Economía

Marasmo Económico y Nuevos Tecnócratas

El Presidente articula frases oportunistas cuando se reúne o dirige a ciertos ambientes y, cuando cohabita con los suyos llama a la revolución continental en sus sueños de revolucionario mundial. Por su parte, el alcalde del municipio Libertador -Freddy Bernal- se pronuncia, en los ambientes de su salsa, sobre la inevitable afectación que debe tener el capital, si es que se trata de una revolución de verdad (pueden revisarse las intervenciones de ambos en los actos del Parque Central el 29-6-02). Por su lado, los nuevos ministros y vice ministros -como el del caso de industria/Víctor Álvarez- del área económica, señalan la necesidad de reimpulsar la industria y toda la economía, independientemente de referéndum y acuerdos políticos o aquella necedad de separar la economía de la política. Estos nuevos funcionarios se han perfilado, así, como los nuevos tecnócratas, cuando se le añaden a varios de aquellos que fungieron de tal manera en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993).

Los tecnócratas del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, querían desarrollar el mercado desde el Estado. En el caso de los “revolucionarios” del gobierno del Presidente Chávez, se trata de la intención de desarrollar la revolución desde el Estado. Los nuevos tecnócratas, regresan al proyecto de -autoritariamente-, desde el Estado, buscar establecer su imperio de la fe, del voluntarismo y de independizar la economía de la política para desarrollar el mercado, aunque no sean los objetivos que aun persiguen y que durante tres años y medio han venido restregándole a la nación y registrándolos en documentos, el Presidente Chávez, los funcionarios que les precedieron y sus amigos en la Asamblea Nacional.

El dramatismo de la situación venezolana actual queda reflejado en el impresionante resultado -justificado por lo demás- de que, parte de las medidas fundamentales a tomar para enrumbar seriamente la economía por una ruta mínimamente estable, pasa por la reforma del Estado y atender la problemática institucional. Y, específicamente, la idea válida sobre que los gobiernos deberían abandonar el sentido de conquista del poder político y la administración pública. Se sabe que en todos lo lugares del mundo, existen intereses grupales y particulares que están altamente consustanciados con los procesos políticos de campañas y elecciones. Lo que no deberían estos últimos, es, primar sobre los nacionales en los asuntos del Estado y los poderes públicos. Es claro que esto no será hecho por el actual gobierno.

Tiene la economía y la sociedad venezolana acumulados lustros y décadas, discutiendo y elaborando informes sobre reforma administrativa y del Estado. En ellos, por cierto, se registraron discusiones y propuestas de un nivel mucho más alto, que los vistos en las ejecutorías del actual gobierno en cuanto a asuntos como el papel y funciones de un vicepresidente o un defensor del pueblo.

Los tres últimos períodos gubernamentales, han manejado las instituciones con el antojo de la tradición: esto es, como pueblo o botín conquistados, según los casos. El segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, ejecutó tal acción, con la idea del equipo para impulsar la “modernización” y la apertura; el segundo gobierno de Caldera, con el espíritu de unidad y “salvación” del país y el del Presidente Chávez, con la idea del cambio y la “revolución”. Pero, realmente, en todos, se ha mantenido el manejo grupal, sectario e interesado y partidista, que se justifica siempre, con lo que generalmente usa a tal fin el poder político: consigo mismo. Se sabe que a los politiqueros de profesión, sean de izquierda, centro o derecha, cualesquiera ideas que se salen del carril de sus intereses, les parecen ingenuas o inocentes.

En resumen, son esas algunas pinceladas en el tránsito de los últimos lustros, de parte de una economía que, iniciado el mes de julio de 2002, ha observado el tipo de cambio flotante -sucio- cercano a Bs. 1400 x 1US $ (implicando una devaluación acumulada de más del 70% en el transcurso de 2002), cuyas empresas en estados como Aragua, Carabobo y Lara están cerrando en número no irrelevante, los ciudadanos ven como el Estado les pide más impuestos -por la vía cambiaria, de los tributos o de sus transacciones- mientras continua con su dispendio y se amplían las denuncias de mal uso de fondos públicos y el gobierno y sus nuevos ministros se regocijan de haber conseguido el parcial visto bueno del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional -que siempre, en estos menesteres, actúan con comodidad-.

Es curioso cómo, los nuevos ministros de la economía, al posicionarse de sus cargos decían que el mercado cambiario se había estabilizado, después del crecimiento abrupto del precio del dólar en febrero y, una vez vistos los movimientos del dólar en los meses de mayo y junio señalan, los mismos ministros, que la devaluación del bolívar se relaciona con los sucesos políticos y militares de abril del año en curso. Esos mismos ministros, además, le piden a la nación, separar lo político de lo económico, aunque sepan que existe la economía política y el gobierno en el que se desempeñan persista en la agitación política, en la que lleva invertidos tres años y medio y muchos recursos.

Mientras el ministro de CORDIPLAN, Felipe Pérez, sigue ofreciendo –“si salimos de esta”– su tasa de crecimiento de 7% para 10 años, la economía continua con más de 50% de la población activa ubicada en el sector informal y la inflación acumulada hasta el mes de junio de 2002 se ha ubicado en casi 13% y el dólar ha alcanzado los niveles señalados. Si bien aquella tasa no es imposible de conseguir, no pareciera ser este ni el gobierno ni el contexto que mejor puedan facilitarla.

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