Ladrón del futuro
“Arroparse hasta donde alcance la cobija”. Sabio consejo dado por los mayores antes de que el consumismo fuera exacerbado por las modernas técnicas de mercadeo y el apalancamiento del sistema financiero con sus “productos” incitadores al endeudamiento sin medida ni mayores requisitos.
No pretendían los abuelos satanizar el “fiao”. Esa relación con el bodeguero y el “turco” vendedor de telas, todo tipo de chécheres y hasta muebles, porque el crédito no es un instrumento financiero intrínsecamente perjudicial. Todo lo contrario, permite aprovechar oportunidades que redundan en el mejoramiento de la calidad de vida del beneficiario. Por supuesto, puede tener efecto contrario si es utilizado con desmesura y para fines distintos al bienestar familiar.
El endeudamiento público también es un arma financiera de primer orden siempre y cuando se contraiga a los programas coadyuvantes del desarrollo integral. Si por lo contrario es utilizado para financiar la burocracia y los brigadistas del PSUV entrenados para sabotear actividades de la oposición, en el desaguadero de adquisiciones y obras de mala calidad, el desenfreno armamentista con sobreprecio, más multimillonarias donaciones a otros países y un sin fin de etcéteras, hemos topado con un gobernante inescrupuloso cuyo objetivo es perpetuarse sin medir consecuencias.
Tal ha sido, es y no hay indicios de que pueda dejar de serlo el delincuencial desempeño político-administrativo del Socialismo del Siglo XXI, encabezado por el sátrapa que ejerce desde la Habana. Lo comprueban el escandaloso nivel de endeudamiento total que supera, con creces, el 35% del PIB. Podría se mayor o menor pero como en la Venezuela de hoy la estadística fiscal es secreto de Estado, no hay quien disponga de dato cierto. Sin embargo, por esas alturas andan los tiros. Cuando el endeudamiento trepa por sobre el 15% deben activarse las alarmas, con más razón en un país donde el componente petrolero, sujeto a variaciones en la demanda y los precios, representa más del 50% del PIB.
La proximidad con la línea de peligro genera temperaturas tensionantes palpables en los altos intereses a pagar por las subsiguientes emisiones y, por supuesto, en la sustancial reducción del presupuesto de inversión para el desarrollo (educación, salubridad, tecnología, vivienda, vialidad, pequeña y mediana industria, expansión agropecuaria, seguridad social y ciudadana, etc.) A poco andar salta el chispazo del desempleo junto con el derrumbe de los servicios vitales, la pérdida de las expectativas de una mejor calidad de vida y el surgimiento del comercio informal, la ruptura del molde ético y moral, el imperio del malandraje.
Por esas infernales trochas nos ha puesto a caminar el sátrapa y su corte de lambiscones. Pero como faltaban algunos detalles para lanzarnos de una vez al averno de la miseria el enfermo terminal, desde su refugiado habanero, ha incluido en su testamento el Fondo de Prestaciones Sociales administrado por el gobierno, fijando el límite y uso del dinero. Expropia a los trabajadores el producto final de su esfuerzo en la creación de riqueza, tal como a su modo de ver el capitalismo les roba la plusvalía. Claro no podía faltar un toque a la Ley Orgánica de la Administración Financiera del Sector Público para autorizar endeudarnientos sin la opinión del Ministerio de Finanzas y del Banco Central ni la autorización de la Asamblea Nacional. Es decir: para meter mano en las Finanzas Públicas como si se tratara del baúl que tiene bajo su cama, sacar cuanto le vengan en gana y disponer de esos haberes a su antojo.
Ante semejante accionar político-administrativo ¿quién puede dudar que estamos en presencia del un ladrón del futuro?