¿Quienes transformarán la UCV?
Los que no sean del grupo de transformadores y reformadores profesionales que existen en su seno y que duermen y despiertan cada cierto tiempo.
Los que comprendan que en la universidad es justo y equitativo que paguen los que más tienen. La igualdad -o el igualitarismo ramplón-, en este sentido, es profundamente diferenciadora y excluyente de las oportunidades sociales, pues, en variados casos, los que han estudiado en colegios privados terminan estudiando en universidades públicas.
Los que no sean de los mediadores y participes de las posiciones «revolucionarias» del gobierno, que han ido como «universitarios» o «estudiantes» en el conflicto de los llamados tomistas y han terminado expresando y haciendo lo que se podía prever.
Los que comprendan que en todas las academias y universidades serias del mundo, los que dictaminan y mandan son los académicos. Las consignas de obreros, empleados, estudiantes y profesores, nada tienen que aportarle al mejoramiento y reacomodo de las universidades y la UCV en particular.
Los que quieran cambiar los sistemas de decisiones ad-hoc, con los que funcionan los consejos de escuela, de facultad y el consejo universitario, que se han convertido en medios -o usado- para satisfacer cualesquiera cosa, que a alguien se le ocurra pedir, sea profesor, estudiante o empleado.
Los que comprendan que varios de los ucevistas que están hoy en el gobierno, fueron de los que mejor participaron en los grupos políticos de la UCV, creando demagogia y manejos grupales y de privilegios.
Los que vean en la elección de G. Giannetto un proceso normal y legitimo, que lo ha convertido en el Rector de la Universidad Central.
Los que comprendan que las universidades no son para formar cuadros de la revolución en general -o de esta particular «revolución»- sino profesionales.
Los que acepten que la función social y critica de la universidad, esta asociada a su propia disciplina, creatividad y productividad académica, que en parte de los casos puede producir profesionales con sensibilidad social; que no es lo mismo que los profesionales críticos que varios quieren formar como una contribución al cambio social, que en la actualidad venezolana los representantes gubernamentales llaman proceso.
Los que entiendan que los profesores productivos y eficientes están mal pagados, mientras la universidad ha sido fuente de financiamiento personal a políticos que de la noche a la mañana se han convertido en «académicos», porque tienen experiencias de la «vida» o aquellos que desde un comienzo han hecho carrera política en ella.
. Los que entiendan que las universidades no son para que los estudiantes pasen 12 o 15 años estudiando una carrera y que a muchos de estos últimos les gusta el facilismo y la flexibilidad en las normas.
Los que comprendan que no todo el mundo debería ser profesor universitario, pues ello requiere una disposición hacia la búsqueda, la investigación, la mística y la disciplina.
Los que sin congraciarse con gobiernos u oportunistas, aprecien que la autonomía más relevante es la de pensamiento y no la que ha permitido que muchos izquierdistas y «revolucionarios» se cobijen en ella para encapucharse, robar pollos, figurar, hacer relaciones y después gozar del poder.
Los que se pregunten y evalúen cuantos problemas se solucionaron -o cuantos se agravaron o acumularon- en los rectorados de Edmundo Chirinos, Luis Fuenmayor Toro, Simon Muñoz y Trino Alcides Díaz.
Los que reconozcan que, algunos representantes profesorales o estudiantiles -tomistas o no- no son, ni los mejores profesores ni los mejores estudiantes y que a veces lo único que traslucen es ese pastiche que llaman «iniciativa política».
Los que sepan que transformar la UCV, o cualquier otra universidad del país, requiere mucha preparación académica y disposición de trabajar y que no es lo mismo que «pasar trabajo» varias semanas en la tierra de nadie, dirigir la «revolución bolivariana» o darse vida con los dineros del Estado.
Los que piensen diferente a nosotros, pero crean que las universidades son para el conocimiento, para aprender a pensar y no para el bochinche y el pantallerismo «revolucionario» al estilo del que abunda hoy en el gobierno.
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