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Coro: Nacimiento que se renueva.

El próximo 13 de julio la Iglesia Católica en Venezuela iniciará en Coro, con solemne concelebración eucarística de gran participación y difusión, el «Año Jubilar», conmemorativo del V Centenario del comienzo de la evangelización de la Patria.

El creer en Cristo, el celebrar su Palabra y sus sacramentos, el actuar como Iglesia la misión encomendada a ésta por su Fundador, tiene, por tanto, en nuestro país, una historia ya larga.

Sectas fundamentalistas recientemente llegadas y que agresivamente se autodenominan cristianas hay, que hablan de Cristo como si aquí no se le hubiese conocido y querido desde hace quinientos años. Y como testimonio no irguiese sus vetustos maderos, la Cruz de San Clemente, orgullo de Coro y símbolo nacional.

La profesión de fe («credo») que el Libertador dejó estampada en su testamento expresa de modo muy claro la fe que se había sembrado siglos antes y que marcó la matriz cultural del pueblo venezolano. Prueba patente del hondo arraigo de la fe cristiana católica en nuestra nación, es el hecho de que al producirse la Independencia, con muchas cosas se cortó, pero no con la pertenencia cristiana y eclesial, la cual, al contrario, se asumió con verdad y profundidad. Por ello, para justificar la liberación del tutelaje colonial, se apeló a argumentos explícitamente cristianos.

En el monumento que alberga la Cruz de San Clemente, en pleno corazón de la zona Colonial de Coro, al lado de la Ermita del mismo nombre y a pocos pasos del Balcón de Los Arcaya y la Casa del Sol, el visitante puede leer una inscripción latina, que en castellano suena así: «Esta es la misma Cruz que fue erigida aquí por Juan de Ampíes».

La Cruz de San Clemente evoca el «pacto de caballeros» (Manaure-Ampíes) y la celebración de la primera misa es esa soleada tierra falconiana, matriz de Venezuela. Juan de Castellanos, cronista versificador del siglo XVI dejó recuerdos muy bellos de esos caballeros, así como de la ciudad (caserío), la nación (germen) y la Iglesia (pequeña comunidad) que se asomaban a la historia grande que desde ya desencadenaban.

A la sombra del cují convertido en Cruz nació «Nuestra Señora Santa Ana de Coro», pueblo mixto cuyos primerísimos tiempos registraron entendimiento y paz, reflejados en los versos del cronista. El Papa Clemente VII, siendo Coro todavía una aldea, se aventuró a erigir en la que declaró «Ciudad Pontificia», la Diócesis de Coro y Venezuela, el 21 de junio de 1531 (el año por cierto en que apareció en México La Guadalupe, quien, con el correr del tiempo, desde El Carrizal, al lado de La Vela de Coro, habría de ser la Patrona del pueblo falconiano). Coro, con don Rodrigo de Bastidas a la cabeza, fue la primera diócesis que se creó, se constituyó y persistió en suelo suramericano; y la octava de las Indias, después de Santo Domingo la primada, Concepción de La Vega, San Juan de Puerto Rico, Santa María de la Antigua, Naracoa (Cuba), Yucatán y México.

Cerca de medio milenio después, un creyente enamorado de Coro ha recordado aquel tiempo primigenio con versos y canto que tejen un diálogo: «Muchacho que eres de una patria bella, dime por donde comenzó Venezuela…». «Por aquí comenzó, de médanos y sol, el cují le dio la cruz y El Carrizal una flor. Don Martín y don Juan, caballeros los dos, en Coro se encontraron, Venezuela comenzó. De Clemente llegó la feliz novedad, Don Rodrigo es Obispo de pontificia ciudad».

Tarea de esa coriana Diócesis matriz de Venezuela, según el documento que la constituyó? Esta, ni más ni menos: Servir de «seminario (semillero) espiritual» para todo el territorio. Cumplió esa misión, desde su lugar original y desde Caracas, adonde fue trasladada en 1638 la sede episcopal. La organización de la Iglesia en Venezuela partió de allí, dando origen con el tiempo a un amplio abanico de circunscripción eclesiásticas.

El 13 de julio recibirán todos los obispos que rigen las diócesis de Venezuela una copia de la Cruz de San Clemente, para que la lleven a sus respectivas catedrales y desde allí esa misma Cruz peregrine por todas las parroquias, instituciones y hogares. Cruz misionera, símbolo y animación de la «nueva evangelización», que desafía a la Iglesia en tiempos de quinientos años y de nuevo milenio. En la misa que presidió en el aeropuerto de La Carlota el 11 de febrero del año pasado, Juan Pablo II manifestó: «La Iglesia en Venezuela, heredera de cinco siglos de evangelización, tiene que vivir el gozoso mensaje de Jesucristo y transmitirlo, dentro y fuera de sus confines, al hombre actual y a las futuras generaciones».

El mismo 13 de julio tendrá lugar algo de gran simbolismo y trascendencia: La entrega de la antorcha de la fe. La antorcha significa a Cristo «luz del mundo», esa luz que comenzó a iluminar a Venezuela, a través del dinamismo evangelizador de la Iglesia, hace quinientos años. La antorcha la recibirán jóvenes, quienes la llevarán por todos los rincones del país, para devolverla, después de un largo peregrinaje, en Cumaná, cuando se tenga la celebración culminante del «Año Jubilar». En suelo sucrense, «Tierra de gracia», porque allí comenzó el proceso evangelizador que por factores adversos hubo muy pronto de canalizarse hacia la geografía de los medanales y de los múltiples inicios históricos. De mano en mano juvenil, la antorcha evangelizadora recorrerá calles y caminos expresando el compromiso de los jóvenes por la «nueva evangelización» y la edificación de una nueva sociedad, la civilización del amor.

De Coro a Cumaná la antorcha hará del `98 un año de luz en medio de tantas oscuridades del país. Pero una juventud llena de luz abre horizontes de esperanza.


El Nacional 7 de Junio de 1997

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