Economía

Petróleo, fluctuaciones y crecimiento

¿Cuál es la relación entre boom petrolero y comportamiento económico? Una primera aproximación sugiere que el auge petrolero debería impulsar el crecimiento. Este es el tipo de apreciación común. Sin embargo, la relación puede ser bastante más compleja. Incluso, como muestra la experiencia, el boom petrolero puede estar en la raíz de un comportamiento económico negativo.

En el análisis de esta relación entre petróleo y crecimiento conviene distinguir entre el comportamiento de corto plazo y el de larga duración. Y diferenciar entre tipos de auges petroleros. Estos pueden estar asociados a aumentos importantes en la producción y exportaciones petroleras, o ser una consecuencia del aumento de los precios, o alguna combinación de estas situaciones.

Actualmente Venezuela vive un auge petrolero impulsado por los altos precios, con un nivel de producción y exportaciones muy bajo, justamente el tipo de auge que puede propiciar con mayor facilidad una relación inversa entre auge petrolero y comportamiento económico de largo plazo. La política que busca elevar el precio a través de reducir la producción por lo general se califica de “rentismo”, ello por una razón simple: aumenta el ingreso reduciendo la cantidad producida, lo cual en términos de la teoría económica estándar genera “renta”. Y en términos marxistas se trataría de una situación “intrínsicamente” rentista: la llamada “renta monopólica” de la tierra, parte de la plusvalía mundial que se captaría en el mercado internacional basándose en la escasez del recurso energético.

Algunos auspician el “rentismo” por que es una manera sencilla de aumentar nuestro ingreso, y suponen que este ingreso adicional canalizado a través del estado podría mejorar el desempeño económico y ayudar a enfrentar problemas de equidad. Sin embargo, la experiencia, pasada y reciente, muestra que existen circunstancias y mecanismos a través de los cuales este tipo de auge petrolero sólo tiene un efecto positivo en el corto plazo, y repercusiones sobre el crecimiento de largo plazo que pueden ser negativas. En el caso venezolano el “rentismo” está a contrapelo con el nivel de reservas petroleras naturales. Las reservas de crudo convencional de Venezuela (sin contar con las de crudos extra-pesados de la Faja) son superiores a las de Rusia, país que está produciendo más de 9,3 millones de barriles diarios de crudo, mientras la venezolana es de 2,6 millones.

Diversos son los factores que pueden propiciar una relación inversa entre este tipo de auge petrolero y el desempeño económico. En primer lugar está la volatilidad de los precios petroleros. Es previsible que después de un auge importante de precios exista cierta “reversión a la media”-no a la media histórica sino a la tendencia de largo plazo, que puede ser superior a la media histórica- y sí en el auge no se toman medidas previsivas para suavizar los flujos gastos, como los fondos de estabilización y ahorro, posteriormente es difícil adaptarse a la posible reversión.

En segundo lugar, está la “voracidad fiscal”: un gasto fiscal desproporcionado estimulado por el aumento del ingreso, típicamente la situación de la segunda mitad de los setenta e inicios de los ochenta y la actual; lo cual hace aún mas difícil la adaptación a la potencial reversión de los precios. En 1974, a raíz del gran boom petrolero, el gasto fiscal nominal aumentó 2,7 veces, y el gasto promedio 74-81 fue cuatro veces superior al del quinquenio anterior. Al declinar el ingreso petrolero, se mantiene el gasto nominal, pero a través de la devaluación y endeudamiento, lo cual puede tener efecto estanflacionario. Durante 2004, en el primer semestre el gasto nominal del gobierno aumentó 90%, un comportamiento análogo al del gran boom, pero correspondiendo a un boom de menor fuerza.

Y en tercer lugar, la mala calidad del gasto y la “búsqueda de renta”, incluyendo la corrupción, que suelen acentuarse en ese tipo de auge petrolero. El factor exógeno de volatilidad de los precios petroleros y el contexto político-institucional, que determina el comportamiento gasto público, pueden incidir en que el impacto positivo del auge petrolero sea sólo de corto plazo, y sí las distorsiones son muy fuertes, aún este impacto puede ser relativamente limitado.

Más allá del corto plazo, el “rentismo” puede ser la prescripción para un crecimiento bajo. El “rentismo” suele estar asociado al uso ineficiente de los factores productivos y a la baja innovación tecnológica, la base para un crecimiento de largo plazo sostenido.

La teoría del crecimiento endógeno (algo distinto a lo que el gobierno llama “desarrollo endógeno”, un supuesto reverdecer de las tesis de la “dependencia” o de la tesis Prebisch-Singer de sustitución de importaciones) intenta buscar una explicación al crecimiento per capita de largo plazo, que en el esquema Solow-Swan (neo-clásico) estaría basado en el comportamiento exógeno de la tecnología. De una u otra manera, a partir de los trabajos de P. Romer, especialmente su trabajo seminal de 1990, se supone que el crecimiento es impulsado por la innovación o nuevas ideas en la forma como se produce.

Como indica Jones (Growth and Ideas, 2004), “Las ideas son diferentes a todos los otros bienes económicos en el sentido de que son no rivales. Esta característica de no rivalidad implica que las posibilidades de producción puedan exhibir retornos crecientes de escala, lo cual tiene implicaciones profundas para el crecimiento.” Las nuevas ideas o innovaciones, una vez generadas, son, por así decirlo, libres. No se puede excluir a que otros las usen: el uso de una nueva idea de cómo producir no impide que esta pueda ser usada por otros. En este sentido, tienen características distintas a los demás factores productivos, los distintos tipos de capital, que son rivales y típicamente tienen rendimientos a escala constantes. (Es decir, por ejemplo para duplicar la producción, usando sólo insumos rivales, se requiere duplicar los insumos). Con una nueva idea se puede producir más que proporcionalmente al aumento de los insumos rivales, el capital físico y humano. Esta evolución tecnológica estaría en la base a la evolución positiva del crecimiento del producto o ingreso per capita a largo plazo.

El “rentismo” puede funcionar como un mecanismo desestimulador de la innovación, y en consecuencia del crecimiento de largo plazo. En el sector petrolero, al reducirse la producción para aumentar el ingreso, el estímulo para incorporar innovaciones positivas, o nuevas ideas que aumenten la producción, puede disminuir en forma apreciable. Después de todo, sí se está reduciendo la producción, ¿para que incorporar innovaciones que generen crecimiento? Y sí al “rentismo” se acopla a la idea de crecimiento a través de un mercado doméstico cautivo (aparentemente una de las “nuevas” ideas del llamado “desarrollo endógeno”), impulsado por el gasto de gobierno, también se pueden reducir los incentivos para incorporar las innovaciones: el mercado doméstico comparado con el internacional es muy reducido y la competencia escasa. El tipo de contexto que tiende a estimular la aparición (e implantación) de nuevas ideas productivas es el global, mercados amplios y donde existe fuerte competencia. En síntesis, a pesar del efecto positivo que en el corto plazo puede tener el auge petrolero, nada indica que nos estamos enrumbando a un crecimiento alto y sostenido.

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