¡No vender petróleo al costo marginal!
Por compartir las razones de Alberto Méndez Arocha en Venezuela Analítica del 15/08/01, y para corregir un error de mi parte, continúo esta “amistosa querella” teórica y metodológica sobre la política de precios “correcta” para el petróleo venezolano (y la OPEP).
I – Modos de utilizar el ingreso petrolero
Lo que vengo diciendo sobre la utilización de las divisas petroleras es que los niveles de eficiencia y productividad de la economía identifican y miden su capacidad de absorción de recursos líquidos (y en particular, de la divisas petroleras). El declive sistemático de la productividad y el gasto improductivo del ingreso petrolero, como hemos observado durante algún tiempo, agravándose recientemente, son signos claros del desbordamiento de la capacidad de absorción. Sucede porque los recursos líquidos disponibles se mantienen abundantes, en términos absolutos y/o relativos , como es el caso venezolano.
La abundancia excesiva de recursos líquidos se presenta aceleradamente (caso enfermedad holandesa) o a menor velocidad (caso enfermedad venezolana) cuando los ingresos en divisas aumentan por razones externas al sistema económico, es decir, sin tener relación con el desarrollo interno y sus necesidades financieras, o sin guardar proporción con los requerimientos de inversión y consumo de la economía. La situación de superabundancia se puede ver agravada y profundizada si además el país sufre contracción catastrófica del sistema económico (caso de guerra o desastre natural masivos) o si su larga duración deteriora las fuerzas productivas y distorsiona las relaciones de producción (caso venezolano, también conocido como ‘indigestión económica’), manifestandose en escasez de recursos del tipo y la calidad requerida, particularmente el humano, pero tambien maquinarias y equipos, organización y tecnología.
Historicamente, los casos de enfermedad holandesa han durado poco tiempo por diversas razones y sus impactos negativos han podido ser superados por los países que la sufrieron. En consecuencia, se diferencia crucialmente del caso venezolano, que ya lleva cinco décadas y se ha complicado significativamente porque presenta ambos escenarios de exceso de divisas y deterioro y distorsión de la economía, reduciendo aún más la capacidad de absorción. Los economistas deberían estar conscientes del problema, porque como estudiantes lo aprendieron en todos sus aspectos y manifestaciones, incluyendo los diferentes términos utilizados para distinguir entre las diversas causas que lo producen, aunque pareciera evidente que luego lo olvidan rápidamente
Estudios que realicé hace muchos años me convencieron que comenzamos a exceder la capacidad de absorción y sufrir de indigestión económica cuando el petróleo se apoderó de la economía y aumentó el ingreso de divisas por vía de las exportaciones petroleras en los años 40 y comienzos de los 50, acrecentándose el proceso de deterioro en los últimos 20 años. Por supuesto, con fluctuaciones alrededor de la franja límite en diversos momentos y por períodos relativamente breves. El país pareció haberse percatado del problema a mediados de los años 70, a raíz del alza repentina de los precios del petróleo, cuando fue creado el Fondo de Inversiones en 1974 para represar el exceso de divisas, manteniendolas invertidas en el exterior mientras se expandía la capacidad de absorción. Lamentablemente, esta aparente comprensión duró muy poco, o no fue real, porque en menos de un año el estatuto del FIV fue modificado para romper la represa, aumentar el gasto de divisas rápidamente y poder dar el ‘gran salto’ (que resultó ser un gran salto al vacío, con el famoso Plan de Destrucción Nacional, como lo llamó Juan Pablo Pérez Alfonzo), con los resultados conocidos por todos.
Los analistas venezolanos que han analizado el problema se han referido exclusivamente a los dos momentos históricos en que sufrimos las consecuencias de un alza repentina en los precios del petróleo, a mediados de los años 70 y nuevamente en los 80. Asemejan (y analizan) esos momentos de nuestra historia con la llamada “enfermedad holandesa”, sin considerar que algunas de sus conclusiones podrían tener implicaciones negativas, dando a entender que antes de la “crisis” no teníamos problemas de abundancia de divisas y limitada capacidad de absorción, mientras que pasada la crisis, tampoco los tendríamos y podríamos continuar gastando divisas indiscriminadamente, con solo aplicar “inteligentemente” políticas económicas “adecuadas” o “correctas”. Consciente o inconscientemente, han ignorado y despreciado los problemas estructurales causados por el deterioro de las fuerzas productivas y la distorsión de las relaciones de producción, insistiendo que todos son problemas superables, por consistir de “equivocadas” políticas, falta de inteligencia y creatividad, exceso de clientelismo y corrupción, desorientación cepalista y populista, incomprensión de los políticos y líderes trasnochados, expertos o teóricos de escritorio y tantas otras ‘explicaciones’ que persisten todavia hoy.
