Mercado: ¿orden espontáneo o la jungla?
(AIPE)- Friedrich von Hayek hizo famosos algunos ejemplos de la existencia de órdenes sociales que si bien son el resultado de la acción humana no lo son del diseño humano y que surgieron en forma espontánea. El primer ejemplo es el lenguaje, que es un sistema ordenado de comunicación social que nadie inventó y cuyo orden (la gramática) es descubierta (no diseñada). El orden de un lenguaje lo dan las reglas de la gramática, pero no es necesario primero saber gramática para usar el lenguaje, como lo demuestran los niños y muchos adultos. Muchos usamos gramática pero no la podríamos explicar ni entender si no la aprendemos disciplinadamente. Y el maravilloso lenguaje nos sirve, además, como instrumento para razonar, pues las palabras contienen conceptos complejos, útiles para concebir ideas aún más complejas.
Otro ejemplo de orden espontáneo es el dinero. Todos lo usamos sin saber teoría monetaria, pues la explicación -llamada teoría monetaria- es muy reciente en la historia. El dinero ha existido por milenios antes de que a los gobiernos se les ocurriera hacer su banca central (lo cual demuestra que no es necesaria). Hoy vemos surgir nuevos medios de pago como tarjetas plásticas y órdenes de pago electrónicos fuera del control de los gobiernos, como también sistemas sofisticados de ahorro e inversión. Nada de ello es un caos, sino una demostración de que también existen órdenes espontáneos, cuya comprensión no es necesaria para que funcionen y que, como la gramática, no se aprende por intuición sino que requiere estudio.
El sistema de precios del mercado es otro de esos órdenes espontáneos. El estudio de la ciencia económica describe cómo surge la estructura de precios, normalmente en desequilibrio, en la que se basa la economía de mercado. Recordemos que mercado es el nombre que se le da al conjunto de actividades de intercambio de propiedad privada, es decir, la libre disposición de lo propio. Los precios no son arbitrarios, pues reflejan la relativa escasez de cada cosa, desde las lechugas y los talentos personales hasta de los recursos complementarios necesarios para producir cada cosa y actividad. Además reflejan las genuinas y variadas prioridades de todas las personas, tomando en cuenta gustos, preferencias y poder adquisitivo. Y como en éste mundo las cosas no se dan en cantidades ilimitadas, los precios también sirven para racionarlas y distribuirlas, para fomentar unas y desalentar otras. Es un sistema muy complejo que nadie ha podido sustituir con otro sistema inventado y por ello el Socialismo sin propiedad privada de los medios de producción jamás puede funcionar en forma autónoma. Muchos socialistas aún no comprenden por qué fracasó el experimento Soviético.
Para apreciar la complejidad del mercado libre, imagínese el lector el grado de organización y logística que se necesitaría para producir y abastecer con alimentos perecederos, todos los días, a una ciudad, si no se dejara al mercado hacerlo. Y es notable que siendo la alimentación la prioridad número uno de nuestra vida, nadie que tenga con qué comprarla esté preocupado de si la va a encontrar o no cerca de su casa. Pobreza consiste en no tener nada que dar a cambio de los alimentos y no en que no haya alimentos para quien los puede comprar.
El mercado tiene sus ordenamientos espontáneos mucho más eficientes y sofisticados de lo que nos podemos imaginar. No es perfecto, pero precisamente porque vivimos en un mundo imperfecto, de recursos escasos, es que el mercado es necesario para progresar y algún día eliminar la pobreza. Lamentablemente, eso no se logra con constituciones y leyes que obligan a los gobiernos a sustituir los mecanismos del mercado por los que inventan los políticos.
* Ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin.
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