Economía

Sube la gasolina sin pensar en la energía

Desde esta tribuna he defendido reiteradamente el aumento del precio de la gasolina. He sostenido que es un subsidio injusto e insostenible, que distorsiona toda la estructura de precios relativos de la energía y desalienta la oferta, conduciendo a la escasez y estimulando el despilfarro. Pero las primeras noticias que se escuchan en torno a su aumento no resultan satisfactorias en lo absoluto.

Lo primero que se oye es que se va a aumentar sólo la gasolina de 95 octanos y se habla de precios entre 200 y 300 Bs. por litro. Hay que alertar que cualquier aumento a un precio inferior a 1.000 Bs. será sólo una medida cosmética, que apenas reducirá el subsidio y no tendrá efectos ni sobre el ahorro de combustibles ni sobre los precios relativos de los mismos para orientar una mejor selección. Por ejemplo, con un precio de la gasolina en 1.000 Bs. podrían desempolvarse los proyectos de gas natural vehicular, pues comenzaría a justificarse la inversión para que el carro opere con dos combustibles.

Por los vientos que soplan la medida tiene sólo un carácter fiscal, totalmente desvinculada de cualquier intento de política energética sostenible. Si se concibe el aumento dentro de una visión energética, se requiere ajustar el precio de todos los combustibles, ya que el problema no es sólo la magnitud del subsidio sino la distorsión de precios relativos que conduce a una pésima asignación de recursos en el sector. Por ello cuando escuchamos que ni la gasolina de bajo octanaje ni el diesel van a subir, con la excusa de que afecta al transporte, nos parece un exabrupto. Si no sube el diesel tampoco puede subir el gas natural, ya que son alternativos en muchos usos, y si no sube el gas no habrá incentivos para producirlo y seguirá escaseando. Si sube sólo la gasolina de alta se producirá un desplazamiento de demanda hacia la baja a costa de los vehículos. Lo peor es que ya hemos experimentado estos comportamientos en el pasado y parece que no aprendemos.

Hay que desmontar algunos mitos persistentes en el saber popular. El primero se refiere al gran impacto de la gasolina sobre el transporte colectivo. Si se consideran los arranques y paradas asociados al movimiento de pasajeros, un colectivo debe rendir entre 3 y 4 km por litro en transito congestionado de ciudad y si consume diesel el rendimiento es aun mayor. Por redondear digamos que consume tres litros de combustible por cada 10 km. De modo que si el combustible sube a 1.100 bolos el incremento de costos será de 3.000 bolos por cada 10 km de ruta. Si se divide este aumento entre una media de 60 pasajeros el incremento del pasaje no necesita ser mayor de 50 bolos por cada 10 Km para cubrir el incremento de costos. Esto quiere decir que un incremento de 1.000% en el costo del combustible no debería incidir en más del 10% en el aumento del pasaje.

Una cuenta similar se puede sacar para destruir el segundo mito: la incidencia en los costos de transporte de bienes de consumo esenciales. No la voy a sacar para no cansar al lector, pero es fácil demostrar, producto por producto, que la incidencia del combustible en el costo de los alimentos es mucho menor que en trasporte colectivo de pasajeros y, en consecuencia, perfectamente asimilable por la economía y por el bolsillo de los pobres.

En definitiva, el aumento aislado de la gasolina luce como una medida fiscal, sin vincularse a una política energética integral. Por ello lo conveniente sería cambiar la medida por un ajuste racional y general de precios de la energía, incluyendo a la electricidad. Así se le enviaría al consumidor una señal coherente que orientara la asignación de recursos en el sector y estimulara la oferta energética.

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