Necesario replantear lo económico
Hemos seguido con mucho interés la reciente Asamblea Nacional de FEDECÁMARAS. Las conclusiones, documentos y declaraciones de los líderes empresariales deberían ser de obligatoria consideración para un mundo político partidista dominado por el justificado o no electoralismo circunstancial que ocupa el cien por ciento de su tiempo.
Lo mismo debemos decir con respecto a algunos de los eventos previos que condujeron a Maracaibo durante la semana pasada.
Es decir, las asambleas anuales de de la Federación Nacional de Ganaderos FEDENAGA, del Consejo Nacional del Comercio y los servicios CONSECOMERCIO y del Consejo Nacional de la Industria CONINDUSTRIA, entre otras.
Allí encontrarán material suficiente para comprender la gravedad de la crisis venezolana. Diagnósticos impecables en cada una de las áreas, pero también alternativas de soluciones concretas para los problemas básicos y recomendaciones precisas a las autoridades procurando la eventual cooperación que en cualquier nación moderna debe existir entre el sector privado y el sector público.
En Venezuela, lamentablemente, sucede todo lo contrario.
En su afán por controlarlo todo, característica de los regímenes totalitarios, destruir el aparato productivo privado fue objetivo primario del actual Presidente. Reducirlo a su más mínima expresión mediante absurdas medidas socialistoides o someterlo por la vía del chantaje, la violencia institucional, la falta de seguridad jurídica o la corrompida y corruptora práctica de la manipulación cambiaria, han sido actuaciones constantes durante una larga y dura década de desencuentros.
Sin embargo, a pesar del alto costo para la nación del peor gobierno de su historia, el sector privado no ha sido destruido del todo. En la misma medida que el régimen desfallece, que nada resuelve y todo funciona mal, el empresariado pareciera recuperarse, si no económicamente aún, sí en la convicción de que solo mediante la libre empresa y la libertad de trabajo, el mercado en dos palabras, la seguridad jurídica, la propiedad y un clima adecuado de confianza será posible generar riqueza auténtica, crecimiento económico que se convierta en verdadero desarrollo integral y armónico y oportunidades de trabajo estable y bien remunerado no dependientes del gobierno sino de un sector privado protagonista del hacer en las nuevas realidades continentales y mundiales.
En Venezuela jamás ha existido verdadera libertad económica. Durante más de treinta años estuvieron suspendidas las garantías. La mentalidad dominante en todos los partidos fue de un capitalismo de estado mercantilista que sembró el estatismo, la comodidad, el tráfico de influencias y no poca corrupción. El régimen actual ha sido más de lo mismo, pero mucho peor.
Es tiempo de cambiar, de ser radicales, es decir, de ir a la raíz de los problemas. El futuro está en manos de los empresarios y de las universidades. De allí deben salir soluciones y líderes para implementarlas.