Economía

Venezuela efímera

Vemos y leemos una interesante entrevista que le hace Ana Sequea, una joven venezolana emigrada a Valencia, España, a nuestra estrella gastronómica Sumito Estévez.

         Juntamos nuestras visiones y percepciones con las infinitas reflexiones que a diario hacemos sobre las realidades y el futuro de nuestro país. Después de escuchar a Sumito, enumerar la cantidad de cosas que son efímeras, llegamos a la conclusión de que Venezuela, no solo es un país efímero, sino que está en vías de desaparición.

         El régimen que nos acogota y que hace cuanto le viene en gana, emprendió labores destructivas de la sociedad y de su organización desde bien temprano, a comienzos del siglo. Asesorado y conducido desde la isla vergonzante comenzó a “tantear” la situación cambiando el nombre, la bandera y el escudo nacionales. Siguió con la absurda importación de médicos y entrenadores deportivos cubanos para disfrazar la implantación de un sistema de espionaje grosero y ofensivo para Venezuela y comenzó la ola de confiscaciones que disfrazadas de expropiaciones se han realizado con el fin de acabar con los agricultores y criadores nacionales y parte medular de la industria y el comercio existentes.

         Quisiéramos hacer un paréntesis para repetir otra vez un planteamiento que realizamos, hace unos meses, sobre las mal llamadas expropiaciones.

         Basta leer los artículos 112 al 118 de la Constitución de 1999, para entender y comprender las barbaridades y atropellos que ha realizado el régimen en la materia que ha denominado expropiaciones.

         Basta con entender que esos artículos se encuentran en el Capítulo VII que se denomina “De los Derechos Económicos” para entender y concluir que se han invertido los conceptos de manera de transformar derechos privados en premisas que le han robado a los ciudadanos con el fin de robárselos, tanto los derechos como las propiedades.

         Serían innumerables las referencias e los sucesos y decisiones que el presidente ha violado la constitución nacional con el fin de hacer lo que le da la gana y para manejar el país como si fuera su feudo propio.

         Sería suficiente invocar el descoyuntamiento del orden jurídico referente al equilibrio y la independencia de los poderes públicos para corroborar lo que planteamos. No hablemos de la guerra desatada a la educación privada y al sector universitario serio, a la destrucción del ciudadano.

         Tenemos que referirnos a la situación que está planteada alrededor de la industria de la construcción.

         Venezuela, desde tiempos inmemoriales, ha tenido una industria de la construcción altamente desarrollada y con capacidad técnica y operativa que permitió la construcción de obras que nos llenan de orgullo.

         Ahora, esta soldadesca que se ha apropiado de la nación, concluye que están en el exterior las empresas que nos deben construir, mientras ellos nos destruyen.

         Una empresa brasilera ha sido beneficiaria de inmensos contratos que muy bien pudieron realizar ingenieros y empresas nacionales. Se convoca a chinos para que construyan ferrocarriles cuando hemos visto que una empresa venezolana dirigió y participó activamente en el consorcio que construyó el ferrocarril que une Caracas con los Valles del Tuy.

         Ahora vemos, con vergüenza y tristeza, como se celebran contratos milmillonarios con, no sabemos si son empresas o gobiernos, que poco pueden enseñar a la Venezuela que deseamos y conocimos.

         Revisemos todas las viviendas que construyó el Ministerio de Obras Públicas, el Banco Obrero y todos los entes que le han sucedido. Recordemos la labor profiláctica y de adecentamiento de viviendas que se realizó desde la División de Viviendas Rurales del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social.

         Polito Martínez, Arnoldo Gabaldón, Arturo Luis Berti, Poncho Casanova, Luis Lander, Mario Mauriello, Armando Vegas, Juan Bernardo Arismendi, Luis Roche, Eugenio Mendoza Goiticoa, todos ya desaparecidos y un sinnúmero de continuadores de sus obras, que son hoy capaces, con ventaja, de adelantar programas de construcción de viviendas que llenarían de orgullo a la ingeniería y al gentilicio venezolanos. En las universidades nacionales, en el sector público y muy especialmente en la empresa privada están las soluciones adecuadas al déficit de viviendas que nos acogota.

         Vivimos en un país efímero y en vías de desaparición. Que desastre.

 


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