Socialismo, pobreza y corrupción: El odio a los ricos y una elegía a la pobreza
Del Manifiesto Comunista de1848: ¡el odio al rico y la elegía al pobre!
El Presidente Chávez nos predicaba en estos días partes del Manifiesto Comunista de 1848, de ese manifiesto, el mismo del odio a los ricos que acompañó al movimiento comunista internacional durante décadas, el de una expresa elegía de los pobres; suerte de combinación demagógica fundada por Marx y Lenin para la agitación política dirigida hacia el control del poder y a la restricción y eliminación absoluta de las libertades individuales, de ellas los derechos de propiedad, malversación teórica del materialismo histórico donde la propiedad es un privilegio.
El posterior desarrollo del capitalismo demostraría que la propiedad es intrínseca al ser humano y un componente fundamental de las libertades y derechos humanos. Por lo que el cerco institucional y político que se teje en torno al ejercicio de los derechos de propiedad en Venezuela, parecería, de acuerdo al verbo presidencial, resucitar los postulados del Manifiesto Comunista contra la propiedad privada.
De acuerdo a ese decimonónico mensaje no es entonces difícil deducir que la propuesta del llamado socialismo de siglo XXI, metodológicamente hablando, no tendría ninguna diferencia con los socialismos del siglo XX que nos trajo la revolución rusa, la china, la cubana, etc.; para los efectos, exactamente lo mismo y cuyo fracaso en crear un régimen de satisfacción de necesidades con libertad en la historia se muestra por la cosecha de empobrecimiento y por el rezago económico, científico y tecnológico que frente al capitalismo mostraron esos regímenes socioeconómicos conocidos como socialismos.
Un solo socialismo……el dominio de la propiedad estatal
El socialismo que hoy el Presidente propone no es distinto en esencia al socialismo tipo soviético, chino, cubano. O camboyano, libio o iraní, – naciones éstas últimas del mundo islámico- pero en régimen común a los primeros, en virtud del dominio de la propiedad estatal que en ocasiones confunde como capitalismo de estado. Esos socialismos, del cual el “bolivariano” o de siglo XXI como se nos ofrece pertenece a la misma cosecha, reproduce el incentivo rentista ejercido por una estructura social y política particular – la nomenclatura- que dirige un creciente número de empresas públicas y de servicios públicos del Estado sin necesidad de los mecanismo de arbitraje y eficiencia que ofrece el mercado y el régimen que se funda en irrestrictos y fortalecidos derechos de propiedad.
El socialismo es uno solo, y así lo es el prepuesto por el Presidente: una representación social del dominio sobre el ejercicio de los derechos de propiedad de la propiedad estatal -en nuestro caso de una menguante propiedad privada- que por despojo, confiscación o por propia debilidad jurídica restringe el proceso de acumulación de capital.
La propiedad y derechos difusos: cooperativas y tenencia agraria
Por supuesto ello no quiere decir que la propiedad no pueda “convivir” con la dictadura política y económica que ejerce la propiedad estatal. Lo importante es que la propiedad privada y sus derechos ocupan un espacio de subsidiariedad respecto de la propiedad pública o estatal regida por la nomenclatura. Ello inclusive, considerando el crecimiento del sector de pequeñas empresas de manufactura y servicios organizadas en cooperativas junto al diseño estatista que se rige sobre la propiedad de la tierra agrícola sujeta a reforma agraria en estos años. En ambos casos la propiedad privada y los derechos de propiedad aparecen debilitados por las restricciones impuestas a los mecanismos de transacción y arbitraje que definen esos segmentos de cooperativas y tenencia agraria. La analogía aplica a los diferentes regimenes de cogestión/autogestión, dado que los derechos de propiedad en esos esquemas se expresan de manera difusa, por la forma ambigua como están definidos esos derechos de propiedad en esos mercados.
Dadas las restricciones al mercado y al debilitamiento “endógeno” de los derechos de propiedad que se materializa en leyes y decretos, se impone una relación económica que correlativamente “requiere” también de la perdida y debilitamiento de libertades civiles –por leyes o autoritarismo en el ejercicio del poder- en una lógica socialista donde la perdida de las libertades económicas y debilitamiento de los derechos de propiedad necesita de la perdida y debilitamiento jurídico de las libertades civiles individuales.
Las recientemente aprobadas leyes de medios –resorte o mordaza- y la reforma del código penal inscriben esta cruda realidad que promueve el socialismo de la “revolución bolivariana” y que descansa en el debilitamiento de las libertades civiles y económicas de los individuos.
Socialismo, pobreza y corrupción
Socialismo, pobreza y corrupción son conceptos unidos entre si por una lógica de empobrecimiento empíricamente comprobada a lo largo de la historia de casi un siglo. Historia a la que eventualmente hay que agregar los diversos tipos de socialismo nacional propuestos por el fascismo, primo hermano ideológico del comunismo/socialismo.
