Lo que dice la UNCTAD
Durante el comienzo del año 2000, se llevó a cabo en Bangkog, la reunión de la Unctad (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) donde se revisó y cuestionó, entre otras cosas, el Consenso de Washington. Visto todo los sucedido desde el año pasado, en cuanto a críticas a la globalización o a las particulares manifestaciones callejeras en contra de ella, es bueno darle concreción al titulo de esta nota. Para ello veamos, muy sintéticamente, lo que plantea la Unctad en su Informe sobre Comercio y Desarrollo 2000, y específicamente en su panorama general.
Para el contexto general -e insistiendo en sus repercusiones para las naciones en desarrollo-, y aun reconociendo el papel de caballero blanco que ha venido desempeñado la economía de EE.UU., la Institución destaca que: “…Los desequilibrios macroeconómicos que se dan hoy día en el mundo presentan ciertas semejanzas inquietantes con las registrados en las décadas de 1970 y 1980, cuando la ausencia de cooperación y coordinación entre las mayores potencias económicas produjo fracturas sistémicas y aterrizajes difíciles…” Más aun y para corregir distintos desequilibrios donde están inmersos las naciones en desarrollo, “…Serán necesarios también una mayor cooperación y un mayor dialogo internacionales… Esto exige un liderazgo mucho más audaz, similar al que favoreció el advenimiento de la última edad de oro” (debe referirse al capitalismo de los años cincuenta del siglo XX/EOR).
En cuanto a las nuevas tecnologías y a los países en desarrollo -a los cuales la institución siempre ha atendido en sus análisis- señala que: “…la mayoría de sus empresas han sacado muy poco o ningún provecho de ellas hasta el momento, y esta brecha digital inquieta cada vez más a los responsables de las políticas económicas.” Más adelante, sin embargo, y en un tono muy típico de los organismos internacionales dice la Unctad que: “…la reactivación de las corrientes de capital privado, junto con la continuación de las reformas internas y la difusión de las nuevas tecnologías, hará que los países en desarrollo empiecen a cosechar los prometidos frutos de la mundialización.”
En una nota anterior señalábamos que, dentro de los desequilibrios globales, lo atinente a precios de los productos básicos y movilidad de capital, sigue siendo altamente relevante para las naciones en desarrollo y particularmente para América Latina. El informe de Unctad, da suficientes ilustraciones sobre la importancia de estos dos fenómenos. Curiosamente -y contrario a la filosofía que tienen algunos- concluye que: “…Para el conjunto de la región el reto fundamental sigue siendo el de encontrar la forma de liberarse de una excesiva dependencia de los recursos de procedencia exterior.”
Por último, el informe de Unctad dedica un capitulo a las naciones del Asia, en el sentido de la crisis iniciada en el año 1997. En un artículo que publicamos en el año 1998, en la Revista Venezuela Analítica (analitica.com) señalamos que habían variadas exageraciones sobre la crisis asiática. Una de ellas, era la de que, según algunos, con sentido tremendista, de la oportunidad o la moda “ese modelo se había acabado”. Pues bien, ya para el año 1999 puede decirse que se presentó una inflexión considerable en cuanto a los efectos iniciales de la crisis. La Unctad, lo señala de manera muy categórica, al indicar que: “Las economías de los países en desarrollo de Asia volvieron a tener tasas muy altas de crecimiento en 1999, con una tasa media superior al 5%…” También, y sin dejar de alertar sobre motivos de preocupación que puedan seguir existiendo, señala que: “Con la excepción de Indonesia, la renta por habitante en estos países ha recuperado e incluso superado los niveles anteriores a la crisis; los tipos de cambio se han fortalecido, los diferenciales de los tipos de interés de los créditos internacionales se han reducido considerablemente, y el capital extranjero ha empezado a regresar…”.
Reflexionando sobre Asia, el informe de Unctad retoma una idea que es altamente relevante para la actualidad de muchos países de América Latina y Venezuela en particular. Se trata de que, en el mundo en desarrollo, existe un patrón observado, según el cual, la pobreza y la miseria, se reducen mucho menos cuando existen situaciones de crecimiento económico y se potencian cuando hay decaimientos similares en este último.
De alguna manera, es esto lo que está como problema, en el trasfondo de lo que han venido planteando recientemente otros organismos como el Banco Mundial, en cuanto a la necesidad de un mundo con equidad.