Economía

La nueva dependencia

En los tiempos en que se difundió la Teoría de la Dependencia, y la especie de visión sistémica del capitalismo -años sesenta y setenta-, fue mucho, por una parte, lo que se insistió en las iniquidades de este último a nivel mundial, pero, también, por la otra, lo que se desatendió en cuanto al estudio de las realidades nacionales. Algunos extremistas, de posiciones contrarias, cada vez que olían algún análisis relacionado con aquellas visiones lo catalogaban despectivamente de tercermundista o dependentista. De manera diferente, debe reconocerse, que, como ha sucedido en otras oportunidades, hubo diferentes aportes y desarrollos de utilidad.

Fue Celso Furtado quien a comienzo de los años ochenta utilizó el termino nueva dependencia para referirse al periodo y fenómeno económico que se inauguraba con la deuda externa. Después de casi veinte años y en un contexto de intensa globalización, donde muchos gobiernos estimulan e impulsan esta última, es un tanto etéreo hablar o plantear la indicación de un fenómeno que pudiera ubicarse como el título de esta nota. En nuestra apreciación, se quiera o no, guste o no, el fenómeno referido está allí. Las siguientes son algunas de las no insignificantes manifestaciones del mismo.

En primer lugar, la conocida pérdida de autonomía para la elaboración de la política económica, en que han caído diversas economías en desarrollo. La expresión mayor de esta pérdida de autonomía sería, por supuesto, la -bailada por algunos- dolarización de la economía. Alguien la ha llamado -con fuerza- el nuevo colonialismo. Contrariamente, sus defensores, la perciben como una de las grandes soluciones a los problemas económicos de naciones como las latinoamericanas.

En segundo lugar, la permanente transmisión e influencia de opiniones al voleo que dan distintos analistas sobre la marcha de otras tantas distintas economías. Un (%=Link(«http://www.almaz.com/nobel/»,»Premio nobel»)%) (K. Arrow) ha llegado a decir, acertadamente, que, para aconsejar sobre la política económica de una determinada nación, se debería vivir previamente en ella varios meses («Uno no debe dar consejos a países sobre su política económica, sin antes pasar como mínimo varios meses en dicho país»). Pues bien, el caso es que, opiniones favorables o desfavorables sobre la marcha de economías como Venezuela, son realmente sobrestimadas (basta ver variados pronunciamientos en la reciente reunión del (%=Link(«http://www.iadb.org/»,»BID»)%) en Chile) aunque hayan sido dadas en dos o tres líneas, en dos o tres palabras. Igual se reacciona con dependencia, para apoyarse en ellas o para rechazarlas.

En tercer lugar, el discurso de nuestros neoliberales extremistas, que, como en la referencia del sapo, sigue insistiendo en lo mismo: que se debe abrir más la economía; que el Estado debe retirarse de casi todo; que el consumidor saldrá grandemente beneficiado con mayor liberalización; que debemos dedicarnos solamente al petróleo; que no se debe proteger la ineficiencia; en fin, las mismas ideas convertidas en las simplicidades de siempre. Este discurso se sigue acoplando, sin ninguna creatividad, a la especie de sabiduría convencional que sobre estos asuntos existe, en algunos ámbitos, a nivel internacional. Es de importancia en tal sentido la expresión de (%=Link(«http://ksghome.harvard.edu/~.drodrik.academic.ksg/»,»Dani Rodrik»)%) -y en inglés-, en un trabajo de enero 2001, en el sentido de que: «Senior officials of the WTO, (%=Link(«http://www.imf.org/»,»IMF»)%), and other international agencies incessantly repeat the mantra: open trade and investment policies are the surest ways to achieve economic growth and poverty alleviatión…»

En cuarto lugar, debe señalarse que, la realidad nacional e internacional de muchas naciones, sigue repitiendo los mismos temas. Las naciones latinoamericanas, por ejemplo, siguen estado afectadas, por la nueva dependencia de la deuda. Los entendidos saben que los problemas de innovación tecnológica para las mismas naciones, los ha agudizado la propia globalización. Pero también, se sigue clamando, por un lado, por acceso preferencial a los mercados de las naciones desarrolladas para facilitar el desarrollo de las exportaciones de aquellas naciones. Por otro lado, sigue estando presente normar los desempeños de las empresas internacionales, en base a una especie de código de conducta, aunque en las realidades nacionales se hayan liberalizado altamente los controles y mecanismos de supervisión a estas empresas (estas cosas se pedían ya en 1975, en lo que concernía al establecimiento de un nuevo orden económico internacional en discusiones y resoluciones de la (%=Link(«http://www.un.org/spanish/»,»ONU»)%) ). Esos perfiles, siguen estando influidos por las líneas de interés, en lo que son las relaciones entre los agentes empresariales nacionales y el contexto internacional o en lo que representan las oportunidades halagüeñas que encuentran distintas empresas internacionales en países como los latinoamericanos, incluida la particular y paradójica Venezuela actual que, con su política cambiaria y de gasto público, beneficia a aquellas empresas. Seguramente es lo lógico, pero, en realidad, las empresas internacionales, nunca dejan de ser el pariente rico para las naciones en desarrollo.

En quinto lugar, Venezuela, en tanto caso particular, que en otros tiempos se pensó podía tener matices de una especie extraña de subimperialismo (lo saben hacer bien los brasileños), como en el caso de las actitudes y posiciones políticas y económicas hacia espacios como el caribe y centroamérica en los años setenta, hoy en día ha pasado a contratar a superpolicias internacionales de origen estadounidense y a recibir asesoramiento, en variadas áreas del sector público, por parte de la necesitada isla cubana del caribe.

En fin, pareciera que si existe una nueva dependencia. Y, en el caso específico de Venezuela, la condimenta el «gobierno revolucionario» con sus vaivenes, particularidades y confusiones. Existe, sin embargo, un amplio espacio para la creatividad. Uno de los componentes de este último es la conjunción de esfuerzos para la formulación y ejecución de una estrategia de crecimiento y desarrollo que sea creíble, entendible, asimilable, ejecutable y con la cual se pueda arrebatarle espacio a lo que se ha dado en llamar la omnipotencia de la política macroeconómica.

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