La economía y lo que se puede dialogar
Se conoce que, parte de las bases de la democracia es el entendimiento y el diálogo. El diálogo, por su parte, es la base de las negociaciones. Las negociaciones, requieren el reconocimiento del contrario o los que se encuentran en posiciones diferentes a la que maneja o comparte uno de los participantes de determinado conflicto, situación problemática o canalización de diferencias. Para esto se dialoga y se negocia en la economía y el comercio, por ejemplo. En la política, existen pasiones adicionales. Por sentido común o preparación se sabe también que, los que negocian, deben tener conocimientos y determinadas habilidades personales y de manejo de grupo. El interés de esta nota, remite a algunos de los elementos señalados para el conflictivo ambiente económico y político por el que transita actualmente Venezuela.
Dentro de un perfil de optimismo para la nación, puede ser que ésta o la parte de ella que se opone al actual equipo gubernamental, representen una posición de avanzada y exigencia para futuros gobernantes, en lo que puede ser su actitud de engaño y demagogia. Esto no lo obstaculizará el hecho de que, como pasa en todos los procesos similares, varios de los participantes en antiguas camarillas y perversiones de gobiernos anteriores andan hoy con actitud de yo no fui. ¿Qué es lo que se puede dialogar? ¿Sobre cuáles puntos pueden o deben conversar gobierno y oposición? Es indudable que, puede haber un universo amplio de respuestas a estas preguntas. En cualquier caso, una revisión de los siguientes elementos no brinda muchos elementos de optimismo.
Sobre el modelo económico. Es claro que, aun con lo que se dice en la Constitución, al Ejecutivo la propiedad privada le produce una especie de urticaria. Lo que significa el nivel de vida y elementos derivados en la actividad social de los agentes privados, voceros del Ejecutivo -empezando por el Presidente- lo convierten en elementos pecaminosos e inmorales -aunque ellos sean beneficiarios fáciles de elementos similares-. El Ejecutivo no define, sin embargo, llevar a cabo un proceso que signifique una directa expropiación de los medios de producción y estructurar una sociedad socialista (o socialista-comunista como pensó alguna vez el Fidel Castro –Socialismo y comunismo… Ed. Diógenes, 1973- que hoy se enfrenta al cierre de la mitad de las plantas azucareras de Cuba). Por lo demás, la sociedad venezolana en una parte importante, no quiere socialismo y, en su momento, no eligió al Presidente Chávez para que desahogara su comunismo mal formado. ¿Quién puede pensar que este Presidente y sus exegetas, pueden lidiar con las complejidades de las economías de planificación central, que atormentaron a economistas marxistas bien formados y a verdaderos revolucionarios? ¿Qué avance puede haber entonces en un diálogo, donde se quiera respetar e impulsar la propiedad privada, por un lado y, donde, a hurtadillas, o declaradamente, según el estado de animo, se le maldiga?
Sobre la participación del Estado. Aunque se trata con el actual, de un gobierno violador de la propia Constitución que fue de su interés le fuera aprobada, es claro que en ésta hay un definido sesgo estatista. La evolución de la economía y los hechos políticos, han perfilado la delimitación de los intereses centralizadores y de sobredimensionar la participación del Estado en la economía por parte del Presidente y los grupos políticos en el poder. Basta ver el caso de crear una segunda siderúrgica. Pero se trata, también, del interés de estos últimos de desarrollar una especie de Estado invasor y controlador de la vida y desempeños de los ciudadanos. Ahora, más que nunca, se trata de un Estado Omnipotente. Controlar y canalizar ideológicamente la educación, afectar los derechos de propiedad, controlar la información y los ahorros, se encuentran entre sus ambiciones. Más aún se trata del perfil de un Estado con dos grandes perversiones. La primera la politización del gasto para la defensa de los intereses políticos de los grupos gobernantes y para sus derivados en corrupción. La segunda, la limitación de toda forma de transparencia que le permitiese a la sociedad ejercer los mecanismos de control y supervisión y se faciliten, correspondientemente, procedimientos como el atinente a los desvíos de los fondos del FIEM recientemente denunciado. Se trata de un verdadero totalitarismo y que, desde él, se desarrolle lo que ya se empieza a perfilar como terrorismo de Estado. Es éste, parte del escenario que se relaciona con el déficit fiscal y la profundización de la problemática del endeudamiento público. ¿Cuántas cosas se pueden dialogar y negociar en cuanto a esto? ¿Son elementos como los referidos los que se requieren para ubicar mejor la participación del Estado en el proceso de crecimiento y desarrollo? ¿Qué tanto de una verdadera reforma del Estado se está dispuesto a aceptar e impulsar?
