La Política Petrolera Eficiente para Venezuela
Con el restablecimiento de unapolítica petrolera centrada en la defensa de los precios (que también podríamos denominar política de maximización de los ingresos petroleros), algunas analistas y fanáticos de la privatización de PDVSA han salido al ataque con argumentos parciales, no muy acertados y muy poco objetivos en sus consideraciones teóricas e históricas.
Sin razón valedera, identifican maximización de precios, y por tanto de ingresos, petroleros con exceso de divisas y una tasa de cambio sobrevaluada que penalice los sectores transables no petroleros.
Igualmente, identifican maximización de ingresos petroleros con ineficiencia y maximización de la inversión y producción petrolera con eficiencia.
Los planteamientos resultan de la creencia que existe incompatibilidad entre el desarrollo petrolero y el no petrolero y que la única forma de resolverla es sacrificando los precios del petróleo para evitar la sobrevaluación de la tasa de cambio que produce el exceso de divisas, ya que los sectores no petroleros (los productores de bienes exportables e importables) sólo pueden crecer en un ambiente de altos volúmenes de inversión y producción petrolera.
Esa creencia a su vez se fundamenta en otra: que las divisas petroleras deben convertirse en bolívares y entrar en circulación. Y detrás de ambas, hay otra creencia escondida: que la tasa de cambio debe fluctuar libremente para que sea el mercado quien la determine.
Otra creencia subyacente a la anterior es que la oferta genera su propia demanda, justificando los altos volúmenes de inversión y producción petrolera y el sacrificio de los precios petroleros, para la generación y el estímulo de las actividades productivas complementarias y suplementarias en el país, las cuales rápidamente servirían para generar y estimular también actividades transables no petroleras (el llamado efecto multiplicador petrolero).
Los planteamientos señalados contienen contradicciones y errores de concepto y enfoque que intentaré esclarecer y corregir. Pero antes, debo aclarar dos puntos importantes, PRIMERO. La renta petrolera a la cual algunos se refieren, yo considero más correcto denominar ingresos petroleros porque la mayor parte proviene de impuestos y no de regalías, pero también (y más importante) porque el concepto de renta se viene utilizando para sustentar una posición (a mi juicio equivocada) y producir un discusión (que considero innecesaria e inútil) que cuestiona la propiedad colectiva del petróleo y la participación del Estado en la industria, para así justificar la privatización de PDVSA como necesaria, útil y consecuencia lógica de una reestructuración del Estado venezolano.
El SEGUNDO punto es que los ingresos petroleros son divisas que el Estado recibe y convierte en bolívares para gastarlos en el país según su política económica. Pero si la capacidad de absorción es limitada y no permite transformar en recursos productivos la totalidad de los recursos líquidos lanzados a la circulación, se produce la sobrevaluación de la tasa de cambio y la tan cacareada enfermedad holandesa, en perjuicio de los sectores no petroleros productores de bienes transables (exportables e importables). La naturaleza jurídico-institucional de las divisas (referidas por los privatizadores como renta petrolera de un Petro-Estado ineficiente) es irrelevante.
Es decir, la sobrevaluación del tipo de cambio no es inevitable, sino resultado de la política económica vigente y de consideraciones jurídicas (ideológicas). Puede evitarse temporalmente mediante el mecanismo de esterilización, no permitiendo la conversión a bolívares de la totalidad de divisas recibidas mientras se expande la capacidad de absorción.
No hay que olvidar que los dueños del petróleo son los venezolanos del presente y futuro, y que el Estado es apenas el administrador y gerente que debe actuar con prudencia y en beneficio exclusivo de los dueños (o de lo contrario se le cambia y enjuicia según se compruebe y corresponda).
Por lo tanto, es un error pensar que la sobrevaluación de la tasa de cambio se puede evitar y solucionar (o que la capacidad de absorción se puede elevar) expandiendo la actividad petrolera (los conocidos altos volúmenes de inversión y producción característicos de la apertura petrolera y de las recomendaciones de algunos analistas) para poder eliminar el exceso de divisas mediante la reducción de los precios petroleros. La solución la encontramos reduciendo la exportación (producción) de petróleo que produce el exceso. Y la razón es muy simple. Se puede expresar de distintas formas: bajo multiplicador petrolero, baja capacidad de absorción del sistema económico, bajos o nulos coeficientes de la matriz insumo-producto. Todas estas expresiones se refieren a una misma realidad histórica que no se resuelve en el corto plazo y más bien puede conducir a mayores distorsiones y dificultades si intentamos apresurar el proceso o lo abandonamos a las fuerzas del mercado.