Lamentablemente, es evidente que la situación ha empeorado con el proyecto revolucionario chavista en lo político, mientras que el proyecto revolucionario chavista en lo económico es mas bien demostrativo del deterioro y la reducida capacidad de absorción, por su escasez de contenido y la ineficiencia en el proceso de su formulación y ejecución.
Lo problemático es que la situación no se resuelve con el simple cambio de modelo (proyecto) de desarrollo (definido por sus [correctas] políticas económicas y [correctas] formas de usar el ingreso petrolero, como plantea el chavismo y, paradojicamente, tambien notables economistas universitarios y del IESA (¿y el amigo AMA ?). Lo cierto es que, aún en condiciones de calidad óptima, siempre habrá un limite máximo de absorción mas allá del cual se producen deseconomías e ineficiencias. Todo los sistemas económicos, incluyendo los mas desarrollados y hasta los estrictamente teóricos y heurísticos, tienen limites a su capacidad para absorber recursos líquidos (transformarlos en recursos productivos eficientemente).
En el caso venezolano, por el tiempo que llevamos con el problema y su agravamiento reciente, no puede haber solución sin antes efectuar con éxito cambios estructurales importantes, que no se ven en la actualidad. Esto obliga a represar buena parte del ingreso petrolero mientras se aumenta la capacidad de absorción con medidas que eleven la productividad de los factores de producción (comenzando con el recurso humano para poder despues elevar la productividad del capital, la eficiencia de las organizaciones, la eficiencia y eficacia de las políticas económicas (tanto en su formulación como en su ejecución), etc. Simples aumentos de sueldos y otras remuneraciones no hacen sino complicar mas la situación, mientras que los cambios estructurales tendrán que ser financiados principalmente con excedentes producidos por el propio sistema económico, no con las divisas petroleras.
II – Formación de los precios y velocidad de reacción de la oferta
A pesar de las explicaciones de AMA, continúo escéptico sobre la “ventaja conspicua” que le asigna al petróleo, debido a su naturaleza líquida, en la formación de sus precios en el corto plazo. Y la razón es que los mercados de futuros, que parecen ser los factores más importantes en la determinación de los precios de materias primas en el corto plazo, no parecen distinguirlo de los demás por su carácter líquido. Hasta el momento, no he notado diferencias entre las fluctuaciones de precios del petróleo y los demás productos por este concepto. Tampoco he leído alguna explicación o información técnica que haga referencia al tema para resaltar las fluctuaciones o la determinación de su precio. Pareciera, pues, que la naturaleza física del producto fuese irrelevante para los mercados de futuros, trátese de café, cobre, petróleo o barrigas de cerdo.
Por otra parte, me he referido a la “formación” de los precios en el largo plazo porque son consideraciones de largo plazo las que deben regir en la ”determinación” de los precios del petróleo en el corto plazo. Una vez que se tienen claros los objetivos de largo plazo (y el término “claro” es crucial), es muy facil explicar los precios en el corto plazo. Considero que los argumentos de AMA son válidos para explicar el comportamiento de empresas privadas que producen productos comunes y normales (renovables), aunque estaría dispuesto a incluir en el grupo a empresas petroleras privadas como la EXXON y la SHELL, porque manejan el petróleo como un producto renovable. Pero no me parecen válidos cuando se trata de empresas estatales, como PDVSA o PEMEX, que representan directamente a los dueños del petróleo. En este caso, no hay por qué preocuparse por el corto plazo y la velocidad de reacción de la oferta, porque su conducta está (o debe estar) determinada y se rige (o debe regirse) por la consideración del largo plazo que ya indicamos.
III – Modulación de la oferta y estructura del costo
Como bien nos dice AMA, en el tema petrolero, es necesario distinguir entre lo que se puede hacer y lo que se debe hacer, desde el punto de vista del dueño (en nuestro caso, Venezuela y la OPEP). El comportamiento de una empresa privada que explota y vende el petróleo propiedad de un tercero no debe ser imitado (ni emulado) por una empresa pública preocupada por el bienestar de sus dueños en el largo plazo. De ahí que consideraciones de corto plazo evidentemente ofuscan a quienes se limiten a este contexto en sus observaciones sobre el comportamiento de la OPEP, por ejemplo, o sobre la política petrolera correcta para Venezuela.
