Personalidad de las monedas
La moneda es uno de los bienes más apreciados por los habitantes de cualquier nación. La moneda es el gran invento que hizo el hombre para desprenderse de la penuria que significaba el trueque. En esencia, la moneda es un bien intermedio que se utiliza para representar el valor de los que vendemos mientras lo invertimos en un bien que anhelamos.
Dícese que la moneda fue utilizada por primera vez en tiempos que se pierden en la historia. Las más antiguas datan hasta 2900 años antes de Cristo y se encontraron en una región donde hoy está Pakistán. En un comienzo solo eran de metal, por una parte, para preservar su durabilidad y por la otra, para que tuvieran un valor semejante al que representaban. Posteriormente, en el siglo XVII, se comienza a emitir el papel moneda que se basa en esa antigua institución que es el vale u oferta de pago.
Cada país tiene a su moneda como una de sus cartas de presentación. La Comunidad Europea, en aras de distintas ventajas económicas, eliminó las monedas nacionales a partir del año 2001 y en la medida de que los países se han incorporado a la Comunidad. Existen algunos países que aunque se han incorporado a diversas vertientes del sistema económico, no han autorizado la emisión de euros en sustitución de sus monedas nacionales. Toleran la circulación del euro pero mantienen sus monedas propias.
Nos interesa resaltar que las monedas son una buena expresión de la personalidad de un país. Existen monedas impresionantes, existen monedas sobrias, existen monedas arrogantes, existen monedas pretenciosas, existen monedas modestas, existen monedas tristes, existen monedas alegres.
Cuando los europeos, en general, han aceptado la moneda europea, el euro (€), aunque le ha dado uniformidad al valor, ha permitido que cada país incorpore imágenes donde se reproducen elementos propios de cada país.
El mayor enemigo de las monedas es la inflación. Con esta grave enfermedad los nacionales van perdiendo capacidad de compra con su signo monetario. A fines del siglo pasado hicimos un pequeño estudio sobre la pérdida de valor de las monedas latinoamericanas. El resultado fue realmente desolador. Las monedas que circulaban en Argentina y en Brasil a mediados del siglo XX, perdieron su capacidad de compra doce billones de veces, y nos referimos a los billones que aprendimos cuando éramos niños, millones de millones.
Nuestra moneda, el bolívar, ha transitado veredas parecidas, sin llegar a la tragedia sureña. Si mantuvimos un signo monetario fuerte hasta el desgraciado viernes negro del gobierno de Luis Herrera, desde entonces hemos sufrido los avatares descritos en el famoso tango de Alfredo Le Pera y Carlos Gardel, “Cuesta abajo”.
Hasta 1983 disponíamos de una moneda seria y fuerte. Podíamos adquirir bienes y servicios a los precios mundiales y compitiendo con todos los países. Pero lo más importante era que nuestros nacionales recibían sueldos y salarios competitivos en el mercado internacional. Recorrimos una oscura senda, de cuatro bolívares con treinta céntimos a comienzos de 1983, a fines de 1998 necesitábamos quinientos sesenta y cinco bolívares para adquirir un dólar. De entonces a esta fecha hemos llegado a la barbaridad de que hoy hacen falta unos siete mil bolívares de aquellos, siete de los que el régimen nos hace llamar fuertes y que determinan los burócratas del BCV, para tener un también debilitado dólar americano.
Nuestro signo monetario ha perdido valor frente al dólar y sin tomar en cuenta la inflación mundial, cerca de dos mil veces.
Hace apenas dos años y medio, el gobierno resolvió poner en circulación una moneda llamada bolívar fuerte, valía la milésima parte de nuestra unidad monetaria anterior. Su valor, con respecto al dólar, era de dos bolívares y quince céntimos. Hoy vale menos de tres veces su capacidad de compra inicial.
Pero quienes ordenaron su acuñación aceptaron un diseño de monedas y billetes que recuerda mucho a los euros. Lo malo es que su capacidad adquisitiva es aproximadamente de una décima parte. Los salarios de nuestros trabajadores dan verdadera lástima cuando se le comparan con los de trabajadores de otros países. No hablemos de la terrible situación actual en que nuestra moneda ha perdido su convertibilidad, está constreñida en un bárbaro corralito. Ya, nuestro signo monetario ni tiene capacidad de compra ni tiene convertibilidad…entonces, ¿para que sirve?
Pensamos que nuestra moneda la podemos catalogar hoy, con los adjetivos de pretenciosa y hasta de cursi. Cuanta tristeza.