Precio del petróleo, análisis de alternativas
Durante las últimas semanas, el tema petrolero ha estado sobre el tapete. En efecto, algunos conocedores de la materia y otros que pretenden serlo, han expresado diferentes opiniones acerca del tipo de política petrolera a ser instrumentado por los países de la OPEP y más precisamente por el nuestro, para contrarrestar el fuerte descenso del precio promedio por barril de petróleo observado progresivamente en los meses recientes. Ello, como es sabido, se debe fundamentalmente al brusco enfriamiento de la economía estadounidense, a partir del primer trimestre de este año, la cual parece haber entrado ya en plena fase recesiva cuya duración es de difícil pronóstico. A su vez, esta situación se ha visto considerablemente agravada por la consiguiente desaceleración de las principales economías de la Unión Europea, cuyo principal exponente y « locomotora », Alemania, se encuentra también al borde de la recesión. Finalmente, para completar este cuadro inusualmente negativo, la otra « locomotora » asiática, el Japón, lejos de salir de una década de « stagnación », está sufriendo de un proceso de deflación cada vez más acentuado, al cual sus autoridades monetarias no logran poner fin.
La consecuencia lógica de la conjunción de tantos factores económicos negativos, a los cuales, despúes del 11 de setiembre, se le ha sumado el pesimismo e incertidumbre nacidos de los ataques así como de las continuas amenazas terroristas, ha sido la reducción considerable en el consumo energético y, por ende, de petróleo en el mundo en general pero particularmente en los países industrializados.
Las diferentes soluciones o paliativos a corto plazo, propuestos a la OPEP por quienes han intervenido públicamente en nuestro país sobre esta materia, pueden ser resumidos en tres alternativas principales, a saber :
a) Mantener los niveles actuales o cuotas de producción de sus miembros y dejar que las fuerzas del mercado establezcan el precio de equilibrio.
b) Modificar la banda de fluctuación de precios hacia abajo, con el fin de ajustarse al precio promedio imperante en el mercado de aproximadamente US$18 por barril y mantener la producción OPEP al nivel actual.
c) Reducir la producción de crudo de la OPEP en no menos de 1 millón de barriles por día, además de eliminar la sobre-producción actual, equivalente a otro millón de barriles diario, con el objeto de propender a la recuperación del precio, manteniendo la banda actual de fluctuación entre $22 y $28 por barril.
Colateralmente, tratar de convencer a los países exportadores de petróleo, no pertenecientes a la OPEP, de coadyuvar en lo que se considera el interés común reduciendo, a su vez, sus propios niveles de producción.
La no disponibilidad de datos precisos, actualizados, sobre la capacidad real o efectiva de producción, a corto plazo, de todos y cada uno de los países productores del planeta, exportadores o no de crudo, hace que el pronunciarse, en forma categórica, por cualquiera de las alternativas antes citadas resulte necesariamente de un análisis carente del rigor mínimo necesario que le merezca credibilidad. Sin embargo, al considerar cada posibilidad a la luz de la teoría económica, por una parte, y de la crisis de desabastecimiento energético, ocurrida hace apenas un año, por otra parte, creemos estar en posición de afirmar lo siguiente :
1) En todo intercambio entre agentes económicos, individuos, firmas o colectividades, segun la teoría predominante del Equilibrio General, es decir, neo-clásica, también conocida como « Ley de Walras », la cual no prevé sino la intervención exclusiva de las fuerzas del mercado, tal como predican los que defienden la alternativa a) anterior, la oferta y la demanda de un producto determinado, para cualquier precio establecido, deben estar por definición en equilibrio. En consecuencia, para que ello se verifique, en caso de existir un exceso en la oferta de ese producto, es necesario reducirla hasta igualar su demanda. Así y solamente de esa manera se cumplirá la condición básica para lograr el equilibrio general económico preconizado por la teoría. Encontramos conveniente referirnos al aspecto teórico más elemental que gobierna toda actividad de intercambio, debido a que un buen número de opiniones expresadas en revistas especializadas, artículos de prensa y entrevistas televisadas lo han curiosamente ignorado. El país ha escuchado a estos « expertos » reiterar una y otra vez que, ante la actual situación petrolera coyunturalmente y no estructuralmente adversa, la solución no estriba en reducir la oferta del crudo, es decir, su producción, sino por el contrario aceptar pasivamente los precios impuestos por un mercado dominado por compradores (buyers’ market), sin reaccionar para tratar de reestablecer el equilibrio deseado. Curiosamente, estos expertos no mantuvieron la misma posición cuando los países consumidores, comprensiblemente encabezados por los Estados Unidos y la Union Europea, le exigían el año pasado a la OPEP aumentar de manera considerable y sostenida su producción diaria de crudo, incluso más allá de lo necesario una vez que se hubo reestablecido el equilibrio entre oferta y demanda.
