La solución de la pobreza
(%=Image(2293154,»L»)%)Ciudad de Guatemala (AIPE)- Todo el mundo cree tener la solución. Lo malo es que la fórmula suele ser la misma y no funciona: que el gobierno promulgue más leyes que resuelvan los problemas.
Su solución al problema de la pobreza depende de la teoría que usted sustenta sobre la producción de la riqueza. Por ejemplo, si usted es de los que creen que la riqueza nos llueve todos los días del cielo, pero que los ricos la interceptan y la mandan a Miami, entonces la solución es fácil: amarrar a los ricos y permitir que se derrame la riqueza entre todos los sectores pobres.
Si usted participa de la teoría marxista que atribuye la creación de la riqueza a “las fuerzas naturales productivas”, entonces, nuevamente es un problema de distribución porque de acuerdo con esa teoría la riqueza se produce automáticamente y lo que pasa es que los despiadados explotadores se apropian de ella. Nuevamente, la solución es fácil: amarrarlos y no permitir esa expropiación de lo que es de todos.
Si usted es de los que cree que la riqueza es tener tierra, la solución es fácil: una reforma agraria. El problema es que en ninguna parte funciona y si se da la tierra en propiedad a la gente pronto la abandonan por falta de recursos complementarios o la venden y regresa a un patrón de mercado. Pero después se puede hacer otra reforma agraria y después otra más…
Si usted es de los que creen que Dios creo la riqueza material, la solución es elusiva, porque si bien es fácil encontrar los árboles de manzanas y las verduras naturales, nos va a costar encontrar los árboles de televisores, de teléfonos, de automóviles y todas las demás cosas que constituyen la riqueza.
Si usted es de los que cree que la pobreza se soluciona usando acertadamente el poder público con las genialidades que se le ocurra al mandatario de turno según el lado de la cama que se levantó, entonces la solución es fácil: hay que encontrar cual es el lado de la cama que funciona bien, para evitar que se levante del lado equivocado.
Ahora, si usted es humilde y reconoce las limitaciones del ser humano, que no hay nadie omnisciente ni infalible en cuestiones económicas; que la información es imperfecta y costosa y tan vasta que nadie la puede tener toda; y se entera que todas las cosas son escasas (que hay que economizarlas); que la asignación de recursos es una cosa delicada que ocurre “al margen” y no en promedios; que la macro es bonita pero no produce nada y no hay que hacerle caso; entonces estará acercándose a la sabiduría que reconoce que la solución es fácil: abstenerse de dirigir a los demás y, sobre todo, no estorbar la producción de riqueza con genialidades. Eso traerá una economía libre, respetuosa y productiva, sin que usted la tenga que entender. Es la más fácil solución y la única que ha funcionado. El problema es que cuesta ser humilde y, para colmo, el mérito del éxito no se le puede adjudicar a nadie, más que a Dios que puso a la humanidad desnuda en el mundo, pero nos dio suficiente inteligencia para proveernos de ropa. No nos dio comida ni casa ni automóviles ni penicilina ni computadoras, pero según el casete que en aquella ocasión grabó Tucurú, Dios le dijo a los humanos: “allí tenéis el mundo, el sol, el agua, los minerales y otros recursos; utilizadlos con libertad y responsabilidad individual y resolverás el problema de la pobreza. Delegad al gobierno que os dirija y os encontrarás en la lista de países subdesarrollados recibiendo limosna de entidades internacionales y dirigidos por las ONGs para poder seguir viviendo pobres. ¡Suerte!“
(*): Ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin.