Toledo: Un neoliberal populista, Chavez: un populista neoliberal
El Presidente Chávez y el Presidente Toledo podrán hoy sentirse identificados con la idea de que no los dejan trabajar y grupos enemigos de sus gobiernos manipulan al pueblo en su contra. Queda reflejado en la expresión del propio Presidente Toledo «Déjenme trabajar, por Dios» (bbcmundo.com; 13-5-02).
El pueblo -en general-, elige políticos con propuestas justicialistas, populares y de redistribución de la riqueza, que se apropian los símbolos y la historia patria, y terminan ejecutando y tomando medidas neoliberales, de inercia y poca creatividad. Siempre existe la excusa de que una cosa es ser gobierno y otra oposición. Esta excusa, no resalta que el poder político se disfruta, reproduce y justifica a si mismo, aislándose de las naciones en lo que representan como conglomerado social.
Venezuela es ejemplo de lo señalado al considerar los tres últimos gobiernos: Carlos Andrés Pérez II, Rafael Caldera II y Hugo Chávez. Cualesquiera de los slogan e ideas centrales de campaña o de gobierno de estos Presidentes terminaron en demagogia y alteración de las condiciones de vida de los sectores menos favorecidos en la distribución del ingreso. Siempre es fácil hablar de los pobres cuando se come bien, se disfruta el poder e incluso se amasan fortunas.
Si se revisa el escenario latinoamericano se puede precisar que los últimos gobiernos electos ofrecen más o menos lo mismo: anticorrupción, reforma del Estado, mejor reinserción económica y atacar la pobreza, entre otros tantos elementos. Hace uno, dos o tres lustros, se ofrecía lo mismo y varias de sus economías han tenido sus asesores y conductores, que, supuestamente, las habían logrado nivelar. Se ha vuelto relativamente sencillo realizar campañas, porque los problemas se mantienen, son similares y puede seducirse a algunos escenarios repitiéndoles la misma cartilla. Piénsese que en Venezuela, el Presidente Chávez, en tres años y medio ha dicho -aunque el escenario sea hoy día incluso peor-: que cuarenta años se perdieron, que había corrupción, que centralizaron y secuestraron el poder, que el pueblo se moría de hambre, que se hacían arreglos en las instituciones, entre otras tantas cosas repetidas mil veces.
Solo los acomodaticios, llegan a creer que en países de América Latina o en la Venezuela actual se ha detenido el crecimiento de la pobreza. Basta revisar los resultados del conocido estudio de pobreza de la UCAB -donde se evidencia el aumento de ésta-, y cotejar con lo que hasta hace poco afirmaban representantes del BID sobre Venezuela o cómo el Presidente Chávez se regocijaba de la evolución del Índice de Desarrollo Humano (PNUD) para Venezuela. Por otra parte, el mismo Presidente a través de sus asambleístas, volvió a darle prórroga a la discusión del tema de la seguridad social -aunque el ministro de Finanzas lo considera un tema de toda la sociedad-.
La voluntad de pensar -desde el poder- con autonomía y definir estrategias sensatas de crecimiento y desarrollo sigue entre las carencias destacables. Las restricciones para atender estos asuntos se las impone -mayormente- la propia región y sus gobernantes más que el imperio (discusión sobre este término en J. Nye, Financial Times, 16 de junio, 2002) u oscuros intereses internacionales, que algunos buscan conseguir.
Es este el escenario donde se han dado las campañas electorales recientes en América Latina. De allí surgió un Fox generador de esperanzas y que hoy día muchos aprecian como poco exitoso y para junio de 2002 enfrenta lo que algunos ubican como un caos fiscal (ver Latin Trade, junio 2002), aunque para él todo va muy bien. De allí surgieron, también, un Alan García y un Toledo, cuyas diferencias en las propuestas económicas presentadas en la campaña electoral eran prácticamente imperceptibles.
Ya como Presidente, Toledo tuvo entre sus primeras medidas la de aumentarse el sueldo y el nombramientos de conductores de la política económica que han seguido con lo que en América Latina es la trampa del ajuste permanente. Debe señalarse que, en su discurso de toma de posición, el Presidente Toledo destacó elementos de provecho como llamar al consenso, no presentar demasiadas promesas -aun con su planteamiento de guerra frontal a la pobreza– y alertar sobre problemas estructurales de la economía y la necesidad de articulación con los factores internacionales. Pero, no pestañó en declarar el estado de sitio y suspender derechos como el de inviolabilidad del hogar en Arequipa -en razón de las protestas por la venta de las empresas de electricidad a consorcios internacionales, que había prometido no vender-. Mientras, según encuestas, un 70% de la población desaprueba su gestión y le piden que cumpla sus promesas de generar empleo y reducir la pobreza. Como es conocido, este contexto llevó a la suspensión temporal de la venta mientras se decide sobre su legalidad. Debe indicarse que en los proyectos señalados por Empresas Transnacionales entre enero de 2001 y abril de 2002, lo que corresponde a Electricidad abarca un 44% dentro de un total de 6 sub-sectores del sector servicios.
El Presidente Chávez, por su parte, se mueve entre una restante esperanza y la decepción de muchos ciudadanos que lo eligieron para hacer algo distinto a lo que él se ha propuesto. En la falta de soluciones e inestabilidad que la mayoría de las naciones de la región presentan en cuanto a crecimiento y bienestar, dentro de la evolución señalada, puede ubicarse al Presidente Chávez como un populista neoliberal -hoy día junto a sus ministros, se siente bien con los organismos internacionales y le continuará deteriorando el salario real a los venezolanos- y, al Presidente Toledo, como un neoliberal populista.
Los gobiernos justicialistas latinoamericanos, le presentan a los grupos políticos que terminan resumiendo su interés -los menos favorecidos en la distribución del ingreso- un panorama de soluciones cercanas y de mejoramientos que no se realizan en la mayoría de los casos. Para esa labor consiguen amigos en los organismos internacionales, que les permiten afirmar cosas como que el tratamiento de la economía va bien encaminado.
Los candidatos ofrecen reducir la pobreza en corto tiempo. Los problemas estructurales y de desempeño económico, las rutinas en la elaboración de la política económica y particularidades de las instituciones -junto a demagogia y falta de disposición, según los casos- no les facilitan conseguir tales objetivos. A continuación, piden paciencia y tiempo al pueblo, que quiere, justificadamente, seguridad, empleo y solución a sus problemas colectivos. Indudablemente, uno de los círculos viciosos en la problemática del desarrollo en varias naciones latinoamericanas.