Milton Friedman y Chile de Pinochet
El muy renombrado y discutido matemático y economista neoyorkino, premio Nobel 1976, dejó de existir ayer a la edad de 94 años. Gran abanderado del ultraliberalismo y fundador, junto con el austro-británico Friedrich Hayek, de la sociedad de Mont Pélerin, se hizo principalmente famoso por haber dado origen a la corriente monetarista, ferozmente opuesta a la keynesiana, mientras se desempeñaba como professor y miembro principal de la Escuela de Chicago, desde 1946, año de la muerte de J.M. Keynes, hasta 1976. En efecto, en su obra Inflación y Sistemas Monetarios (1968), Friedman propone la “tasa de desempleo natural”, la cual busca desconocer los efectos transitorios de la política monetaria en el mercado del trabajo. Este concepto se oponía al keynesiano, es decir, al crecimiento del desempleo aún en ausencia de un proceso inflacionario acelerado.
Ya anteriormente, en otra de sus obras, de la cual fue coautor junto con Anna Schwartz, Una Historia Monetaria de los Estados Unidos (1963), él sostenía que la Gran Depresión de 1929 se hubiera podido amortiguar considerablemente, de haberse impedido la fuerte reducción de la masa monetaria en circulación. Contrario al intervencionismo estatal, a su presencia en el campo industrial de cualquier índole e incluso en el sector de los servicios públicos, al no ser estrictamente indispensable, así como a la existencia misma de los bancos centrales, Friedman incurre, no obstante, en contradicciones aparentes, al proponer reformas ligadas a una mayor intervención directa del Estado en materia fiscal, así como la adopción de un “impuesto negativo”. La finalidad de este último consistiría en proveer un ingreso mínimo a los individuos de menores ingresos, tal como se pratica normalmente en algunos países europeos (ie: el RMI en Francia).
Otra de sus más criticadas contradicciones se puso de manifiesto en 1975 cuando, atraído por la incorporación y actuación, en primera línea, de sus “Chicago boys”, desde el mismo comienzo del gobierno vergonzosamente represivo del Gral. Pinochet en Chile, acepta halagado una invitación del dictador y se traslada a ese país donde ambos intercambian elogios. Todo eso sucedió mientras unos años antes, en su obra Capitalismo y Libertad(1962), Friedman afirmaba, sin ambigüedad : « La libertad económica le proporciona a los ciudadanos lo que ellos quieren, contrariamente a lo que tal o cual grupo piensa que ellos deberían querer; lo que se esconde detrás de la mayoría de los argumentos que se oponen al libre mercado, no es sino la falta de fe en la libertad misma”.
Este pasaje de la vida de quien, estemos o no fundamentalmente de acuerdo con su pensamiento, fuera un economista muy nombrado de la segunda mitad del siglo XX, nos incita a analizar breve pero objetivamente los resultados obtenidos, entre 1974 y 1983 en Chile, a raiz de la adhesión del gobierno de Pinochet, a través de sus “Chicago boys”, a la corriente monetarista. Esa primiera etapa de la dictadura, ampliamente reconocida como la de “desindustrialización” de Chile, se caracterizó por un fuerte y rápido crecimiento durante los años 1979-81 de ese gobierno. No obstante, ella culminó, inevitablemente, en un colapso estruendoso, no sólo del sector industrial sino también del financiero en su casi totalidad, el cual tuvo que ser intervenido por el Estado chileno para evitar su quiebra masiva. Eso marcó, entre 1982 y 1983 el final de un mito, conocido entonces como el del « milagro chileno »; mito éste que curiosamente sigue perdurando, a través de las expresiones elogiosas proferidas frecuentemente por políticos y, aún más inexplicablemente, incluso por muchos economistas conocidos, tanto venezolanos cómo también del extranjero.
A raiz de ese resultado económico y social, el más nefasto que se haya experimentado, en esa época, en país latinoamericano alguno, incluyendo a México, nación ésta que debió cargar con la responsabilidad de haber desatado, en agosto de 1982, la profunda crisis que se propagó luego inmediatamente a todo el sub-continente, el gobierno de Pinochet despidió a los Chicago boys y modificó sensiblemente su política económica. La razón por la cual la crisis mexicana encontró a Chile tan económicamente vulnerable, se debe al hecho de que ya desde la segunda mitad de 1981, éste venía presentando señales preocupantes de evidente desequilibrio externo, de deterioro en los términos de intercambio comercial, de déficits insostenibles de su balanza corriente, así como de dificultades crecientes experimentadas por su sector financiero. A pesar de ello, las autoridades económicas y monetarias chilenas consideraron que el “mecanismo de ajuste automático”, implícito en el enfoque monetario de la balanza de pagos, reequilibraría, en breve tempo, el sector externo de la economía.
