La inflación en la calle
A pesar, de los “esfuerzos” descontextualizados del gobierno para esconder la subida de los precios al consumidor, la realidad es otra para el comprador final de la calle, a simple vista, notamos con el cambio de moneda como los precios se duplicaron. Casi todo, cuesta el doble de lo que era su precio anterior al mes de diciembre, por supuesto, esto no se corresponde con las maromas estadísticas del Banco Central. El problema es más serio de lo que cree el oficialismo, tratando de guarnecerse para las elecciones regionales, dando apariencias de que las subidas en los rubros alimenticios, de alquiler y compra de viviendas, entre otros, no alcanzarán niveles exorbitantes fuera de la órbita de los compradores, siendo la conclusión de una inflación de tan “sólo” el 19,5%, quizá la más elevada del continente.
El público todavía no ha sentido el peso de esa devaluación solapada, en la cual intervienen muchos factores cardinales como el encarecimiento de los créditos al consumo, pronto empezarán a reflejarse en cuentas morosas. Las tarjetas de créditos otrora salvavidas, volverán hacerse inviables para que un particular consiga dinero fresco y a bajo interés.
Quienes hayan comprado vehículos, verán incrementarse sus cuotas de manera vertiginosa en los próximos meses, siendo éste uno de los gustos más apetecibles del venezolano. Si sumamos los gastos de todos los servicios en que incurre una ama de casa con los nuevos precios de los alimentos, no hallamos los recursos para pagarlos, y vemos como esas maniobras domésticas se están acortando. Todo alcanzará niveles impredecibles.
Las “indexaciones” de los comerciantes son hacia arriba, con el bolívar “fuerte” moneda casi folklórica ellos ven disminuidos sus ingresos, se imaginan que cinco bolívares de ahora, no se corresponde a los cinco bolívares fuertes de antes, y de allí devienen esas alzas inexplicables, que taladran los bolsillos de los consumidores.
El régimen está muy confundido con el deseo opíparo de apoderarse de todo, nacionalizando empresas productivas para convertirlas al modo socialista y casi comunal, que posteriormente perderán sus cualidades para participar en los mercados.
Las adquisiciones oficialistas pocos las entienden, mientras los países que fueron comunistas hacen la conversión competitiva hacia los mercados abiertos y la inversión privada, en la Venezuela de Chávez se pretende regresar a los “koljoses” y al modo de producción marxista.
El país está en ruina y seguimos viendo “mucho” dinero en la calle, lo cual resulta una antinomia y a veces una singularidad retórica de poco sentido, pero cierta, Venezuela vive su peor momento sumergida en la pobreza que pronto se hará más patente, y cuando el derrumbe llegue será total, seguramente los únicos ricos existentes se ubicarán en la nomenclatura de la “revolución,” y en un ámbito muy reducido. Así, se terminará la nación de los contrastes, cuando quiebren todas las empresas nacionalizadas y las que no lo son.
La inflación de la calle está haciendo sus estragos sin que sus propios enflaquecidos “usuarios”, la sientan con el rigor auténtico, esperando que las cosas se acomoden y que el régimen saque dinero de donde sea porque estamos en un año electoral. Pues, difícilmente ocurrirá de esta manera, los diez años que llevamos de “revolución” pesan más que un “yunque” y los daños irrogados a nuestra económica son estructurales, sin posibilidades de recuperarse a corto plazo. Cada empresa que cierran o estatizan, muere, de esta forma ya sucumbieron numerosas. Comenzando con nuestra agroindustria tan importante en la cadena alimenticia. Esos precios no bajarán jamás, contrariamente seguirán subiendo, y llegará el momento en que la inflación de la calle entre en crisis y en nada logrará sostenerla el régimen con sus guarismo dispersos que, no reflejan la catástrofe de este país petrolero, encaminado hacia el desastre. No habrá sueldo que contenga esta devaluación rutinaria, aunque sea un año electoral y de mil amores “revolucionarios”.