El multiplicador petróleo mide el impacto de un bolívar gastado en el sector petrolero sobre los demás sectores, neto de importaciones. La capacidad de absorción mide la productividad de los factores de producción, especialmente del factor capital. La matriz insumo-producto mide la intensidad del intercambio intersectorial. La generación de empleo depende de la intensidad capital e intensidad empleo de las tecnologías utilizadas.
El exceso de divisas produce sobrevaluación de la tasa de cambio y existen indicadores precisos para medir y analizar, que sirven también como instrumentos de política económica, como los coeficientes incrementales y promedios capital/producto, trabajo/paraducto y capital/trabajo, entre otros.
La capacidad de absorción de un sistema económico está determinada por factores como el nivel de la tecnología y de conocimientos aplicados a los recursos naturales y humanos de un país; el nivel de calificación y especialización, gerencial y profesional de la mano de obra, su tasa de movilidad y utilización; la receptividad para asimilar e incorporar productivamente de importación de equipos, recursos humanos y tecnología; los balances internos de inversiones y proyectos; y la capacidad de decisión, gerencia y liderazgo de los tomadores de decisión (como gerentes, políticos y jefes de proyectos).
Es cuestión de rendimientos crecientes o decrecientes, relacionando las
inversiones con las tasas, de rendimientos marginales, usando los
coeficientes señalados arriba (incluyendo la medición de la información de
capital a través del tiempo). Es decir, midiendo la productividad del
capital, con todos los inconvenientes teóricos y prácticos que esto tiene y a
pesar de imperfecciones en la metodología, reconociendo también que en la
relación entre la inversión y la producción estamos tomando en cuenta cambios
en los demás factores de producción (recursos naturales, mano de obra,
tecnología, gerencia, etc).
Plantear el desarrollo de los sectores petroleros a través del sector petrolero, sacrificando los precios petroleros, es confundir la maximización y de la llamada renta petrolera con la maximización del precio petrolero y ambos con altos volúmenes de producción. Es confundir también altos volúmenes de producción petrolera y bajos precios petroleros con baja renta petrolera.
Estemos claros, se pueden maximizar los precios petroleros maximizando el precio, el volumen, o ambos, y esto sin que se produzca el exceso de divisas que sobrevalúe la tasa de cambio. Por otra parte, se puede tener exceso de divisas sin que se estén maximizando los ingresos petroleros, ni el volumen de producción, ni el precio petrolero. Estos no son los conceptos importantes. Los conceptos importantes son los que hemos descrito arriba.
Altos volúmenes de inversión y producción petrolera pueden producir exceso de ingresos petroleros (divisas), cualquiera sea el nivel de los precios del petróleo, si la capacidad de absorción es baja. Este fue el caso venezolano ayer, pero lamentablemente también parece serlo hoy. Los precios tendrían que estar muy bajos, como lo estuvieron en algunos años en la época de los 80 y nuevamente el la de los 90, (cuando los niveles de producción no estuvieron muy elevados) para no producirse un exceso de divisas y la sobrevaluación de la tasa de cambio. No conozco una sola experiencia positiva derivada de alguna política petrolera expansiva que no haya producido sobrevaluación del tipo de cambio debido a las políticas económicas vigentes. Ni siquiera a comienzos de la década de los 90, simplemente por lo limitado de la expansión petrolera, los bajos precios de petróleo y la inelasticidad del tipo de cambio en corto plazo.
Las características del desempeño económico en Venezuela durante las últimas décadas me conducen a concluir que la capacidad de absorción no ha cambiado suficientemente como para alterar mis observaciones. Pienso que no debe ser muy distinta a la que calculé para la década de los años 60 y 70, cuando dirigía una investigación sobre el desarrollo del país. No obstante, podría ser útil contar con nuevos cálculos para precisar la situación exacta hoy, sin las cuales no se justifican argumentaciones como las que comentamos críticamente. Por otra parte, independientemente del daño que le causaría a la economía, malbaratar un recurso tan valioso y además no renovable como el petróleo, vendiéndolo a precios innecesariamente bajos, es cometer un acto de irresponsabilidad irreparable que llega al borde de ser criminal.
