Vulnerabilidad e incertidumbre
La incertidumbre podría ser el signo de la economía, más en el 2002 que en este año. Ello se debería a dos factores: un mercado petrolero declinante y las potenciales reacciones del Gobierno. Venezuela es muy vulnerable a las bajas en los ingresos petroleros, aunque los recursos acumulados en el FIEM en alguna medida la han reducido.
En el 2002 los precios del petróleo pueden presentar una tendencia declinante, aún con restricciones en la producción de la OPEP. La Agencia Internacional de Energía estima un crecimiento de la demanda de 0,78 millones de barriles diarios en el próximo año, el cual podría ser superado por el incremento de la oferta no-OPEP. En este escenario, el precio promedio de la canasta de exportación venezolana estaría alrededor de los 18 dólares por barril y las exportaciones petroleras alrededor de 18 mil millones de dólares, inferiores en aproximadamente 10 mil millones de dólares a las del 2000. Obviamente se trata de un escenario, el cual puede no resultar cierto, con errores tanto a la alza como a la baja. De todas maneras, puede que sea un escenario no pesimista. Esto crearía dificultades en el sector externo y en el área fiscal. Además de este potencial problema, la actual distorsión acumulada por la apreciación del tipo de cambio real es muy importante.
Si se produjese un escenario petrolero similar al señalado, ¿cuál sería la reacción del Gobierno? Éste puede suponer que la baja de los ingresos petroleros es coyuntural, e intentar una política relativamente contractiva de gasto público, con financiamiento, y manteniendo el anclaje cambiario, esperando la reversión de la declinación petrolera. Mutatis Mutandi, la política que se aplicó en 1999, la cual condujo a una caída violenta del producto. Sin embargo, los indicios no apuntan a una recuperación de los precios petroleros en el futuro.
Una alternativa es iniciar desde ahora la corrección cambiaria, cuando existe un volumen muy importante de reservas internacionales, dentro del contexto de un programa de reformas estructurales de signo aperturista. El problema de esta opción es su potencial efecto estanflacionario en el corto plazo, el cual habría que intentar reducir. Posponer la corrección cambiaria (y las reformas) sería acumular mayores distorsiones, y la posibilidad de tener que efectuar una corrección más drástica cuando la situación externa sea menos favorable. En un escenario petrolero declinante no existen salidas amigables. Hay que escoger la opción que permita un crecimiento mayor en el mediano y largo plazo. Quizás lo peor, apartando una política de controles, es jugar a que la “suerte” petrolera se revierta en el futuro.