción de intereses y valores conflictivos que las partes tienen dificultades en reconciliar.
  • Las partes no tienen un procedimiento de negociación, están utilizando uno errado o no están utilizando los procedimientos con el mejor tino.
  • No existe una estructura apropiada para las negociaciones.
[3]

Podríamos afirmar que la categorización anterior presenta factores que se pueden identificar en la crisis objeto de análisis y por ende existía espacio para la mediación. Hay otros factores que tal vez no fueron suficientemente evaluados y que pudieron influir en la acción mediadora.

Entre los elementos fundamentales de la mediación se encuentra el importante aspecto de que el mediador sea una tercera parte que no tenga una participación directa en la controversia. Valdría la pena analizar este primer punto para determinar qué significa no tener participación directa en la controversia y si este elemento se cumplió con la Comisión de Garantes. Desde un punto de vista formal, podríamos decir que los garantes no tenían participación directa en la controversia en la medida en que no son representantes del MRTA o del Gobierno Peruano. Sin embargo, desde el punto de vista psicológico y emocional no está claro si los garantes eran personas que no tenían participación directa en la controversia, visto el hecho de que habían sido rehenes y por ende tener un compromiso moral con los secuestrados. Este factor que normalmente no se evalúa puede tener consecuencias en el proceso de mediación, en la medida en que el mediador pasa de ser agente desinteresado a mediador benevolente con interés en el proceso.

Otro aspecto muy importante para la mediación es la aceptación de las partes del papel del mediador en las labores de búsqueda de una solución. En el caso que nos ocupa, la aceptación de los garantes no fue tarea fácil, con diferentes interrupciones del diálogo tanto por parte del Gobierno Peruano como del MRTA.

El papel de generador de confianza y mantenedor de credibilidad como aspectos centrales que sustentan el diálogo sobre bases de equidad y justicia son dos elementos igualmente importantes.

Es muy difícil determinar si el papel de mediación que ejerció la Comisión de Garantes cumplió con los elementos y acciones que permiten el éxito de la mediación como mecanismo de solución de controversias. Las informaciones de prensa no dan detalles de las acciones específicas que se desarrollaron en pos de la solución de la crisis, sin embargo, existen algunos factores que podríamos decir son sintomáticos de la forma en que fue manejado el conflicto. Tomemos algunos de ellos para evaluar su aplicación o no:

En el caso de la creación de canales de comunicación, tal pareciera que la acción de mediación tuvo poco éxito en esta labor de creación de canales de comunicación directos y estables que facilitaran el diálogo. La misma suspensión del proceso en diferentes oportunidades podría ser evidencia de ello.

De acuerdo con Monseñor Cipriani, el MRTA y el Gobierno peruano había logrado acuerdos para mejorar las condiciones de las prisiones en Perú en colaboración con el gobierno japonés, revisar las condenas y los procesos legales de los prisioneros del MRTA y dejar que los secuestradores viajaran a Cuba. En este caso la Comisión de Garantes cumplió con el cometido de explorar el problema con el objeto de ayudar a las partes a lograr soluciones satisfactorias. De hecho, con la ampliación de las posibles soluciones se podía facilitar la conclusión del conflicto.

Sin embargo, Monseñor Cipriani dijo que «no pudieron cambiar la interpretación de la ley para liberar los presos del MRTA. Le solicitamos a los secuestradores abandonar esta demanda, pero no lo hicieron hasta el final». Expresó que las lágrimas que derramó al final fue porque lamentaba no haber logrado cambiar la idea de los secuestradores. Lo anterior es evidencia de que la acción de educar a los negociadores del MRTA para que tuviesen a la mano elementos de análisis que le permitieran evaluar mejor la situación, la acción de expandir los recursos disponibles brindando asistencia o conocimiento que permitiera entender mejor la situación, el papel de agente de realismo en la generación de soluciones posibles, entre otras, no fueron ejecutadas con eficiencia en el proceso de mediación.

