La energía de bolsillo en bolsillo
La ortodoxia económica nos dice que una cosa son las cuentas del estado y otra muy distinta la balanza de pagos y las reservas internacionales. El estado recibe ingresos de los ciudadanos por diferentes vías, entre las que destacan los impuestos en bolívares, pero también entran los derivados de las operaciones de las empresas públicas. Mientras la balanza de pagos registra el saldo entre los ingresos y egresos de divisas del país. Cuando el saldo es positivo las reservas crecen, de lo contrario disminuyen. Así va oscilando la cantidad de dólares en el BVC, a medida que unos agentes, incluyendo al estado, los entregan para recibir bolívares mientras otros, que también incluyen al estado, entregan bolívares y se llevan dólares.
Esto funcionaba así hasta que nuestra inefable revolución decidió meterle la mano a las reservas “Por qué tenerlas allí ociosas cuando hay tantas necesidades”. Y después de las respectivas acusaciones a los hambreadores del pasado las convirtió en un asunto de bolsillito. “Me las saco de un bolsillo y me las meto en el otro” Y ahora sí ¡Aleluya! Las reservas se pusieron al servicio de las grandes mayorías.
Lo que pasa es que las grandes mayorías, con su garganta afinada, gritan por la satisfacción de sus necesidades y, a veces, tanto grito ensordece al que abre y cierra la válvula de los recursos, especialmente cuando no hay para todos, como hace temer la reducción de las reservas del BCV.
Desde el sector energía hay mucho que gritar. Antes de fin de mes habrá que pagarle a los accionistas de CANTV y EDC (Qué importa, son sólo 3 millarditos) y en algún momento se pagará el costo del aumento de nuestra participación en las asociaciones estratégicas de la faja (Qué importa, nuestra soberanía no tiene precio). Pero se habrán gastado unos cuantos millardos para tener los mismos activos y las mismas capacidades de producción.
Sin embargo, en medio de la reducción de las reservas de 2007, el sector energía requiere más activos y más capacidades de producción. Tomando las cifras de las propias autoridades del sector, para atender al mercado interno se necesitan durante una década $2.000 millones por año en el sector gas y $1.000 en el sector eléctrico. Como hemos dicho hasta la saciedad ambos sectores están en la ruina y no producen ni un centavo para atender a sus necesidades de expansión. De modo que el sector energético interno va a ser uno de los gritones de primera fila.
Habrá que seguir exprimiendo al FONDEN, el cual previamente exprimirá a las reservas del BCV, y esperar que caiga algo en el bolsillo de las nuevas obras, mientras se siguen retrasando las inevitables reformas en el sector energético, que también grita por una gerencia profesional e independiente y por unos precios justos. Los precios deprimidos sirvieron, además de los dividendos políticos, para desesperar a las empresas eléctricas extranjeras (AES y CMS) y hacer que se fueran contentas facilitando la estatización. Pero ahora somos todos los venezolanos los que tenemos que cargar con ellas y tenemos las espaldas desabastecidas y sobrecargadas.
¿A dónde nos lleva este esquema de ahogar a las empresas y administrarles los recursos con cuentagotas? La respuesta es muy sencilla: a ninguna parte. Antes se decía que comenzaríamos a hacer agua cuando cayeran los precios del petróleo, pero basta sacar unas cuentas gordas para comprender que el esquema no aguanta ni con precios altos. Pero los genios revolucionarios son sordos a toda advertencia que venga de afuera. Por ahora parece que lo único que queda es seguir gritando para pedir recursos y ligar que entre tantos gritos caiga algo en el bolsillo del pobre sector energético.