Economía

La Mano Invisible de Maza Zavala

Una de las más universalmente conocidas frases del economista escocés Adam Smith, «la mano invisible del mercado» vuelve a cobrar vida en Venezuela, después de 226 años de la publicación de su famoso libro An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations (Una Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones); porque el desconcertante comportamiento del mercado de divisas de Venezuela; que un día registra una depreciación del bolívar frente al dólar de 23,7 % para al día siguiente mostrarnos totalmente lo opuesto, una apreciación del bolívar en 13,3 %, fue debida a la intervención de «la mano invisible» del economista Domingo Maza Zavala; quien, aunque a lo mejor -no fue- personalmente responsable del errático comportamiento del mercado de divisas, sí es, de facto, el único vocero oficial del Banco Central de Venezuela (BCV) y su más emblemático representante. Curiosamente, es también, tocayo del economista argentino Domingo Cavallo.

Los marxistas que desgobiernan a Venezuela le tienen verdadero terror al mercado

Ello se refleja protuberantemente, en el texto del extremadamente cauto y aparentemente aséptico comunicado conjunto gobierno-Banco Central de Venezuela, emitido para informarle al país el nuevo esquema cambiario que regiría a partir del miércoles 13 de febrero de 2002; que sólo aquellos venezolanos entrenados en economía, o en algunas de sus ramas especializadas, como banca, finanzas, mercadeo o administración de empresas, pueden realmente comprender en toda su dimensión con sólo leerlo. También hubo evidencias de miedo al mercado, en el hecho, de que se le pidió a Hugo Chávez -como él mismo lo dijo públicamente en su cadena del martes de carnaval- que se ciñera a leerlo textualmente.

Sin embargo, el presidente, sumergido en su labor «pedagógica» resumió el comunicado diciendo después de leerlo… «en otras palabras, queda eliminado el sistema de bandas. El bolívar flotará libremente». Otra trastada más de Chávez, similar a cuando dijo sorpresivamente «agarramos a Montesinos» produciéndole al gobierno -que no tenía ni idea de cómo lo habían «agarrado»- una pesadilla de la que aún no despierta. Porque una enorme parte de salvaje comportamiento al día siguiente, del mercado de divisas, fue promovida por esas «pedagógicas» palabras presidenciales.

Pero ni el intento «pedagógico» del presidente, ni el comunicado mismo, fueron lo suficientemente claros para los actores económicos, quienes acosaron a preguntas a Domingo Maza Zavala, para que dijese con mayor precisión, cual iba a ser el comportamiento futuro del Banco Central en el mercado de divisas; y este locuaz director del dicho instituto, dijo: «El Banco Central no va a quemar más reservas internacionales. El valor del dólar será ahora determinado por el juego de la oferta y la demanda. El Banco Central intervendrá para atender las necesidades normales del mercado suministrando 60 millones de dólares diarios mediante un mecanismo de subasta». En cristiano, que los dólares finalizarían en las manos del mejor postor.

Pero esa información «veraz y oportuna» duró muy poco. En el segundo día del nuevo esquema cambiario, el costo del dólar saltó desde los 981 bolívares del cierre del día anterior, hasta más de mil sesenta bolívares, hasta que «la mano invisible» de Maza Zavala intervino para quemar 110 millones de dólares y bajar el precio de la divisa norteamericana hasta 851 bolívares. Terror. El comportamiento de los chavistas que controlan el Banco Central de Venezuela, no puede definirse, sino como terror al mercado.

Creo importante recordar aquí, las palabras del insigne economista escocés, Adam Smith, y compararlas con el comportamiento económico del actual gobierno venezolano

Al pie de este escrito, las consigno en su idioma y redacción original, pero aquí las traduzco al «venezolano» en beneficio de la necesaria comparación. Escribió Adam Smith:

«…Pero los ingresos anuales de toda sociedad son siempre precisamente iguales al valor de intercambio de la totalidad de la producción anual de su industria, o mejor dicho, es precisamente la misma cosa que ese valor de intercambio. A medida que cada individuo, en consecuencia, se esmera tanto como puede, en emplear su capital en apoyo a la industria doméstica, así como en dirigir a esa industria para que su producción pueda ser del más alto valor; cada individuo, necesariamente, trabaja para que el ingreso anual de la sociedad pueda ser del más alto valor. El, generalmente -de hecho- ni intenta promover el interés público, ni sabe en cuánto él lo está promoviendo. Al preferir apoyar la doméstica, en vez de la industria extranjera, él intenta sólamente su propia seguridad, y al dirigir esa industria de tal manera que su producción pueda ser del más alto valor, él intenta sólamente su propia ganancia, pero él es, en esto, como en muchos otros casos, dirigido por una mano invisible, a promover un fin que no formaba parte de su intención. Tampoco es siempre lo peor para la sociedad, que aquél no haya formado parte de ésta. Porque al perseguir su propio interés, él frecuentemente promueve el de la sociedad, más efectivamente, que cuando él realmente intenta promoverlo. Yo nunca he sabido que mucho bien haya sido hecho por aquellos motivados a comerciar por el bien público. Es una motivación, de hecho, no muy común entre los mercaderes, y muy pocas palabras necesitan ser empleadas para disuadirlos a ellos de hacerlo.» (*)

Qué sabio fue Adam Smith al describir para nosotros lo que observó en el comportamiento económico de los humanos; especialmente, cuando dijo «…Yo nunca he sabido que mucho bien haya sido hecho por aquellos motivados a comerciar por el bien público.», porque el comunicado conjunto gobierno-BCV (dos personas jurídicas motivadas a comerciar por el bien público -se dedican a comerciar con dólares- ), dice, entre otras cosas que: «La nueva política cambiaria está dirigida al apoyo del equilibrio externo de la economía y a mejorar la competitividad del sector productivo»; que en cristiano quiere decir, que se corregirá la archi-conocida sobrevaluación del bolívar frente al dólar (se devaluará el bolívar), para que se tienda a equilibrar las exportaciones con las importaciones.