IV – “NomenKlatura”
Con respecto a la terminología que lo lleva a disentir conmigo, le agradezco al amigo Méndez Arocha su elegante llamada de atención sobre lo que simple y llanamente es un error de mi parte (involuntario, lamentable y por lo que me disculpo), que obviamente creó la confusión que revela en su comentario. Y es que en mi afán por resaltar el tema de la determinación de los precios, mi subconsciencia me traicionó y escribí “variables” donde debí escribir ”medio”. Y esto también se aplica a mi referencia al artículo del conocido economista Krugman, cuando concluye que los precios de la electricidad (refiriendose a la crisis energética del estado de California) deben responder a los costos medios de largo plazo.
V – Venta al Costo Marginal ¿ficción o realidad?
Es evidente que los mercados en competencia perfecta existen sólo en teoría y sirven sólo para la teoría (que algunos dicen es para entenderla mejor). En el mundo real, lo mas común es que las empresas fijen sus precios, no en función de los costos marginales, sino de los costos medios, sumandoles un margen de ganancia. Y sólo algunas se ocupan del largo plazo. La gran mayoría se limita al corto plazo (que en tiempo real puede exceder un año).
Lo que yo he querido establecer es que en el caso del petróleo y de la OPEP, el escenario para la determinación de los precios debe ser el largo plazo y la curva de costos a utilizar debe ser la del costo medio de largo plazo, con el propósito de maximizar el ingreso total de las reservas probadas. El precio debe reflejar plenamente la disposición de los consumidores a pagar, cubriendo el excedente de consumidor y el costo de productos alternativos.
Ahora bien, en la teoría de competencia perfecta y en condiciones de equilibrio (aplicable solo para fines heurísticos, bajo supuestos y condiciones muy estrictas), el precio esta determinado (definido) por la curva del costo marginal y sirve para fijar el nivel de producción (en muchos pero no todos los casos). Como la empresa lógicamente busca minimizar el costo total medio, fija la producción donde la curva del costo medio llega a su punto mínimo (cortada desde abajo por la curva del costo marginal). Por lo tanto, el costo marginal y el costo medio son iguales y ambos lo son al precio, definiendo con ello el punto de equilibrio de largo plazo. Recordemos que el precio no se fija, sino que se toma como un dato y que el costo marginal se iguala al precio por la via de ajustes en el volúmen de produccioón.
En la teoría de competencia imperfecta o monopolística, que se asemeja al comportamiento de las empresas privadas en el mundo real, el precio de venta cubre el costo medio (incluyendo overhead y margen de ganancia) y el volúmen de producción puede no coincidir con la capacidad óptima, en cuyo caso el costo marginal excede el costo medio total. La empresa núnca fijará su precio al nivel del costo marginal, sino por encima, incluso del ingreso marginal (cuando se igualan el costo y el ingreso marginales, el precio obviamente está por encima de ambos).
De cualquier manera, esta forma de ver el problema de la determinación de producción y la fijación de precios tampoco es apropiada cuando el objetivo es maximizar el ingreso total de largo plazo y la producción es de un recurso no renovable cuyo volumen total (las reservas probadas) es conocido y tanto la demanda como la tecnología son relativamente inelásticas. Es obvio que el petróleo por descubrir no entra en consideración, pero tampoco introduce complicaciones significativas o insuperables, en caso de quererse incluir en el cálculo.
Finalmente, hay quienes confunden el comportamiento empresarial supuesto en la teoría marginalista con el del mundo real para facilitar el análisis teórico y poder concluir, como si fuera realidad, que las empresas ajustan constantemente la producción y los precios a cambios paulatinos en los costos o en las condicones de los mercados, lo cual es convenientemente compatible con sus análisis en términos de ingresos y costos incrementales.
También parecen confundir la utilización de la teoría del costo marginal en la teória de los precios con la fijación del precio al nivel del costo marginal, por cuanto el uso correcto, como principio marginal de fijación del precio, se limita a la fijación de la producción donde se igualan el ingreso marginal con el costo marginal para establecer un precio por encima del costo marginal. Cuanto por encima lo determina la elasticidad de la demanda.
Termino con una nota al margen de los comentarios para recordar que economistas estadounidenses han estado debatiendo el tema durante muchos años, con algunos considerando que los monopolios de servicios públicos estarían subsidiados por el gobierno cuando fijan sus tarifas (precios) al nivel de su costo marginal de largo plazo, pero no cuando igualan el costo marginal con el ingreso marginal para luego fijar su tarifa por encima del costo marginal y lograr un nivel razonable de rentabilidad. No olvidemos que estos monopolios tienen como mandato (objetivo) maximizar su producción.