Posteriormente, el 29 de abril declaró que «no se habían logrado progresos por varias semanas, debido a que el MRTA se mantuvo en sus demandas de que fuesen liberados sus camaradas presos», según lo informado por Reuters. Las conversaciones entre el gobierno peruano y los secuestradores habían estado suspendidas desde el 12 de marzo, a pesar de las gestiones conjuntas y separadas de los mediadores para lograr una reanudación del diálogo. Asimismo expresó que ninguno de los miembros de la Comisión de Garantes había sido informado por el Presidente Fujimori o por alguno de sus gestos de que procedería de la manera que lo hizo». Estas informaciones sugieren la ausencia de acciones efectivas para reactivar las conversaciones, bien sea a través del liderazgo o mediante la recomendación de procedimientos, la falta de realismo tanto de las partes como de los mediadores sobre el agotamiento del procedimiento en la forma en que se había desarrollado y sobre todo por parte del MRTA la ausencia de objetivos de contingencia y acciones alternativas que permitieran mantener en perspectiva el riesgo que se corría con la prolongación de la crisis.

Otro de los elementos más importantes en la mediación es la garantía que ofrece el mediador de que el proceso se esta manejando con equidad y transparencia, sin dar ventajas a una de las partes. El hecho de que uno o varios micrófonos hayan sido introducidos en la residencia japonesa, a pesar de las garantías que asumía la Cruz Roja Internacional, es un elemento que sin duda alguna pone en entredicho la credibilidad de este ente en su acción de mediación.

El desenlace de la crisis tuvo efectos negativos sobre la credibilidad de la mediación como instrumento de solución de controversias. Este hecho es insoslayable y tiene su génesis en una seria de acciones.

Primero, el proceso de diálogo no se había agotado públicamente. Y digo públicamente, por que no es sino después del desenlace que se sabe que el diálogo estaba estancado a pesar de las gestiones de lo garantes. Este hecho per se determina una falta a la confianza mutua y la inexistencia de respeto por las acciones de la otra parte, incluyendo factores como la equidad y la justicia que en teoría guían un proceso de este tipo.

Segundo, la acción mediadora pareciera no haber cumplido con los requisitos indispensables que garantizan su éxito. La intervención de los garantes, sin duda alguna guiada por los más altos intereses de contribuir a la solución del problema, parece haber fallado en múltiples aspectos fundamentales. Tanto es así, que al final se ha interpretado la mediación como una acción dilatoria que permitió al gobierno peruano cavar los túneles y no como un proceso que se esperaba solucionara la crisis.

Tercero, el elemento ético relacionado con la forma que tomó el rescate en las postrimerías de su solución dejan presente cierta perplejidad por lo que se podría definir como falta de límites claros del gobierno peruano en relación a las consecuencias que desde el punto de vista de derechos humanos y de respeto a las leyes más comunes del hombre significa la acción y la patente satisfacción con que se asumió la perdida de vidas humanas en la operación de rescate. Uno de los aspectos más interesantes es el efecto de este hecho sobre la opinión pública y la popularidad del Presidente Fujimori.

El resultado inmediato de la liberación de los rehenes fue el aumento considerable de la popularidad del Presidente Fujimori. El 26 de abril, dos días después de la toma de la residencia, las encuestas subieron de 45% a 74%. El nivel de rechazo bajó de 53% a 21%. En cuanto al uso de la fuerza para liberar a los secuestrados, únicamente el 46% lo favorecía antes del asalto, pasando a 85% después del mismo.

Sin embargo, en una encuesta posterior del 30 de abril, 64.5% de los peruanos consideró que el gobierno estaba aprovechándose de la liberación de los rehenes con motivos políticos. Otra encuesta de 400 residentes de Lima determinó que el 46.8% considera que Fujimori ordenó la operación debido a su «preocupación por su futuro político». Tan sólo 27.5% expresó que sus motivos eran «lo que era necesario para el país».

