Economía

La economía del colapso al caos: Bajarán los cerros … y también los edificios

…es el grito de Guerra del Vicepresidente JVR para atemorizar la sociedad civil quizás devele con cierto simbolismo el caos económico en ciernes, lo cual no deja de ser una amenaza ingenua, porque en realidad son los “cerros” los que más han sentido las consecuencias de la crisis política generada por la revolución, un estado quebrado no es precisamente lo que los “cerros” desean. La gente mas humilde de este país, quiere paz política y una economía funcionando porque a ellos el pan y el techo le cuesta muchas horas de trabajo honesto, lo ultimo que desean es la incertidumbre que engendra ser carne de cañón. Solo la nomenklatura en la nomina del estado no posee estructura de incentivos dispuesta para le trabajo productivo, y ellos no están en los cerros. Es importante voltear la cara ante el incendio y descubrir que la lucha de clases ha sido a lo largo de la historia una ficción política muy costosa que ha sacrificado generaciones enteras sin que ello le deje felicidad de espíritu y mejor bienestar, en el camino deja economías negativas y empobrecimiento.

Para el 2003, la ley de presupuesto contiene un gasto público de unos $24 mil millones de dólares, cerca de un 25% del PIB; una tercera parte del ingreso fiscal para atender ese gasto proviene del petróleo, otra tercera parte de impuestos no petroleros y otra de recursos generados por endeudamiento publico. De un análisis mas detallado de los parámetros y variables que afectan las finazas del estado, se puede conocer que ese presupuesto fue inflado en gastos e ingresos en un promedio de 8% del PIB, a conciencia e irresponsablemente en la Asamblea Nacional para cubrir expectativas de gasto de gobiernos centrales y regionales y alimentar la predica populista.

Ese marco de irresponsabilidad fiscal es vuelto añicos, literalmente, por las consecuencias fiscales y financieras del paro cívico y el petrolero, los cuales han detenido los flujos de ingresos fiscales petroleros y no petroleros, estos últimos reducidos a un mínimo no solo por la caída brusca del nivel de ventas de la economía privada como consecuencia del paro, sino por la severa contracción económica que arrastra la economía desde el pasado ano con un crecimiento negativo estimado en -9 %.

En números llanos, ello significa que el gobierno quedaría en déficits de pagos en dos meses, diciembre y enero por mas de 2000 millones de dólares entre impuestos petroleros y no petroleros, y financiamiento interno. El impacto contractivo sobre la economía en estos dos meses se estima en 2% del PIB, a lo cual hay que agregar el efecto rezagado y la formación de expectativas negativas en torno a inversión y capitalización de las perdidas registradas por al economía privada.

En esas precarias circunstancias financieras y en busca de señales que mantengan algún grado de solvencia en las finanzas públicas es imprescindible conducir un severo recorte del gasto público de un 16 al 20% (cinco puntos porcentuales del gasto) para ajustarlo a la caída de los ingresos fiscales.

Las consecuencias de ese ajuste en la economía serán, sin embargo, devastadoras, en virtud de que se agudizara la contracción de la actividad económica prevista para este año, sumándose al rezago contractivo que sobre el 2003 trae la caída de la actividad económica en el 2002, generada por la desconfianza en el régimen político y económico que quiere imponer la revolución, y expresada directamente en la fuerte caída de la inversión privada y del intenso proceso de descapitalización que caracteriza a un régimen político que fuerza el debilitamiento de los derechos de propiedad y deterioro del marco jurídico llamado a gobernar los contratos en una economía.

El paro cívico, clímax del entorno de desconfianza y descapitalización cultivado por la revolución amenaza seriamente con insolventar las finanzas del estado, dado que estas no dependerán exclusivamente de un recorte situacional del gasto publico, sino también y en grado sumo de la estreches financiera del Tesoro, agudizada ahora por la caída total de ingresos fiscales petroleros y no petroleros, situación que podría extenderse por mas tiempo.

El campo de maniobra del Tesoro en el manejo de sus precarias finanzas se debilita aun mas por la contracción del mercado financiero que se hace incapaz para acreditar la Republica, y que se explica adicionalmente por la escasa capacidad de endeudamiento público, además de la menguada capacidad de absorción de deuda por parte del sistema bancario. A ello se agrega el impacto negativo de esta coyuntura política que provoca el paro cívico en el sistema financiero, por la contracción de la demanda de dinero y crédito en virtud de la caída de las ventas y de la actividad económica tanto en el sector petrolero como en el no petrolero. En números planos, estamos frente a una contracción de 8 % de la demanda de dinero, que mas temprano que tarde presionara al alza en las tasas de interés.

La salida de capitales, fenómeno que aparentemente se reestableció en los últimos días del 2002 y en los primeros días del 2003, refleja la precaria situación en reservas internacionales (11450 millones de dólares, 850 millones menos que hace un mes). A este último elemento hay que agregarle la descapitalización de PDVSA en cuanto a sus tenencias en el FIEM para sostener las importaciones de combustibles que actualmente enfrenta. Los resortes cambiarios se debilitan, abriendo las expectativas de una colosal devaluación alimentada ahora por los problemas de caja del Tesoro.

Sobre estas circunstancias financieras también pesa el horizonte inflacionario que se desarrolle por el incentivo creciente en el gobierno de devaluar la tasa de cambio, – en proporciones similares a las de febrero del 2002-, dado que ello le daría dinero – aunque inorgánico e inflacionario- para financiar parte del gasto fiscal, lo que se traduce como financiamiento inflacionario del gasto publico.

En otras palabras, un gobierno y sus finanzas atenazadas por los engendros de su propia revolución; porque este estado de cosas no es consistente cuando en los últimos tres anos el fisco ha contado con ingentes recursos fiscales de origen petrolero, conociéndose además que la crisis política convoca a responsabilidad civil por parte del gobierno para solucionar negociadamente una salida a la crisis, y evitar el caos.

El impacto inflacionario del financiamiento monetario del gasto publico vendrá cabalgando sobre una fuerte devaluación estimulada por el gobierno por necesidades fiscales y por las expectativas en el mercado que la precariedad financiera del Estado termine en una crisis financiera, cesación o default de pagos de obligaciones, corral de depósitos y deuda pública y control de cambo; un escenario evidentemente heroico, que cada vez mas se asemeja al de Argentina a finales del 2001.

De esta manera el curso del caos económico y social estaría servido, por la incapacidad política del gobierno de negociar una salida política a la crisis política. Dicho caos traería un impacto contractivo absoluto, mayor desempleo, mas pobreza, descapitalización; es decir, un estado absurdo de cosas, de las cuales, la historia dará cuenta precisa por el grado de irresponsabilidad con el gobierno, clase política, el TSJ, la Asamblea Nacional y la Fuerza Armada y otras instituciones del estado han enfrentado la solución de problemas políticos por la revolución.

El menú de opciones disponible al gobierno pivotea entonces sobre medidas de naturaleza heroica; a saber: cesación de pagos de la deuda publica, corralón de los depósitos del público en la banca, devaluación y control de cambio; es decir, la misma resultante de la crisis Argentina que culmino con la renuncia del Presidente De La Rua.

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