Las finanzas de PDVSA
Realmente preocupan las finanzas de PDVSA, las cuales reflejan, sin lugar a dudas, la precaria situación en la que ha caído nuestra principal industria. Los atrasos en los pagos a proveedores, las dificultades que tiene esa empresa de llegar a acuerdos laborales satisfactorios con sus trabajadores, y el aumento alarmante de sus cuentas por cobrar, que muy probablemente nunca serán cobradas ya que las mismas responden al práctico regalo energético que le hacemos a varios países latinoamericanos y caribeños, son sólo algunos indicadores de una cruda realidad que se venía gestando desde hace varios años, pero que se agravó e hizo crisis a raíz del colapso de los precios internacionales del petróleo ocurrido en los últimos meses del año precedente.
Al examinar los estados financieros de PDVSA se observa que durante 2007 y los tres primeros trimestres de 2008, cuando los precios de exportación de nuestros hidrocarburos aumentaban fuertemente hasta alcanzar máximos históricos inimaginables, los pasivos de esa empresa aumentaron un 152%, pasando de $ 27,42 millardos el 31 de diciembre de 2006 a más de $ 69 millardos a fines de septiembre del año pasado. Adicionalmente, durante los nueve primeros meses de 2008 sus cuentas por cobrar aumentaron un 116%, llegando a superar los $ 24,2 millardos. Esas cifras llevan a la conclusión de que durante el período de mayor bonanza petrolera PDVSA se hundía en un severo problema financiero, que estalló con toda fuerza cuando se desplomaron los precios a raíz de la crisis global.
Una de las formas como se ha manifestado esa adversidad es el severo retraso en el pago a proveedores y contratistas, lo cual se ha traducido en la acumulación de deudas con múltiples empresas, tanto locales como extranjeras, que ha llevado a algunas de ellas al punto de asfixia, no pudiendo seguir operando por falta de recursos, o ha hecho que otras suspendan operaciones por incumplimiento de pago. De hecho, las deudas acumuladas con algunas empresas superan los $ 100 millones, llegándose al extremo de una contratista a quien se le debe una cifra astronómica que ya se acerca al millardo de dólares. Esto ha hecho que varias operadoras de taladros hayan interrumpido sus actividades, y otras que aún se mantienen activas estén considerando parar. Situaciones similares se están presentando en otras áreas, como la del manejo de oleoductos y prestación de otros servicios, implicando esto, además de riesgos de acciones legales ante centros de arbitraje internacional, severas restricciones operativas que se están traduciendo en menor capacidad de producción y de distribución.
Ese caos financiero, que ha llevado a algunos a decir que PDVSA está quebrada, es producto de la imprudencia y la irresponsabilidad gubernamental, al obligar a esa empresa a dedicar ingentes y crecientes recursos al financiamiento de una serie de proyectos que le son totalmente ajenos, y que le limitan la disponibilidad de fondos para operar eficientemente el negocio petrolero. Además de los elevados compromisos tributarios que tiene que cumplir, se le ha forzado a realizar cuantiosas transferencias de dinero a fondos gubernamentales, a financiar millonarios programas sociales de la más diversa índole, a importar y distribuir alimentos, y a comprar empresas de todo tipo, incluyendo productoras de productos lácteos y de aceite comestible.
Por ese camino, PDVSA, que como dice el slogan “ahora es del pueblo”, estará cada vez menos posibilitada de generar los recursos que tanto se requieren para dar al pueblo lo que éste más necesita.