¿Una hábil movida?
Luego de haber despojado nuestro Banco Central de su autonomía, en el transcurso de la tercera semana del presente mes de febrero, los venezolanos hemos sido testigos de dos anuncios oficiales que, por su trascendencia, deberían haber incitado a nuestros políticos, intelectuales y periodistas a promover grandes discusiones y debates públicos, preferiblemente televisados. No obstante, la opinión pública, lejos de haberse sentido sacudida y, por ende, de reaccionar en la forma alarmada, como de ella era lógico esperarse, se ha mostrado casi indiferente y ausente.
El primero de esos anuncios provino del propio Ministro de Finanzas. Éste informó que todas las divisas que por concepto de regalías, impuesto sobre la renta y dividendos, venían siendo tradicionalmente enteradas por PDVSA al Banco Central, a partir de ahora ingresarán directamente al Ejecutivo. Como resultado de tal disposición, surge naturalmente la pregunta de cual es la finalidad perseguida. La respuesta es obvia y no puede ser sino una sola. Lo que busca el gobierno no es otra cosa que el poder cambiar en bolívares, a un cambio superior al oficialmente vigente, los ingresos fiscales que recibe la nación en dólares americanos. Para ello es imprescindible dejar a un lado el BCV, como receptor único de divisas y operar a través de un mercado paralelo. Su funcionamiento habrá de ser instrumentado en forma legal, en colaboración con los bancos, casas de cambio y de corretaje que operan en el país, permitiéndole así a toda la ciudadanía el acceso fácil, legal y fluido a las divisas “fuertes” durante todo el año.
Adicionalmente, se mantendrá la actual tasa de cambio oficial, de 2.150 Bs./US$, la cual habrá alcanzado, para comienzos del año entrante, un sobre-apreciación acumulada cercana al 60%. Ella seguirá siendo aplicada por CADIVI y subsidiará la importación de los bienes, cuya naturaleza no se considere suntuaria.
Es a través de la adopción de las medidas antes brevemente descritas que el Ejecutivo intentará la difícil tarea de controlar y eventualmente reducir la presión inflacionaria, fuertemente desestabilizadora, que ha comenzado a crearle importantes problemas económicos, sociales y, por ende, políticos a nivel nacional. Por otra parte, el hecho de poder cambiar las divisas, provenientes de los ingresos fiscales producidos por PDVSA, a una tasa más alta que la “preferencial” de 2150 Bs./US$, establecida hace dos años, deberá equivaler a una suma adicional, en bolívares, para el fisco nacional, capaz de compensar la inevitable caída de sus ingresos, prevista para el año en curso.
En efecto, es ampliamente sabido que esta reducción de ingresos fiscales, originada por un persistente precio internacional deprimido de los hidrocarburos, aunado a su tradicional efecto multiplicador sobre el resto de nuestra economía, como también por la anunciada reducción progresiva de la tasa del IVA del 14% al 9%, podría alcanzar una cifra total comprendida entre 11.000 y 13.000 millones de dólares equivalentes. Esta caída expresada en moneda nacional, calculada al cambio oficial actual, se situaría entre 24 y 28 billones de bolívares, cantidad ésta equivalente al 7% – 8% del PIB.
Ahora bien, si consideramos que los ingresos fiscales, aportados por PDVSA al fisco nacional este año, podrían estar alrededor de 23.000 millones de dólares, su cambio en el mercado paralelo debería aportar entonces una diferencia suficiente, capaz de compensar la caída o pérdida citada en el párrafo anterior. La tasa de cambio, eventualmente resultante de dicha operación podría corresponder, en principio, a un promedio anual comprendido entre Bs. 3.200 y Bs. 3.400 por dólar americano.
Al observar el resultado anterior, encontramos dos coincidencias, a saber:
a) Tal como dijéramos al iniciar este artículo, a comienzos de 2007 la inflación acumulada, desde que fuera fijada la tasa de cambio de 2150 Bs./US$, habrá alcanzado un 60% aproximadamente. El nuevo tipo de cambio que corresponderá a dicha pérdida de poder adquisitivo será de Bs. 3440/US$.
b) Como ya se ha señalado antes, el promedio anual de la tasa de cambio, eventualmente a ser aplicada por el Ejecutivo Nacional en el mercado paralelo este año, con el objeto de recibir una compensación equivalente a la reducción total previsible de sus ingresos fiscales, se podría situar igualmente entre 3.200 y 3.400 Bs./US$. Es evidente que el resultado preciso dependerá del comportamiento real de los precios de los hidrocarburos prevalecientes en el mercado internacional en lo que resta del año.
Finalmente, nos encontramos frente a una tercera coincidencia igualmente llamativa. Nos referimos al segundo anuncio hecho recientemente, con mucho entusiasmo y sobrada satisfacción, por el Presidente de la República, al asegurar que nuestra futura moneda nacional, con tres ceros menos, será estrenada el 4 de febrero del año entrante, junto con el triunfante regreso del “cachete”. Esa alusión nos induce a creer que la próxima tasa única de cambio podría ser fijada en 3.35 Bs./US$. Mediante esa hábil estratagema, se pretendería retrotraernos a la Venezuela de moneda fuerte, cuando era gobernada por dictadores militares. Con ello, se buscaría borrar definitivamente los 40 años de democracia representativa que caracterizó la segunda mitad del siglo XX, cuyas políticas económicas, sociales y monetarias, dictadas por el imperialismo yanqui, habrían sembrado las condiciones de miseria y atraso en las que se encuentra aún vergonzosamente sumiso nuestro país, pese a más de ocho años transcurridos desde que comenzó el actual proceso revolucionario renovador.
La adopción del conjunto de medidas antes descrito, podría constituir una hábil movida para convencer, psicológicamente, a buena parte de nuestra ciudadanía de su conveniencia. Al aceptarlas pasivamente y al aplaudir eventualmente el engañoso retorno a una moneda supuestamente fuerte, no estaríamos conscientes de la grave espiral inflacionaria que, a mediano plazo, se podría desatar sobre nuestra economía. La única y verdadera manera de evitar la gran crisis en ciernes es mediante una administración honesta, capaz, pragmática y coherente que genere la confianza necesaria, tanto nacional como internacionalmente, a través de la cual evitar la fuga de capitales y, al mismo tiempo, atraer las muy deseables y necesarias inversiones directas extranjeras.
*Ing. Químico – University of Oklahoma (1958).
PhD. en Ciencias Económicas – Université Paris IX-Dauphine (2000).
Investigador Asociado a la Escuela Doctoral – Université Paris IX-Dauphine.
Investigador asociado al EURISCO