2) A la aternativa b) esbozada anteriormente se le puede aplicar el mismo argumento utilizado en el punto precedente, con el agravante que al formalizar la reducción del precio promedio del barril de crudo, a través de la modificación hacia abajo de la banda de fluctuación de precios, la OPEP estaría enviando una señal a sus clientes contraria a sus intereses. En efecto, los más poderosos, ante el continuo exceso de la oferta de crudo y al anticipar nuevos recortes de precios reducirían aún más las importaciones, haciendo temporalmente uso de sus enormes reservas, con el fin de beneficiarse de una caída aún más pronunciada de dichos precios. Este proceso contribuiría a aumentar artificialmente la oferta excedentaria, obligando a los países de la OPEP a reducirlos de nuevo, creando así un círculo vicioso y no virtuoso como persigue la alternativa analizada.
3) Tal como ya señaláramos brevemente, permanece fresco en nuestra memoria, pero sobre todo en la de los habitantes de todos los países industrializados, lo que ocurrió en materia de abastecimiento energético el año pasado, cuando los precios, debido a la escasez mundial de crudo, superaron los $30 por barril. Es importante y significativo recordar, a los efectos de analizar adecuadamente la situación actual, que dicha crisis se produjo a pesar de que todos los países productores de petróleo ajenos a la OPEP, incluyendo Rusia, Noruega y la Gran Bretaña, estaban produciendo al máximo de su capacidad. Para paliar esa situación que llegó a definirse como álgida e incluso socialmente peligrosa por los gobiernos y la opinión pública de los países ricos, los de la OPEP, en demostración de amplia solidaridad con los primeros, acordaron los aumentos importantes y consecutivos de producción, citados anteriormente, a objeto de reestablecer el por ellos tan solicitado equilibrio entre la oferta y la demanda. A raiz de esa decisión, tomada a tiempo por los países de la OPEP, fué como se pudo conjurar una crisis mundial de grandes proporciones, restableciendo en breve tiempo los precios a niveles cónsonos con los de la banda adoptada oficialmente por la OPEP en 1999.
Este recuento nos enseña que, a menos que a la vuelta de apenas año y medio se hayan descubierto y se encuentren próximos a producir nuevos yacimientos importantes, excluyendo la región del Mar del Norte, cuya producción está aparentemente condenada a declinar a partir de un futuro muy próximo, los países del Golfo Pérsico, Rusia, tal vez algunas républicas ex-soviéticas y Venezuela son los únicos en poseer el grueso de las reservas mundiales probadas de petróleo.
En consecuencia, una vez superado este ciclo de crisis económica coyuntural generalizada y recuperado el ritmo de crecimiento normal del PIB mundial, estaremos nuevamente en presencia de un aumento gradual de consumo de crudo y sus derivados a lo largo de los próximos años. Más aún, a la luz de los argumentos y conceptos expuestos, consideramos que existen bases sólidas que soportan nuestra conclusión, en el sentido que todo tiende a indicar que esas necesidades tendrán que ser progresiva y principalmente satisfechas por los países miembros de la OPEP. Debido a ello, en el futuro previsible, éstos deberían experimentar así un aumento paulatino e inexorable de su participación en el mercado internacional de hidrocarburos, es decir, mientras el petróleo y el gas sigan siendo por mucho las primeras fuentes energéticas de la humanidad.
Unas palabras finales para tranquilizar a quienes, como Humberto Calderón Berti, se preocupan por el hecho que la estabilización de precios, promovida en esta oportunidad por Venezuela y otros países del Golfo, pueda ser considerada como un « gesto inamistoso» por el gobierno norteamericano. Un tal sentimiento de culpa no tiene asidero por la simple razón que los Estados Unidos importan anualmente hidrocarburos por un valor aproximado de 51 millardos de dólares, apenas equivalentes al 0,5% de su producto interno bruto (PIB). Por lo tanto, es fácil calcular la incidencia insignificante que tendría el aumento del 30% del precio del barril de crudo sobre la economía de nuestro principal cliente. En efecto, este modesto incremento, aún siendo suficiente para reestablecer las condiciones de equilibrio existentes desde fines de 1999, incidiría sólo en unos 15 millardos de dólares, es decir, en menos del 3% del total de sus importaciones y en una pequeña fracción de su déficit comercial. Otro cantar fué el aumento a casi 40 $ por barril alcanzado a fines de la década de los 70, precio que en dólares de hoy equivaldría a una cifra cercana a los 100 dólares por barril. Por añadidura, en aquellos años la factura petrolera equivalía, para los países industrializados, aproximadamente al 7% de su PIB, en lugar del 1 al 1,5% en la actualidad. De tal manera que no hay motivo real para que nadie se avergüence en el caso de que los países productores logren de nuevo, en esta oportunidad, su objetivo de frenar la caída de los precios del petróleo, a través de la eliminación de la sobre oferta y de la consiguiente igualación de la demanda. Esta práctica, dicho sea de paso, constituye una modalidad normal, adoptada por la Unión Europea hace ya varios años, para reducir la producción excedentaria de leche y trigo y sostener así sus precios, indemnizando adicionalmente a los productores agrícolas por las áreas sometidas a prohibición de cultivo.
Ingeniero Químico, University of Oklahoma at Norman,1958.
Doctor en Ciencias Económicas, Université de Paris IX-Dauphine, 2000
Investigador Asociado al EURISCO.