Los subsidios a la energía
Cuando se observa el consumo energético mundial siempre se llega al mismo lugar común: los países más ricos consumen la mayor parte de la energía del planeta. Esto es así por una realidad que opera a dos puntas: Hay que utilizar mucha energía para ser rico y hay que ser rico para utilizar mucha energía. Hay que utilizar mucha energía para ser rico, porque para serlo se requiere una economía moderna, con una agricultura mecanizada en todas sus fases, de una industria tecnológicamente avanzada, sistemas de transporte actualizados y un diversificado sector de servicios. Todas estas actividades son altamente insumidoras de energía. Un ejemplo son los Estados Unidos. Se suele criticar que consumen el 25% de la energía mundial con menos del 5% de la población. Pero si en vez de relacionar su consumo con la población se hace con otras variables, sus necesidades energéticas no lucen tan disparatadas. Así, EEUU concentra el 21% del PIB mundial, el 23% de la producción manufacturera, el 26% de las carreteras, el 26% del consumo de electricidad, el 20% de las vías ferroviarias. Y así podríamos pasearnos por otros indicadores y veríamos que en muchos están en el mismo orden. De modo que su consumo energético resulta bastante acorde con su infraestructura y su capacidad productiva y es una condición indispensable para ser rico.
Pero también hay que ser rico para utilizar mucha energía. Los ricos tienen casas más grandes y mejor equipadas que los pobres, tienen más vehículos, viajan más, consumen más productos de todo tipo. Estas cosas se traducen en un mayor consumo energético. Por ello, las mismas diferencias que se aprecian cuando se comparan países se pueden observar con los grupos sociales al interior de cualquier país. Los sectores de mayores ingresos consumen la mayor parte de la energía. En el sector eléctrico venezolano, el 20% de mayor ingreso consume el 60% de toda la electricidad residencial. Con los hidrocarburos pasa lo mismo, el 80% de la gasolina es consumida por el 20% de la población con mayor ingreso.
La mayor parte de los países del planeta han comprendido esta realidad y por eso es muy extraño que se subsidie la energía. Por el contrario, es muy común encontrar impuestos indirectos que penalizan el consumo de electricidad y gasolina. Los gobiernos han entendido que subsidiando la energía se favorece a los ricos y, en consecuencia, diseñan políticas públicas que eviten está distorsión tan regresiva. Es mucho más eficiente económicamente cobrar la energía a su precio de mercado, o inclusive penalizarla con alguna proporción de impuestos indirectos, y dirigir estos recursos a la prestación de servicios y provisión de bienes que favorezcan a los sectores pobres.
Por poner un ejemplo, en nuestro país sería más eficiente cobrar la gasolina a su costo de oportunidad, es decir, al precio alternativo que esta dispuesto a pagar el mercado mundial, y subsidiar el transporte colectivo que es utilizado mayormente por los pobres. Sin embargo, con la política irresponsable que aplicamos actualmente, la mayor parte del subsidio a la gasolina beneficia a los sectores pudientes, por la sencilla razón de que tienen más carros. Se puede afirmar que el 80% del subsidio a la gasolina, el cual se puede calcular a los precios actuales por encima de los 4.000 millones de dólares, beneficia al 20% de mayores ingresos de nuestra población.
El hecho de que no se haya producido ninguna corrección del precio de la gasolina, al mismo tiempo que se subsidian todos los energéticos, en estos siete años de una revolución que se dice dirigida a los pobres, a los “excluidos”, resulta inexplicable. Al mismo tiempo muestra a las claras la falsedad de sus postulados y el deseo de quedar bien con Dios y con el diablo.