Los poderes públicos. Las facilidades brindadas al Presidente para el control de los poderes públicos, por parte de la población que, inicialmente, aspiró a que se llevasen a cabo cambios en la actual administración, fueron considerables. Como pasa con la costumbre, el Ejecutivo se acostumbró al control del CNE, el Tribunal Supremo, la Fiscalía y ni que decir la Contraloría. Se trata de poderes supeditados, hacia donde la civilidad y los honestos se dirigen por su convicciones democráticas, pero no porque puedan esperar resultados imparciales. Si bien pueden tenerse observaciones hacia el desempeño de algunos agentes económicos, la realidad es que todas estas instancias en su supeditación al poder central, han generado un estado de zozobra sobre los derechos ciudadanos y de propiedad. ¿Están acaso el Ejecutivo y sus exegetas en posición de pensar el desempeño de la nación sin esta parcialidad de los poderes públicos? ¿En caso de negociaciones, se aceptaría que en todas esas instancias fuesen elegidos o nombrados ciudadanos probos y sin parcialidades, como deben existir en toda sociedad civilizada?
Los medios de comunicación. Le gustaría al Ejecutivo que, los medios televisivos -por ejemplo-, transmitiesen novelas “culturales”, programas para crearles consciencia a los venezolanos y realizasen campañas de ideologización. No sabe el “Gran Líder” que algunos ciudadanos cubanos desde hace décadas se preocupaban por las reacciones que en los televidentes tenían programas de no siempre fácil aceptación, como son los concernientes a grabaciones o ejecuciones de lo que se ha dado en llamar música culta. Le gustaría, además, al Ejecutivo, que los medios de distinto tipo no informasen o diesen cabida a informaciones o análisis inconvenientes para sus intereses. Las informaciones y análisis económicos deberían ser, en su óptica, transfigurados, para concluir que todo va bien, como han planteado todos los gobiernos y ministros anteriores y actuales. La diferencia es que, el actual gobierno, desea, claramente, controlar los medios de comunicación, que son parte de los baluartes de las democracias en el mundo. Son las democracias y las posibilidades de difundir la información y la verdad las que, entre otros elementos, han permitido el avance de naciones y pueblos e incluso, evitado que, ciertas catástrofes, hayan sido de mayor magnitud. (A. Sen, Premio Nóbel: “Las hambrunas son fáciles de prevenir si existe un esfuerzo serio para hacerlo, y un gobierno democrático enfrentando elecciones, críticas de los partidos de oposición y una prensa independiente, no puede dejar de realizar el esfuerzo. No es sorprendente que mientras la India experimentase hambrunas bajo el gobierno británico (la última, que presencié como niño, fue en 1943, cuatro años antes de la independencia), estas desaparecieron de repente con el establecimiento de la democracia multipartidista y la prensa libre.” analitica.com, 9-5-02) Notablemente, y en contraposición a los revolucionarios de pacotilla que pululan hoy día en Venezuela, los revolucionarios verdaderos como A. Gramsci le asignaban un gran valor a la verdad. ¿Qué se puede negociar sobre la verdad y la libertad? ¿A dónde llegan las flexibilidades del ejecutivo en estos menesteres?
Planteadas así las cosas, y con las restricciones señaladas: ¿Qué es lo que se puede dialogar y negociar? Es necesario un nuevo entusiasmo nacional, que permita canalizar, con mayor realismo y consenso, la voluntad de la mayoría creciente que se opone al actual gobierno.