La Vueltosa: la historia sin fin
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Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que una empresa pública no quiebra nunca, o por lo menos puede seguir trabajando quebrada. Pero en justicia no debería decirse lo mismo de un proyecto, ya que por definición todo proyecto debe tener principio y fin. Sin embargo, si analizamos la historia de la Central Hidroeléctrica La Vueltosa lo más seguro es que lleguemos a una conclusión similar y terminemos diciendo que hay proyectos públicos que no terminan nunca.
La Vueltosa se une a proyectos como el Túnel de Yacambú, la autopista Puerto la Cruz-Cumaná o la de oriente, la conversión a gas de Planta Centro y tantos otros que usted, amigo lector, recordará, cuyo inicio se pierde en la memoria y de los cuales se habla de tanto en tanto para luego volver a sumergirse en el olvido. Pero mientras tanto hay equipos de gente que trabajan en dichos proyectos, que formulan y ejecutan presupuestos y que, en muchos casos, transitan toda su vida laboral por muchos años y terminan jubilados.
En el caso de La Vueltosa podríamos afirmar que no se ha escogido un equipo humano para ejecutar un proyecto, sino que se ha escogido un proyecto para sostener a un equipo humano. Por mucho tiempo este equipo humano estaba dentro de Cadafe, pero luego, desde hace ya unos cuantos años, se creó una empresa encargada de la ejecución del proyecto: Desurca.
A este personal hay que agregar el empleo indirecto generado en unas cuantas empresas, nacionales y regionales, que prestan servicios asociados a la obra. En conjunto constituyen un equipo que ha trabajado en el proyecto durante los 26 años que ha durado el mismo hasta el momento, sin que su esfuerzo se traduzca en un resultado tangible.
A pesar de que no disponemos de cifras que permitan avalar la siguiente afirmación, yo me atrevo a asegurar que el costo asociado a la construcción de La Vueltosa supera con creces la inversión directa del proyecto. Algo así como que para construir algo que vale 100, digamos una casa, paguemos por empleados, obreros, oficinas y demás gastos 300 o 500. Está claro que los empleados de Desurca no son culpables de este sobreprecio, pero eso no justifica que se haya mantenido por tantos años un equipo con tan baja producción.
Una de las consecuencias de esta realidad es que se consolida el movimiento de las llamadas “fuerzas vivas” que luchan a brazo partido por la continuidad del proyecto. Así se priorizan los trabajos orientados a garantizar la irreversibilidad de la obra. Lo podríamos llamar el enfoque del “ya que”: si construimos A no queda más remedio de construir B, y así se va avanzando en el proyecto independientemente de que su factibilidad técnica y económica esté en entredicho. En el caso de La Vueltosa lo han logrado con creces, el proyecto no tiene marcha atrás, la mejor opción es terminarlo a como dé lugar, salga sapo o salga rana.
Pero la historia de La Vueltosa, que merece ser contada en detalle en otra oportunidad, debería servirnos de experiencia. Todavía hay tiempo de culminar el desarrollo llamado Uribante-Caparo con la conclusión de esta obra. Sería un gran error embarcarse en el último proyecto que falta, el desarrollo 2, compuesto por la presa Las Cuevas y la central La Colorada. Todos los estudios serios indican que este proyecto no es conveniente, ni económica, ni técnica, ni ambientalmente.
A propósito, propongo que se abra un debate público sobre el tema, en el que los venezolanos podamos participar y expresar nuestras razones. Pienso que sería un error politizar el tema y convertirlo en una pelea entre socialismo y capitalismo. Se trata de dialogar sobre la mejor forma de utilizar recursos escasos en función del bien común.