Economía

Otra vez, el salario mínimo

Ciudad de Guatemala (AIPE)- Ante la pobreza de la gente, es increíble el insistente empeño en directamente prohibir por ley plazas de trabajo marginales donde hace falta más empleo. Debe haber un motivo perverso que no logro entender. Además, por si eso no bastara, son abundantes los esfuerzos para desalentar la creación de plazas de trabajo y ahuyentar maquiladoras para que se vayan y dejen a la gente conformarse con un peor empleo. ¿Cuál puede ser la motivación? ¿Acaso será un propósito malvado o sádico, que se quiera hacer pasar más penas a la gente pobre? ¿Acaso se trata de hacer fracasar al gobierno mismo? ¿O será una estrategia para mantener a los pobres pobres, para explotarlos políticamente?

Es obvio para cualquiera que por ley no se puede obligar a nadie a dar empleo, pues ¿qué diría esa ley? ¿Quiénes serían los obligados y cómo se les obligaría? ¿Acaso podría decir que algunos están obligados y otros no? Lo que sí puede hacer un ingenuo quijote es pasar una ley que prohíba plazas de trabajo para trabajadores de bajo rendimiento, disfrazándola de ley para subir los salarios, porque obviamente ello equivale a prohibir todas las plazas que valgan menos de eso, es decir, aquellas cuyo costo no lo puede recuperar el patrono de sus clientes. Como nadie está obligando a dar empleo por esa cantidad, si las tareas valen menos simplemente ya no se llevarán a cabo: quedan prohibidas, salvo quizá aquellas que ya estaban ganando cerca de eso, pero la mayoría simplemente dejan de existir o no se llegan a establecer. Y no olvidemos que la mayoría de los patronos también son pobres.

Tengamos presente que el patrón que no recobra sus gastos dejará pronto de ser patrón y no pagará sueldo alguno. Los patronos son intermediarios que compran recursos, inclusive trabajo, lo transforman o transportan intentando venderlo a sus clientes. Quien compra más caro de lo que puede vender, pierde y desaparece. El cliente manda y es despiadado. No le interesa el bienestar del patrón. Así vemos tantas pérdidas a diario.

No debería ser difícil entender que todas las medidas que disminuyen la demanda de trabajadores (hostigando empresas) puja todos los salarios para abajo. El efecto es doble si se aumenta la oferta de trabajo con el desempleo que causa el establecimiento de un salario mínimo. Por el contrario, cuando la economía va bien, la demanda de trabajo obliga a todos a aumentar salarios para no perder sus empleados a otra empresa. Esa competencia por los servicios de los trabajadores, y no las leyes, es lo único que sube los salarios. El Ministerio del Trabajo lo único que puede hacer es estorbar, fomentando la merma en la demanda y aumentando la oferta de trabajadores. Así lo único que logra con sus piadosas o rabiosas intervenciones es aumentar la pobreza. Ha de ser frustrante el cargo si es que se tiene la inteligencia para comprender los efectos de su gestión. Mas aún si se tiene módica compasión.

Por supuesto que es una desgracia que los salarios sean tan bajos. Pero el remedio es aumentar la demanda de trabajadores, es decir, la cantidad de empresas que los necesitan no por buen corazón sino para hacer rentables sus inversiones. Para el caso, la motivación no importa, en tanto el resultado sea benéfico para los demás. Mientras más rentable sea invertir en el país, más empleos se establecerán y más altos serán los salarios. Es absurda la oposición a actividades que benefician a los demás sólo porque se llevan a cabo por motivo de lucro. Quizá el enfoque equivocado se debe a la falaz idea que los salarios se pagan a sacrificio de las utilidades, en cuyo caso habría que explicar cómo es que las empresas que más ganan, (por ejemplo, las de Estados Unidos) son las que mejor pagan, y si se cree que es porque sus sindicatos (cuya membresía va decayendo) son fuertes, también ha de creer que la luna es de queso y el sol de mantequilla.

* Ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin.

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