Tampoco corresponde a la lógica, ni a la realidad venezolana, considerar que toda política de defensa de los precios petroleros necesariamente conduce al exceso de divisas y sobrevaluación de la tasa de cambio. Como hemos dicho tantas veces, la política petrolera eficiente para el país es aquella que, centrada en la defensa de los precios petroleros, subordine el petróleo y la generación de divisas a las necesidades del desarrollo de la economía no petrolera. Si esto significa la minimización de la producción (exportación), así tendría que ser. Y si nuestra participación en la OPEP y otras consideraciones políticas de orden internacional y seguridad nacional nos lo impiden, existen alternativas válidas y factibles para evitar las consecuencias negativas del exceso de divisas y de sobrevaluación del tipo de cambio resultantes de una producción (exportación) petrolera que excede los requerimientos del desarrollo nacional.
Si bien la sobrevaluación del tipo de cambio puede ser productiva por exceso de divisas como consecuencia de sobre-exportación petrolera, el tipo de cambio competitivo que requiere el desarrollo de las actividades no petroleras no se logra en el corto plazo cuando se parte de una situación significativamente distorsionada. A lo máximo, podría fijarse como instrumento de política hasta que se materialicen los ajustes estructurales de la economía, siempre que se evite la acumulación excesiva de divisas evitando la monetización por vía de la esterilización que permite un fondo para la estabilización macroeconómica y monetaria.
Repito, el exceso de divisas significa divisas ociosas que se pierden por efecto inflacionario, consumo superfluo y corrupción (incluyendo la fuga de capitales). Un derroche imperdonable que enriquece a pocos y empobrece a muchos, por cuanto el petróleo no vendido hoy se venderá a mejor precio mañana. Regla del buen negocio que conoce todo empresario exitoso.
En cuanto a la privatización de PDVSA, mientras el petróleo continúe siendo la sangre vital de la economía, el sustento financiero de los venezolanos, consideraciones de justicia distributiva y prioridad social obligan a mantenerla pública, bajo el compromiso que impone el sistema democrático al gobierno y sus funcionarios – obligación de rendir cuentas. Mucho he escrito sobre el tema, demostrando su graves inconveniencias. Pareciera, sin embargo, que fue necesario constitucionalizar la propiedad colectiva para la seguridad de los venezolanos. Quizás sea necesario constitucionalizar también la propiedad colectiva en PDVSA. Espero que no. Lo que si espero es que el gobierno respete al pueblo soberano y se comporte como lo exige la democracia que aprobó.
Volviendo a la política petrolera eficiente para el desarrollo del país, no puede considerarse racional y positiva si se centra en conquistar y retener mercados sacrificando precios, ya que esto se aplica a productos muy distintos del petróleo. Como he repetido tantas veces, la conquista y retención de mercados, sacrificando precios, no se aplica a un producto no renovable con demanda creciente y el tiempo a su favor, cuyo valor aumenta bajo tierra por no tener amenaza de desplazamiento (por cualquier causa) a corto y mediano plazo. Se aplica únicamente a productos renovables con demanda estancada o decreciente y a productos perecederos por razones físicas (productos naturales como los comestibles), por cambio de gusto o moda (productos de consumo), o por obsolescencia tecnológica (productos tecnológicos en computación y telecomunicación). Se sacrifican precios cuando se puede compensar la pérdida con volumen, que no es el caso del petróleo.
Por otra parte, altos volúmenes de producción petrolera podrían justificarse si alimentan directamente la economía del país, porque los exigiría una demanda voluminosa y creciente. Pero no se justifican cuando lo que se obtiene a cambio son cuantiosas divisas que exceden la demanda interna para su utilización eficiente y productiva. A Venezuela no le conviene producir más divisas de las que la economía nacional puede convertir en recursos productivos. Tampoco le conviene contribuir a mantener una situación de sobreoferta en el mercado internacional.
La política petrolera eficiente debe conducir al país hacia un destino libre de la dependencia que la agobia actualmente, en lo posible evitando producir más divisas (petróleo) de lo ‘necesario’. De hacerse necesario producir en exceso divisas petroleras, para evitar su despilfarro en gastos improductivos, habría que mantenerlas en divisas, invertidos fuera de la economía, en un fondo de ahorro y estabilización, mientras se expande la capacidad interna de absorción mediante la aplicación de políticas adecuadas. Entretanto (como ejemplo, entre varios opciones), los dueños podrían recibir anualmente distribuciones en forma de dividendos o de participaciones accionarias de fondos mutuales invertidos en mercados de valores extranjeros.
Termino recomendado el libro “Filosofía Económica” de la economista británica Joan Robinson, porque tiene mucha vigencia hoy, aunque no es reciente.