También, como consecuencia de la devaluación, los comerciantes extranjeros recibirán más bolívares por cada uno de sus dólares y serán atraídos a comprar más productos manufacturados en Venezuela, los que de esa forma podrán competir mejor con los productos de otros países en los mercados internacionales.

¿Cómo puede entonces explicarse que el BCV, en apenas el segundo día de aplicación de su propia nueva política cambiaria, haya «quemado» 50 millones de dólares por encima de los 60 que había dicho que usaría, para deliberadamente bajar el precio del dólar de 1.060 a 851 y de esa forma encarecer lo que se produce en Venezuela reduciendo en consecuencia la competitividad de nuestros productos en los mercados internacionales y tendiendo a fortalecer el des-equilibrio entre las importaciones y las exportaciones?

Pues, porque, como sabiamente escribió Adam Smith: «…Yo nunca he sabido que mucho bien haya sido hecho por aquellos motivados a comerciar por el bien público.» -los mercaderes de dólares en este caso-

Dice también el comunicado conjunto gobierno-BCV lo siguiente: «La disciplina fiscal es el elemento central del programa de estabilización, que actuará como la principal ancla nominal de los precios.» Pero en forma totalmente contraria a esta, declaración-ultimátum-aspiración, del gobierno y del BCV, todos los medios de comunicación, ya han reportado, -sin que el gobierno haya tenido ni tiempo para in-disciplinarse fiscalmente- como ya todos los precios se han disparado en alza y todo el país observó como filas y filas de comercios en ciudades y pueblos, bajaban sus santamarías colocando letreritos que rezaban «cerrado por inventario», que es un eufemismo comercial para el remarcaje de precios -siempre al alza-

Y ni hablar del gigantesco daño patrimonial causado a las numerosísimas personas que durante el segundo día de la nueva política cambiaria, acudieron en masa a los bancos y casas de cambio a comprar dólares a precios por encima de los mil bolívares, para después sollozar en la tarde al enterarse que «la mano invisible» de Domingo Maza Zavala -siempre nombrado en este escrito, no como persona, sino como el logotipo del BCV- intervino para bajar el precio de la divisa estadounidense a 851 bolívares. El daño proporcional fue mucho más grave, mientras menos pudiente fue la persona que cambió sus ahorrados bolívares, por dólares chavistas.

El monto -mínimo- de ese daño patrimonial puede estimarse: 1.000 menos 851 = 149 , multiplicado por los 110 millones de dólares vendidos por el Banco Central = 16 mil 390 millones de bolívares. ¿Se anima alguien a demandar al BCV y al gobierno? ¿A denunciarlo por estafar al público? Yo creo que hay precisiones jurídicas suficientes, para que quienes la hiceron… la paguen.

No hay duda. No se trató de la «la mano invisible del mercado» descubierta por Adam Smith, que conduce a los actores económicos PRIVADOS a actuar -sin intentarlo ni quererlo- en beneficio del bien público, sino de la nada invisible «mano peluda» de los trasnochados marxistas que están conduciendo a Venezuela al desastre económico, y como consecuencia de éste, a una debacle social.

Si a este gobierno le quedaba algo de credibilidad, ésta fue totalmente destruída por su nueva «política» cambiaria. Si a los trasnochados marxistas que nos desgobiernan, les quedaba alguna posibilidad de generar confianza para estimular la inversión privada, nacional e internacional, el jueves 14 de febrero de 2002, la perdió totalmente.

Como comprobamos -lamentablemente- una vez más, mientras más tiempo permanezcan en el poder los orates socio-chavistas, más grave será el daño que será causado a la nación venezolana.

__________
(*) «But the annual revenue of every society is always precisely equal to the exchangeable value of the whole annual produce of its industry, or rather is precisely the same thing with that exchangeable
value. As every individual, therefore, endeavours as much as he can both to employ his capital in the
support of domestic industry, and so to direct that industry that its produce may be of the greatest
value; every individual necessarily labours to render the annual revenue of the society as great as he
can. He generally, indeed, neither intends to promote the public interest, nor knows how much he is
promoting it. By preferring the support of domestic to that of foreign industry, he intends only his
own security; and by directing that industry in such a manner as its produce may be of the greatest
value, he intends only his own gain, and he is in this, as in many other cases, led by an invisible hand
to promote an end which was no part of his intention. Nor is it always the worse for the society that
it was no part of it. By pursuing his own interest he frequently promotes that of the society more
effectually than when he really intends to promote it. I have never known much good done by those
who affected to trade for the public good. It is an affectation, indeed, not very common among
merchants, and very few words need be employed in dissuading them from it.» (Adam Smith, La Riqueza de las Naciones -1776-, Libro IV, Capítulo II).

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