Tenemos entonces un proceso muy complejo donde se realizaron acciones que tuvieron en principio una motivación positiva, donde las partes trataron por un tiempo de lograr un acuerdo mediante el diálogo facilitado por la Comisión de Garantes. Asimismo, el gobierno peruano realizó planes de contingencia para solucionar el conflicto en caso de que no existiera la posibilidad de una solución negociada. Queda la duda si el momento en que se decidió la acción era el más adecuado desde el punto de vista de la dinámica del diálogo y del proceso que se desarrollaba. Por otra parte, el MRTA parece haber actuado en base a posiciones dogmáticas y haber ignorado la realidad y el contexto donde se desarrollaba la negociación. La actitud suma cero asumida en el manejo del conflicto impidió obtener objetivos maximales desde el punto de vista de la realidad presente. Por su parte, la Comisión de Garantes asumió el papel de mediación con variados elementos en su contra. La posibilidad de diálogo estaba negada en lo más profundo de las posiciones de dos partes que simplemente están en guerra. Las percepciones e ideas preconcebidas demostraron ser profundas y la habilidad para desarrollar de manera exitosa acciones más creativas y positivas probaron ser prácticamente inexistentes.

En consecuencia, se observan las siguientes fallas en el proceso de mediación:

1. Como pudimos observar, hubo algunas acciones que no fueron ejecutadas por la Comisión de Garantes. Esa situación tal vez aparente o real, bien sea por omisión o por fracaso en su ejecución, impidieron la expansión del proceso y la ampliación de opciones valederas a las partes en conflicto. Esta situación no es de entera responsabilidad de los garantes. Los mediadores dependen en su acción de la voluntad de las partes, y como pudimos observar, tal pareciera que esa voluntad no estuvo siempre presente.

2. El punto anterior tiene que ver con el realismo con que se evalúa un escenario de mediación:

  • En este caso, la Comisión de Garantes no percibió de manera clara los límites de la situación, los elementos de poder y los intereses que estaban envueltos. Esta falta de realismo les llevó a seguir en un proceso que desde el punto de vista conceptual y práctico estaba agotado.
  • El MRTA no evaluó de manera clara cuáles eran sus elementos de poder ni consideró que el tiempo actuaba en su contra. Tampoco parecieron considerar la situación política interna del Perú al evaluar la posibilidad de mantener una situación sin un desenlace trágico como el sucedido. Al ignorar el MRTA la realidad política peruana y el tipo de liderazgo del Presidente Alberto Fujimori, al no considerar la suspensión del diálogo por más de 30 días y la posibilidad de que se ejecutaran acciones de fuerza, bajando la guardia de manera constante y predecible, simplemente actuó con una falta de realismo insospechable.

3. Pareciera, de acuerdo con los hechos, que la mediación fue utilizada por el Gobierno del Perú como táctica de dilación que permitiera la acción de fuerza, con una planificación profunda, que no escatimó ni en el uso de recursos materiales y tecnológicos ni en el tiempo empleado para su preparación. Este hecho en sí mismo tiene graves implicaciones éticas desde el punto de vista de la mediación y coloca este mecanismo bajo escrutinio. De hecho, no se espera que en una negociación o mediación las partes no cuenten con escenarios alternativos de acción. Simplemente se espera que la ejecución de estos escenarios se haga mediante el respeto de los compromisos asumidos en el proceso o mediante su denuncia pública a seguir con su aplicación.

Finalmente, la mediación como acción trasciende la intermediación o facilitación de los contactos y del diálogo. Es un arte como el de la negociación, donde el mediador con su acción o inacción ayuda a definir el tono del diálogo, y con sus acciones o movimientos genera reacciones y decisiones que usualmente tienen una lógica racional. Es este último aspecto tal vez el más difícil y el que menos se comprende. Mediar es un arte tan sutil y complejo que equivocar una acción, un gesto, una palabra o un momento puede tener efectos profundamente perjudiciales en el proceso, donde las partes pierden en segundos lo que a veces tardó meses en ser construido. Tal vez eso fue lo que pasó en este proceso, en el que una parte decidió imponer la fuerza, de la misma manera y con connotaciones filosóficas símiles a las que resultaron de la toma de la Embajada de Japón en Perú.

1. Deutsch, M. The Resolution of Conflict, New Haven, CT, Yale University Press, 1973.

2. Según reportes de prensa, algunos de los secuestradores confirmaron la aniquilación de varios rebeldes con tiros de gracia a pesar de su rendición. El propio Ministro de Relaciones Exteriores de Japón declaró haber recibido tal información de secuestrados japoneses. Participantes de la fuerza de ataques confirmaron el objetivo de aniquilación de los secuestradores.

3. Moore, C. The Mediation Process, Jossey Bass, San Francisco, 1996.

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