La revolución gaseosa socialista
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Me he tomado la libertad de cambiarle el nombre a la última promesa revolucionaria porque creo que “gaseosa” le queda mucho mejor al programa que “gasífera”. La utopía que nos presentan luce etérea, volátil, aeriforme, de modo que el término “gaseosa” le calza a la perfección. Al final lo que nos va quedando es el humo que se eleva llevándose a las esferas celestiales tanta y tanta promesa renovada.
Porque la reflexión que hay que hacer es reconocerle a la revolución y, en especial, al Supremo Hacedor, su inmensa capacidad para renovar la esperanza de los venezolanos. Semana tras semana nos revive la fe con proyectos fantasiosos que nos ofrecen mundos disímiles y a veces opuestos. Lo mismo nos puede ofrecer llevarnos al primer mundo y convertirnos en una potencia industrial con cinco complejos criogénicos, que remitirnos a una comuna rural de la edad media en la que vivamos del trueque y disfrutemos la solidaridad comunitaria en un mundo sin propiedad individual (todo será de todos y de nadie).
En cualquiera de los casos será un mundo feliz regido por nuestro Monarca, que no quiere perpetuarse pero es absolutamente indispensable para llevar a puerto seguro la venturosa nave de la dicha. ¿Y los venezolanos? Bien gracias, unos son más crédulos que otros, pero en definitiva la mayoría observa pasiva el devenir de los acontecimientos sin intervenir. Uno piensa que a estas alturas son pocos los que creen que los sueños dominicales se harán realidad, pero no importa, las promesas tienen la virtud de adormecer a las masas y mantenerlas en un letargo expectante.
Dentro de este sueño de futuros promisorios el gas siempre ha tenido un lugar preponderante. Se han dibujado gasoductos hasta la Patagonia; hasta USA, pasando por Cuba; hasta México, vía Panamá e inclusive hasta las islas del Caribe. Se ha ofrecido gasificar el 23 de Enero y todos los barrios y pueblos del país; ni que hablar de la generación eléctrica y ahora se renueva la promesa de alimentar a toda la flota automotriz. Pero hay que reconocer que este domingo las ofertas vinieron acompañadas de todo un despliegue tecnológico: maquetas, prototipos y técnicos extranjeros amigos que vienen a enseñarnos y a transferir tecnología.
Se nos recita una larga lista de los motivos por los que fracasó el intento de gasificar carros en el pasado, pero evitando referirse al verdadero motivo del fracaso, el cual no se ha corregido: que mientras compremos la gasolina al precio actual nadie, ni loco, estará dispuesto a instalar un sistema de gas en su carro aunque le regalen el gas. Que importa, se instalará en las flotas de las empresas públicas y servirá para decir que el programa avanza y renovar las promesas.
El sueño de los criogénicos se pierde de vista. Quiero referirme en particular al de la costa oriental del lago, el cual se nos muestra con movimiento de tierra y todo. Nos dicen que procesará 900 millones de pies cúbicos diarios (MMPCD). Pero cualquier involucrado en el sector energía sabe que en el Zulia no hay gas y que la empresa eléctrica aguarda desesperada a que llegue el gasoducto de la Guajira Colombiana, el cual sólo traerá 150 MMPCD ¿De dónde saldrán los 900 MMPDC? ¿Será gracias a inversiones para producir gas en el Zulia o a través del ICO? El ICO es el proyecto de interconexión Centro-Occidente, el cual lleva años formando parte de las promesas. En los carnavales de 2004, en un evento en Cumaná, la gente de PDVSA gas informó que los contratos estaban en ejecución y que su culminación era cosa de meses, pero aun sigue siendo un sueño.
Del resto de los criogénicos ofrecidos (Paraguaná, Morón, Paria y Cabruta-Caicara) es mejor ni hablar. Ya tendremos tiempo de escuchar el análisis de los especialistas, pero por lo pronto yo reitero la sugerencia de que le cambiemos el nombre al proyecto y lo llamemos “gaseoso” en vez de “gasífero”.