La solución eólica
Cuando se observan las necesidades de generación eléctrica que habrá que satisfacer en el mediano plazo en el país, digamos en los próximos cinco años, la tarea luce tan titánica que mete miedo. Hay que instalar al menos 1.000 MW por año, cifra que ya ha sido tan mentada, inclusive por los propios responsables de instalar las centrales, que no queda ninguna duda de que se entiende su magnitud. Sin embargo, cuando se miran las acciones que se toman, uno empieza a pensar que no se ha comprendido la tarea y que a los responsables les queda grande.
Una cosa que preocupa es observar a tantos profesionales capaces, tanto en el MEP como en las empresas públicas del sector eléctrico, trabajando en la posibilidad de instalar turbogeneradores eólicos en varias zonas del país. Ciertamente, en Europa la energía eólica ha tenido un impulso impresionante en los primeros años del siglo XXI. Particularmente Alemania y España han hecho grandes avances en ese sentido. Alemania es el líder de Europa y del mundo en capacidad instalada movida por el viento, con más de 20 GW, y España le sigue de lejos en el segundo lugar con 10 GW.
Pero hay una diferencia fundamental entre esos países y Venezuela. Allí los turbogeneradores de viento se instalan para ahorrar combustible y avanzar en una transición hacia energías renovables, por el contrario, aquí se está requiriendo con urgencia capacidad instalada nueva para atender a nuestras necesidades. Hay que entender que la energía eólica no se puede considerar firme, vale decir, garantizada, por la sencilla razón de que la disponibilidad del combustible depende de la naturaleza y escapa del control de los planificadores.
Para poner un ejemplo, en España la capacidad instalada eólica en el año 2005 alcanzó los 10 GW, está es una potencia equivalente a la capacidad de la central de Guri. Sin embargo, Guri generó en 49 TWh en el año 2005, mientras que todo el parque eólico español produjo 20 TWh. La diferencia tiene una explicación muy simple, la continuidad del viento que alimentó al parque eólico español no puede compararse con la del agua del Caroní que alimentó a la central de Guri.
Hay que decir, por añadidura, que los países europeos han hecho estudios de los vientos en sus países desde hace muchos años, mientras en Venezuela carecemos de los mismos. Con todo, ellos aprovechan los vientos cuando vienen y cuando no hay viento poseen un parque convencional para atender sus necesidades. En el caso nuestro resulta imperioso ampliar el parque convencional, ya que en la actualidad es insuficiente y estamos viviendo de la capacidad de almacenamiento del río Caroní, que nos proporciona unos excedentes no garantizados y que se agotarán en lo que se produzca un año seco.
Por eso preocupa que se asignen tantos recursos a la instalación de capacidad eólica en el momento actual, cuando debíamos concentrarnos en nuestros problemas de corto plazo. Eso no significa que se abandonen las energías renovables. Lo fundamental es realizar un estudio serio de los vientos en el país para determinar las áreas en las que será factible complementar la generación convencional con un moderno parque eólico en el futuro.
Pero en la actualidad, ante los imperiosos problemas inmediatos que enfrentamos, lo que se impone es implorarle a nuestras autoridades ¡Por favor, dedíquense a instalar las plantas térmicas convencionales que necesitamos y a conseguir el combustible para moverlas!