De hecho, está bien establecido en dicho enfoque que al evitar la intervención del Banco Central, tendente a aplicar medidas de esterilización, la oferta monetaria es necesariamente endógena. Eso se debe a que ese Instituto no depende, en ese caso, sino del sistema financiero privado y de la entrada fresca de divisas, puesto que su rol es completamente pasivo por definición. En el caso de que estos elementos sean insuficientes para cubrir el déficit de la balanza corriente, la pérdida de reservas de cambio que por ello se originaría, ocasionará, gracias a una reabsorción y concentración monetaria, el aumento de las tasas de interés. Debido a esto último, se produciría una contracción – reducción – de consumo y por ende, de las importaciones, en cuyo caso, el nivel alcanzado por éstas sería obligatoriamente compatible con la capacidad de endeudamiento del país. Este mecanismo está supuesto a reducir también los precios de los bienes no transables y a mejorar la competitividad de la economía en su conjunto, incluso la del sector exportador. Por otra parte, la diferencia existente entre las tasas de interés internas y las prevalecientes en los mercados internacionales, atraerá los capitales foráneos. En consecuencia, al permitir la libre fluctuación de las tasas de interés, cualquier posible desequilibrio exterior está llamado a desaparecer automáticamente. Ante los hechos realmente ocurridos en Chile, se ha demostrado que el error fundamental, eventualmente cometido por los Chicago boys, fue el de subestimar las dificultades a las cuales se expone un pequeño país, con características similares a las del Chile de entonces, a la hora de aplicar medidas económicas no experimentadas suficientemente ni siquiera en países de mayor desarrollo económico relativo.
El anterior cambio de timón, da lugar al comienzo de una nueva fase en Chile. Se trata entonces del período comprendido entre 1983 y 1989, último año de la dictadura, conocido como su “etapa pragmática”. Ella corresponde al restablecimiento de un arancel al 35%, el cual había sido rebajado de 105% a 10% Ad-Val, en promedio, entre 1974 y 1979 y que había sido justamente el factor responsable de la quiebra de un sinnúmero de empresas industriales. En segundo lugar, se le puso punto final al movimento irrestricto de capitales extranjeros, penalizando fuertemente los capitales netamente especulativos o “golondrina”, debido a lo cual la deuda externa chilena había aumentado considerablemente, en apenas 5 años, al pasar de 5,2 a 17,1 millardos de US dólares entre 1977 y 1982.
La magnitud de un tal fracaso en Chile es sólo comprensible a la luz del aumento exhorbitante del índice de pobreza. Este pasó de 12% a 44% entre 1970 y 1989, a pesar de que al abandonar la política monetarista, impuesta durante la primera etapa y al adoptar otras medidas más acordes con la situación del país, éste haya comenzado a recuperarse a partir de 1984. Para concluir este breve recuento, cuya exactitud es fácilmente verificable a través de boletines e informes publicados regularmente por diferentes organismos chilenos e internacionales – Banco Central de Chile, Instituto Nacional de Estadísticas, Superintendencia de Inversiones Extranjeras, Universidad de Chile, CEPAL de la ONU, FMI, BM, – nos limitaremos a citar que el PIB y la inflación de ese país crecieron, entre 1974 y 1989, a tasas de 2,6% y 79.9%, en promedio anual respectivamente. Por su parte, el desempleo promedió 18.1% p.a. durante todo ese período.
No obstante los resultados evidentemente negativos, suficientes para echar por tierra objetiva e incontestablemente el mito que sigue acompañando la gestión del gobierno de Pinochet, es justo reconocer que durante su segunda etapa – pragmática – se lograron no sólo corregir algunos de los principales errores y fallas del primer período monetarista, sino que se modernizaron las instituciones chilenas y se instrumentaron varias reformas importantes de índole radicalmente opuestas a los postulados “friedmanianos”. Con base a ellas, una vez restablecidos el órden democrático y la confianza permanente de los inversionistas, gracias también en buena parte a la alentadora aparición y concurso de la “Concertación para la Democracia”, a los gobiernos chilenos que le sucedieron a la dictadura se les facilitó el camino hacia el crecimiento económico y el bienestar del que goza una parte creciente de sus ciudadanos desde fines de los años 80.
*Ing. Químico – University of Oklahoma (1958) PhD. en Ciencias Económicas – Université Paris IX-Dauphine (2000) Investigador Asociado a la Escuela Doctoral – Université Paris IX-Dauphine