De acuerdo a la evidencia empírica y a la propia propuesta marxista, más allá de las especificidades nacionales y culturales solo hay una versión de socialismo, siendo en esencia un régimen económico y social que suprime la propiedad privada para dominio de la propiedad estatal.
De esta manera la propiedad privada se convierte en subsidiaria de los derechos de propiedad del Estado, haciendo depender a la economía del gasto publico y del gasto de las empresas del Estado; los individuos se convierten en empleados públicos, por lo que los impuestos, la escasez y el empobrecimiento componentes del régimen de propiedad estatal se fundan en las ineficiencias endógenas del régimen de propiedad estatal; es decir, del socialismo.
Una sola versión de socialismo: el bolivariano de la misma cosecha
En los hechos, el socialismo, en todas sus versiones: soviético, cubano, chino, camboyano, ha significado empobrecimiento congénito de generaciones de ciudadanos y atraso económico que convierte a sus pueblos en infortunados de la historia porque la vuelta al capitalismo es un proceso costoso y complejo. La propuesta del Presidente del socialismo “bolivariano” de cosecha del socialismo soviético y/o cubano, también significa estatización de la actividad económica con la requerida represión de las libertades individuales, fenómeno indispensable para garantizar el dominio del estado en las relaciones económicas.
Los peligros por pérdidas de libertades y mayor debilitamiento de los derechos de propiedad –privada- han sido mas evidentes en la medida que el Presidente va descubriendo su modelo de “socialismo”, que eventualmente colapsaría en el modelo cubano-soviético, causante de inmensa pobreza y atraso económico, además del sacrificio de las libertades individuales de ciudadanos para varias generaciones.
Es importante acotar que las libertades individuales y los derechos humanos y la capacidad de crear riqueza por parte de los ciudadanos están fundados sobre los derechos de propiedad, los que junto a la libertad y la vida –trilogía de Locke- son componentes básicos indivisibles de los derechos humanos. Cualquier desgarramiento de esos derechos constituye la perdida de los otros; el socialismo, cualquier tipo, siempre será un régimen que destruye la base humana de esos derechos.
Las alarmas sociales del anticomunismo
De allí, las alarmas sociales que se han disparado ante el anuncio del socialismo “bolivariano’ el cual de acuerdo a datos oficiales por avance de la pobreza como fenómeno endógeno ya viene trazando su ruta de empobrecimiento sostenido en una sociedad curiosamente mas igualitaria pero más pobre, con descapitalización del capital humano, del ahorro y del esfuerzo individual de generaciones. Los indicadores de pobreza alcanzados en estos años revela en los hechos el carácter de esa ruta de empobrecimiento.
La estructura económica y laboral se pervierten, el capital se desplaza y se hace mas volátil con periodos de obsolescencia -por razones tecnológicas o por empobrecimiento del capital humano- mas violentos, y sin capitalización de largo plazo, el capital se desacumula y desinvierte, en parte por inconsistencias constitucionales en los mecanismos de confianza y en parte por el diseño acorde de leyes dirigidas a regir y regular mercados en forma particular. En ese sentido, se tiene, por ejemplo, la ley de medios, pero también la ley de hidrocarburos, la reforma del Código Penal, la ley de hábitat y vivienda – en discusión en la AN- junto a la ley de protección al deudor hipotecario, para solo nombrar algunos códigos y leyes dirigidas a restringir mercados particulares y por ello a debilitar derechos de propiedad.
Por su parte el capital humano entra en periodos largos de desempleo estructural por informalización y desempleo abierto y encubierto, en parte conducido por la descapitalización del capital privado y por incremento del gasto del Estado. La expansión del gasto público, en gasto corriente busca redistribuir renta petrolera en un conglomerado humano que anteriormente dependía de su trabajo en el mercado privado.
Los tiempos no-eternos del manáo renta
Ahora el régimen clientelar del gasto publico se redistribuye aguas abajo, de manera incierta y riesgosa, porque cuando escasee el ingreso fiscal, el gobierno quedaría sobreexpuesto frente a la demanda de gasto publico que promovió durante los años de vacas gordas, sin que se tomaran las previsiones para cuando el ciclo petrolero caiga por impacto del ajuste de los fundamentales en la economía global. Este nuevo y largo ciclo de altos precios del petróleo produjo el milagro de acentuar el sentido rentista de la economía venezolana y reforzar la dependencia petrolera del flujo externo del petróleo cuyo dueño es el Estado.
En el mediano plazo, la incertidumbre por la trayectoria débil en las finanzas publicas en un entorno institucional poco amistoso con el mercado y los derechos de propiedad obligará al régimen a reforzar los mecanismos represivos de orden político y económico (impuestos e inflación) dado que aquella máxima popular de que amor con hambre se presentara irremediablemente, sin que el orden de las cosas no se revierta inexorablemente.