Economía

Los “plátanos al cambio”: el trueque para sobrevivir en Venezuela

Como si de un deporte extremo se tratara, tres jóvenes se adentran todos los días por las empinadas calles de la populosa zona de Catia con una cesta cargada con plátanos para intercambiarlos por productos que, posteriormente los venderán para seguir sobreviviendo ante la actual crisis económica del país.

Se trata de Bryan, Samuel y Alexandra, quienes explicaron la nueva modalidad para ganarse el pan a diario y cubrir sus necesidades básicas.

La crisis económica venezolana es tan profunda que, para una persona de una zona popular como Catia, puede ser difícil hasta para comprar un par de zapatos nuevos, pues el salario mínimo en Venezuela es de 0,70 centavos de dólar.

Foto: Rayner Peña (EFE)


Al grito de «se cambian plátanos» y con su cesta sobre los hombros, los muchachos recorren el barrio desde primeras horas de la mañana para cambiar con los vecinos de la zona cuatro plátanos por un paquete de arroz, pasta, granos, harina o cualquier otro producto alimenticio que se venda por kilo.

El producto que más consiguen los «plataneros» como intercambio es el arroz; y casi todos los artículos que los habitantes de la zona cambian son aquellos que vienen en las bolsas alimenticias que entrega el Gobierno de forma subsidiada y que se conocen como CLAP.

El «trueque» de plátanos por productos comenzó a propósito de la pandemia, en marzo del pasado año, aseguró Bryan Blanco.

Al principio, los habitantes de la zona lo veían un poco «extraño», pero poco a poco se fueron familiarizando y se dieron «cuenta que les resulta, porque es cuestión de ayudarlos», agregó Blanco, pues los plátanos son entregados en las puertas de las casa de cada vecino que sale a cambiarlos por un paquete de arroz o pasta.

Foto: Rayner Peña (EFE)

¿Dónde consiguen los plátanos?


Los jóvenes se surten de plátanos en varios galpones en los que se estacionan entre seis y ocho camiones a diario ante la imposibilidad de poder aparcar en la calle -donde comúnmente lo hacían-, por la pandemia del coronavirus

Cada furgón puede cargar consigo aproximadamente 250 cestas con 150 plátanos, dependiendo del tamaño del fruto.

Los plátanos llegan a Caracas procedentes del occidente del país, de los estados Mérida y Zulia, y se dan durante todo el año, aunque hay épocas de abundancia y escasez, por lo que los costos se abaratan dependiendo de la temporada.

Foto: Rayner Peña (EFE)


Actualmente hay abundancia, razón por la que los dueños de fincas venden a los transportistas que trasladan el fruto en 4 o 5 dólares la cesta que pesa aproximadamente 35 kilos, mientras que los caminantes encargados de hacer los trueques se la compran a estos en 10 o 12 dólares, dependiendo del tamaño del banano.

¿Y cómo ganan los «plataneros»?

Los «plataneros» de a pie también pueden pagar por las cestas con los productos recolectados en el intercambio.

Por cada caja de banano -que trae 150 o 160 unidades del fruto- los transportistas reciben como forma de pago 22 productos. Es decir, que si un platanero de a pie intercambia 4 plátanos por un producto, logra recolectar al final de la jornada 40 artículos.

De esta manera, su ganancia diaria es de 18 productos, lo que traducido en divisas da un total aproximado de 8 dólares, tomando en cuenta que cada producto es recibido a 0,45 centavos de dólar.

Sin embargo, hay algunos que, como Alexandra Armijo, de 22 años, prefieren pagar en divisas y acumular los productos para armar un saco -que incluye 22 o 24 unidades de un artículo determinado- y venderlo en 10 u 11 dólares a los comerciantes o a las personas que manejan los galpones donde se estacionan los camiones.

Allí, un grupo se organiza para recolectar, armar y empaquetar, de forma rudimentaria, los miles de paquetes de arroz, pasta o harina que se lleva un camión de forma semanal al interior del país para venderlos a comerciantes chinos, según los trabajadores del lugar, que pidieron mantenerse en el anonimato.

Sin ofrecer más detalles, por desconocimiento, según dijeron, los paquetes que son envueltos en bolsas y luego sellados con el calor de una plancha de ropa hasta llegar a los 1.200 sacos que supuestamente se venden en el interior del país a comerciantes chinos.

El apoyo familiar y el cansancio


El «trueque», entonces, termina siendo una ganancia para todos, tal y como lo señalan los protagonistas de esta historia que no distingue género ni edades, porque también hay adolescentes y personas mayores realizando la actividad.

El intercambio, incluso, se ha vuelto un «negocio» familiar o así lo señala Alexandra, madre de tres niños de 9 meses, 2 y 6 años.

Foto: Rayner Peña (EFE)


«Yo trabajo con el papá de mis hijos. Él era el que nos mantenía, pero como se nos estaba haciendo demasiado difícil yo tuve que salir a ayudarlo también pues», señaló Alexandra que recuerda que el trabajo no es sencillo, porque requiere gran esfuerzo físico.

«Esto cansa bastante, sí, esto es demasiado fuerte, no todo el mundo lo hace (…) he estado con personas que me han dicho: vamos a trabajar, y ya después al día siguiente no van porque es difícil, es cansancio», agregó.

La otra cara de la moneda

Esta modalidad que se ha implementado en muchas partes de Caracas, así como también en otras regiones del país, ha generado molestias en los habitantes de algunos sectores, así como también inseguridad. ¿La razón? La bulla que generan estas personas sin importar la hora y que algunas de estas personas han cometido fechorías como sucedió el año pasado en la parroquia El Valle.

Con gritos de “vecino, vecina, plátanos al cambio” desde tempranas horas y hasta después del mediodía, no respetan el derecho a los demás que están, por la pandemia, en casa.

Los “plataneros de a pie” atribuyen a que ellos “están trabajando”,  solo que su “trabajo” que es su pleno derecho,  llega a perturbar el derecho al trabajo a las otras personas que deben cumplir con su deber laboral desde casa a consecuencia de la pandemia por el coronavirus.

Para la parroquia Caricuao acuden muchos de estos plataneros, pero específicamente en el sector UD7, hay días que el escándalo sobrepasa los límites. Varios de sus habitantes se han quejado con la presencia de los “plataneros”, argumentando que no deben ubicarse en las plantas bajas de los edificios y, mucho menos, ingresar a estos. No solamente sucede con los “plataneros”, sino también con el que vende mantequilla detallada, jabón líquido, cloro y huevos.

Recientemente el día 20 de enero, específicamente en el bloque 15, en horas de la mañana se fue la energía eléctrica en el sector, fallas que se han generado desde el 31 de diciembre. Justo cuando se fue la luz, uno de los vendedores ambulantes había abordado el ascensor junto a la conserje del edificio. Acto seguido, al verse encerrados, comenzó a hacer actos lascivos frente a la joven y luego le cayó a patadas a las puertas del ascensor, dañando una de éstas.

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