¿Las Reservas Internacionales Chinas y el futuro de la humanidad?
Estados Unidos acaba de celebrar el advenimiento de su habitante número 300 millones, mientras China se apresta a festejar, sin mucho ruido, su billón métrico o, lo que es lo mismo, un trillón americano de reservas internacionales, constituidas en su mayor parte por dólares de los EE.UU.
Este hecho singular, muy poco publicitado por la prensa occidental representa, no solamente un hito singular en la historia de nuestro planeta, sino una amenaza que atenta contra la estabilidad económica de los EE.UU. y en parte también de los países que conforman la Unión Europea, así como de los aliados comerciales de ambos bloques económicos. Para todos ellos, las consecuencias de lo anterior podrían revestir, a mediano o largo plazo plazo, un carácter de gravedad casi insospechado, tanto en el plano económico como geo-político y posiblemente también en el bélico en un futuro más lejano. En efecto, lo previsible es el comienzo, en algún momento, de un proceso imparable de depreciación del dólar, a menos que el gobierno de los EE.UU. logre parar paulatinamente, revirtiendo luego, el deterioro cada vez más pronunciado de su balanza comercial, la cual fluctúa alrededor de los US$ 65 millardos mensuales. Simultáneamente, es indispensable también que el próximo gobierno de ese país decida instrumentar, sin más demoras, las reformas y medidas fiscales necesarias, mediante las cuales lograr la rápida eliminación de su considerable déficit presupuestario. Este ronda actualmente el 6% de su PIB.
De no tomarse las acciones, aquí muy brevemente señaladas, se iniciaría inevitablemente – tal vez más temprano que tarde – un proceso de deterioro del poder adquisitivo y como su consecuencia, del bienestar y empobrecimiento progresivo de la población norteamericana en general. Esto representaría un hecho de considerable trascendencia y de gran peligrosidad para la paz mundial, pudiendo repercutir, ulteriormente, en aspectos que irían más allá de lo estrictamente económico y social en los EE.UU. y demás países occidentales afectados.
Nuestras afirmaciones se basan en el enorme e incesantemente creciente poder de negociación que ha sabido acumular China durante los últimos años, especialmente vis-à vis los EE.UU., al utilizar sus preciosas reservas internacionales para, junto con el Japón principalmente, contribuir en medida incomparablemente determinante, año tras año, a equilibrar la balanza de pagos de la primera potencia mundial. Cómo es bien sabido, China y Japón que representan hoy por hoy, a paridad de poder de compra (ppc), la segunda y tercera economías mundiales respectivamente, adquieren periódicamente bonos del tesoro, así como otra variedad de instrumentos financieros públicos y privados norteamericanos. Dichos papeles u obligaciones representan ingentes sumas las cuales, pagadas en US dólares, posibilitan anualmente la entrada suficiente de capitales a los EE.UU., con lo cual lograr neutralizar el resultado negativo, tanto de su balanza en cuenta corriente como del propio déficit fiscal.
La situación antes brevemente descrita, le ha permitido al gobierno del Presidente J.W. Bush mantener, hasta ahora, una relativa estabilidad y solidez de su signo monetario, así como evitar el incremento general de los actuales impuestos y el establecimiento de nuevos tipos impositivos. Todo ello propendería a atentar paulatinamente contra el poder de compra y, por ende, el modo de vida del ciudadano estadounidense. Sus repercusiones se harían sentir concomitante y principalmente tanto en el viejo continente como en todo el mundo occidental, Latinoamérica incluida.
No obstante, justo es reconocer que el optar por una decisión de tal trascendencia para China no resultaría, por razones puramente económico-comerciales, ni de índole práctico, ni ejecutable sin la superación previa de muchos obstáculos. En primer lugar, el hecho de sustituir, principalmente por euros, una suma tan considerable de sus reservas internacionales, actualmente detenidas en US dólares, no resulta de fácil realización. En segundo lugar, al debilitar la capacidad adquisitiva de sus actuales clientes principales – recordemos que frente a los EE.UU. solamente, el superávit comercial chino, este año, alcanzará unos 100 millardos de US dólares – estaría causándose a sí misma un grave daño, reparable únicamente a través de un acelerado crecimiento de las economías asiáticas en su mayoría, las cuales irían conformando, en forma rápidamente creciente, un bloque económico chino-dependiente, es decir, centrado en la nueva gran potencia económica de 1,3 millardos de habitantes, la cual podría reemplazar progresivamente, en esa en esa región del planeta, la presencia de la aún prevaleciente economía de los EE.UU.
En todo caso, un posible futuro gran enfrentamiento financiero y comercial entre Estados Unidos y China, apoyado el primero por la Unión Europea, ampliada en el futuro cercano a 25 países, así como eventualmente por Rusia y algunas de las repúblicas de la ex-Unión Soviética, sería susceptible de extenderse eventualmente al campo bélico, dando origen a un nuevo enfrentamiento mundial, cuyo desenlace sería imprevisible pero que podría ser el último sobre nuestro planeta. Esperemos que el sentido común prevalezca y que nuestros descendientes no tengan que ser testigos y víctimas, al mismo tiempo, de un exterminio general de la raza humana.
*Ing. Químico – University of Oklahoma (1958)
PhD. en Ciencias Económicas – Université Paris IX-Dauphine (2000)
Investigador Asociado a la Escuela Doctoral – Université Paris IX-Dauphine