Cultura y globalización
Ya a Caracas no vienen las orquestas de años atrás; ahora los espectáculos son de alto costo. Y las fiestas patronales, ¿dónde las iremos a ver? A pesar de tanta cultura rock en los medios, Simón Díaz seguirá figurando. ¿Por qué será que los americanos siguen buscando «la pajita en el hombro» a las exportaciones chilenas? Y ni se diga de la gasolina y la orimulsión venezolana. Un amigo me contaba en estos días que los muchachos se matan por unos zapatos que utilizan los mejores jugadores de basquet norteamericanos es, simplemente, producto de ese nuevo fenómeno de cultura y globalización.
Mejor no sigo haciéndome estas preguntas ya que, cuando pienso en la muerte de Lady Di y de la Madre Teresa, el tiempo de horas y espacios en los medios de comunicación, sin querer compararlos con los sucesos de O.J. Simpson, la verdad es que descubro que tiene un significado grande, pesado y difuso respecto a eso que llamamos la globalización y los países del tercer mundo. En el caso venezolano, le aunamos que es un país al que «El Benemérito» decidió armarlo, atornillarlo y configurarle toda su estructura de país. Esto quiere decir que todavía somos lo que, en términos biológicos, llamaríamos un país adolescente.
En esta época de tal confusión no es nada extraño que aparezca un medio como «Venezuela Analítica», un medio adaptado a los tiempos en que vivimos, un medio que tiene una cara distinta cada semana, un medio que se va reinventando en una mesa redonda (la mesa de Emilio Figueredo) donde se han sentado guerrilleros, políticos, colombianos e intermediarios venezolanos en la búsqueda de soluciones para el hermano país; en una mesa donde se sientan jóvenes venezolanos totalmente distintos a las generaciones anteriores; y cuando escribo distintos, entiéndase distintos de verdad. Unos jóvenes que van educándose, reflexionando, planificándose, reinventándose cada segundo frente al reto de una revista que se ha transformado a través de una visión de futuro en una plataforma de la cultura venezolana del nuevo milenio. Vale la pena destacar que estos jóvenes, que conforman el equipo de «Venezuela Analítica«, están signados por el espíritu al cual yo llamo «el espíritu de la estrella de mar», que cuando se le desprende una punta le crece una nueva para continuar siendo estrella, y el brillo está representado en pequeños diamantes de energía autoregenerativa.
Ahora bien, ¿por qué hablo de «Venezuela Analítica»? No porque son simpáticos, no porque me tienen muy distraído con sus artículos, no porque son mis amigos. Más bien se debe a que en estos tiempos, cuando la pasión, la moda, la locura de los efectos de la globalización en países como Venezuela son asunto de «camisa de once varas» o, mejor dicho, de seguridad nacional, es necesario prestarle atención a todas aquellas manifestaciones que den la cara hacia los efectos, felices o ingratos, de este fenómeno globalizante. Esos efectos deben de tener una musculatura, una dinámica y una fuerza tal, en donde el equilibrio de lo regional, de lo popular, se armonice con el fenómeno global; que podamos ser ciudadanos que comprendamos el mundo que nos toca vivir pero siempre con el delicado y exquisito olor de las raíces que nos dan frutas, jugosas frutas.