Pinceladas sobre inversión extranjera
Cualquiera que revise la literatura especializada sobre la ubicación de inversión extranjera en los países en desarrollo en los últimos cincuenta años, encontrará que más o menos están siempre presentes – para defenderlas o discutirlas – las consideraciones sobre los aportes de la misma en los planos de suministro de ahorro externo, generación de empleos, tecnología y posibilidad de captación de nuevos mercados para los empresarios nacionales que a ella se articulen. La globalización ha generado un escenario, podría decirse que raso, donde cualquier técnico, ideólogo o interesado termina avalando las consideraciones referidas (el escenario político para las megaelecciones inicialmente de mayo de 2000 y ahora en espera de definición, ha permitido observar a candidatos de distintas posiciones proponiendo atraer la inversión extranjera).
En el caso de Venezuela, puede afirmarse que durante las casi dos últimas décadas, se ha procedido a un proceso de liberalización de los mecanismos más directos de supervisión y control. A excepción de posiciones extremistas, que propenderían a solicitar menos restricciones, puede señalarse que es poco lo que queda por hacerse en ese sentido. Los gobiernos de Jaime Lusinchi, Carlos Andrés Pérez (II), Rafael Caldera e indirectamente el actual, han abonado el terreno en tal sentido. Lo que si se mantiene como terreno de ardua labor, es lo concerniente a la propiedad intelectual, doble tributación y variados tópicos concernientes a nuevas áreas y nuevos temas que se han venido desarrollando y presentando con la rápida globalización y los agudos avances tecnológicos, entre otros aspectos.
En relación a los procesos de atracción de la inversión extranjera, de tiempo atrás, la OCDE y también recientemente el Banco Mundial, han resaltado la poca influencia que tienen las políticas internas y las de liberalización de los mecanismos de control a la inversión extranjera, en cuanto a lograr captar mayores flujos de tal inversión. Perspectivas de obtener altas tasas de retorno, la diversificación de riesgos y la magnitud de los mercados, se ubican como más importantes. Para el año 1988, por ejemplo, el 43% de la inversión extranjera dirigida a los países en desarrollo tuvo como destino a Brasil y China, que no son considerados, precisamente, como países modelo en sus comportamientos políticos o financieros, respectivamente.
Durante los noventa, la inversión extranjera dirigida a América Latina se incrementó considerablemente. Se estima así que, entre 1993 y 1998, se cuadriplicaron los flujos netos de tal inversión. El panorama regional no presenta, de todas maneras, mayores cambios en lo que tiene que ver con las tendencias fundamentales.
De esta manera, la inversión extranjera directa acumulada sigue teniendo la distribución mantenida durante los últimos lustros – incluso décadas-. Argentina, Brasil y México, siguen siendo, así los principales receptores. De los 375.414 millones de dólares registrados para 1997, corresponden a los países referidos 36.070, 126.281 y 86.836 millones, respectivamente. Para el mismo año, los otros países relevantes en términos decrecientes – son Bermuda, Chile, Venezuela, Colombia y Perú.
Visto a nivel de los flujos de la inversión extranjera, igualmente se observa que, de los 53.195 millones de dólares que ingresaron a la región en 1998, Argentina, Brasil y México, captaron 5.800, 22.500 y 9.300 millones, respectivamente. Debe señalarse, sin embargo, que en Argentina y Brasil se alcanzó una participación de 9,7% y 7,5% de los flujos referidos en la formación bruta de capital fijo para el año 1996, mientras que el promedio para la región se ubicó en 12% en México se presenta un 14,2% de participación para el mismo año, mientras que en la mayoría de los países la representación es de dos dígitos.
Por el lado del origen de la inversión, no existen tampoco mayores cambios. Es claro que la mayor parte de la inversión extranjera en América Latina, tiene como origen a los E.E.U.U., Europa y japón. Entre 1990 y 1997, la inversión referida tuvo como origen a tales lugares en un 61,8%, 34,5% y 3,4%. En el caso de la inversión Europea, España ha venido teniendo una posición muy relevante.
En el caso del destino sectorial de la inversión, puede afirmarse que los patrones han seguido las particularidades de los países y cierto sentido común. Así en el caso de Bolivia, Chile y Ecuador la ubicación ha sido, preferentemente, en minería y petróleo; en Brasil y México, la industria manufacturera; en Perú, México y Argentina, los servicios; en Venezuela, hasta mediados de los noventa tuvo preferencia por las manufacturas, pero deben considerarse los posteriores ingresos de capital al área de hidrocarburos por la apertura petrolera.
En el período que va desde inicios de los setenta hasta mediados de los ochenta en América Latina, que puede ubicarse como el período del control a la inversión extranjera, se buscó controlar un conjunto de procesos inconvenientes que se relacionan con la inversión extranjera. Estos pudieron ubicarse como viejos problemas, dado que varios de ellos persisten y son considerados importantes en ambientes de análisis ponderado.
Entre tales problemas pueden resaltarse: la sempiterna vocación importadora de las empresas internacionales, que dan preferencia al uso de insumos y equipos de los lugares de origen de la inversión – puede decirse que si bien es lógico desde el punto de vista de la rentabilidad de la empresa, puede no serlo para el país receptor -; las transferencias de beneficios y utilidades, problema de larga discusión para lo especialistas y que puede tener salida como gravar más las transferencias referidas que las reinversiones; y poca disposición para estimular las innovaciones en las naciones receptoras; entre otros. Debe señalarse que, si bien estos pueden ubicarse como viejos problemas, el contexto de globalización y la debilidad financiera y de disposición de recurso que presentan, economías en desarrollo y latinoamericanas, elimina perspectivas reales de control o de disposición de actitudes para ejercer el mismo. Otros – por lo demás, en posiciones extremas- piensan en su inconveniencia para el mejor desarrollo de las fuerzas del mercado.